Poco más de 100 días en el cargo han permitido a líderes y observadores de todo el mundo evaluar la seriedad de las amenazas que el presidente estadounidense, Donald Trump, lanza habitualmente, concluyendo que, en su mayoría, son fanfarronadas, tanto instrumentos de presión como de distracciones.
Esto puede verse en su impulsiva, caótica y contraproducente campaña arancelaria; su insistencia en anexar Canadá y la posible invasión militar de Groenlandia; y también en su errático vaivén (un día amenaza con una acción unilateral, al día siguiente hace una oferta “generosa” de ayuda) para que fuerzas estadounidenses intervengan directamente contra el crimen organizado en territorio mexicano.
Frente a esto, uno se siente tentado a preguntar: ¿Quién le teme a Donald Trump?
UNA INTERVENCIÓN QUE PUEDE SALIRLE MAL
El riesgo de que se reduzca su margen de maniobra, obliga al hombre en la Casa Blanca a defender su juego, dando credibilidad a sus amenazas, y para ello, necesita cumplir algunas. Ya lo ha hecho bombardeando a los hutíes en Yemen y dando carta blanca a Netanyahu para invadir a sus vecinos y limpiar étnicamente a Gaza. Sin embargo, quienes pagan, son blancos débiles que no pueden utilizarse indefinidamente para proyectar miedo.
¿Buscará atacar a un objetivo mayor? ¿Quién querría arriesgarse a ser el primero?
La presidenta Claudia Sheinbaum no se está quedando de brazos cruzados; prácticamente todos los analistas no subordinados a la disciplina política de Trump le están advirtiendo al mandatario estadounidense que atacar a México no solo es una muy mala idea, sino que también tendría consecuencias terribles.
Naturalmente, hay muchos dispuestos a alimentar los prejuicios de sus simpatizantes, complaciendo al jefe: Fox News presenta como central la afirmación de Trump de que la presidenta mexicana tiene miedo a los cárteles, ya que su oferta de apoyar militarmente sería una medida necesaria para combatir el narcotráfico; mientras que el Washington Examiner sugiere que la negativa de aceptar ayuda será vista como un obstáculo a la cooperación en materia de seguridad, e incluye comentarios de analistas que apoyan la idea de una mayor implicación militar.
Quienes no son incondicionales, sin embargo, señalan lo contrario, como el International Crisis Group, que indica que “ninguno de los instrumentos de guerra o contraterrorismo que ha invocado Trump autoriza el uso de la fuerza militar en territorio mexicano”, y advierte de las consecuencias:
“Lanzar ataques con drones, operaciones especiales u otra acción letal contra organizaciones criminales en México sin el consentimiento del país podría salirle mal y causar un enorme daño a la relación bilateral. Cualquier acción de EE.UU. sería sin duda condenada por la base política de Sheinbaum y aprovechada por la oposición como señal de debilidad, exigiendo una respuesta decidida. Ella podría detener la cooperación en materia de seguridad o volver al enfoque de laissez-faire de López Obrador sobre el tráfico de fentanilo. Podría suavizar la aplicación de medidas migratorias o expulsar a la DEA, el FBI y otras agencias estadounidenses del país. Si lo que Trump quiere es una mejor cooperación de México, una acción militar sería la mejor manera de obstaculizarla”.
NI MIEDO NI TEMERIDAD
Probablemente, al principio, una demostración de fuerza le serviría a Trump para satisfacer a su base y recibir aplausos, pero sería tan autocomplaciente como efímera.
Ese, sin embargo, es un riesgo significativo: que el presidente estadounidense lo haga solo para aparentar que está haciendo algo, como ha ocurrido en otros casos, y que además le resulte. Y, según informes, algunos de sus funcionarios están considerando una acción violenta, e incluso la CIA está evaluando el riesgo de daños colaterales a ciudadanos estadounidenses y la posibilidad de represalias por parte de los grupos criminales.
“El gobierno mexicano no debería asumir simplemente que [una acción militar unilateral] no podría suceder, sin importar cuán mala idea sea en muchos niveles”, dijo Cecilia Farfán-Méndez, de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, una ONG. “Se deben planear todos los escenarios.”
A pesar de su reputación como misógino, el tono de Trump hacia Sheinbaum, que había sido elogioso, se ha mantenido casi en ese nivel, aunque ha comenzado a descender hacia el desprecio con el que suele tratar a otros líderes—y hacia el machismo—al describirla como una mujer “tan asustada por los cárteles que ni siquiera puede pensar con claridad”.
Aun así, es demasiado poco para proclamar un cambio fundamental en su actitud hacia ella. Y la presidenta mexicana continúa manteniendo una actitud digna, de adulta en la sala, que le ha ganado rápidamente elogios en el extranjero, mientras que, en su propia versión de la táctica del judo, aprovecha la fuerza de su rival no contra él, sino para exigir resultados a las agencias de seguridad mexicanas, que no siempre son leales a las instituciones.
Algunos pueden pensar que Claudia Sheinbaum no le teme a Donald Trump. O, más probablemente, que sabe que no es posible domar al león con miedo, ni con temeridad.
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