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viernes, noviembre 7, 2025
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4 de noviembre: cuando el trumpismo empezó a desmoronarse

Estados Unidos vivió este 4 de noviembre una sacudida política que pocos en la Casa Blanca —ni siquiera en la mansión dorada de Mar-a-Lago— esperaban. Lo que parecía un trámite local terminó convirtiéndose en un plebiscito: ¿hasta dónde llega el poder de Donald Trump? Y la respuesta, contundente, vino de las urnas: ya no tanto.

Las victorias demócratas se apilaron una tras otra, como fichas de dominó cayendo sobre el ego del presidente. En Virginia y Nueva Jersey, los republicanos fueron barridos del mapa; en Nueva York, un joven de raíces inmigrantes, Zohran Kwame Mamdani, hizo historia al convertirse en el primer alcalde musulmán de la ciudad, mientras en California, el gobernador Gavin Newsom coronó su jugada maestra con la aprobación de la Propuesta 50, que redibuja el mapa electoral para consolidar el dominio azul en el Congreso.

El mensaje fue claro: Estados Unidos se está cansando del caos.

Durante años, el trumpismo ha vivido de la furia. De vender miedo y prometer grandeza envuelta en odio. Pero esta vez, esa narrativa encontró un muro: la realidad. Los votantes, cansados de las mentiras y de una economía tambaleante, optaron por la sensatez, la estabilidad y el respeto institucional.

En los suburbios de Virginia, los mismos que Trump llamó “burbujas liberales”, los votantes —en su mayoría mujeres y jóvenes profesionales— votaron con rabia, pero con razón. “Ya tuvimos suficiente de los gritos y los insultos”, declaró una votante en Richmond a la prensa local. “Queremos políticos, no showmen”.

Mientras tanto, en California, Newsom jugó una partida de ajedrez impecable. Con la Propuesta 50, los demócratas aseguraron al menos cinco nuevos escaños federales en los próximos comicios. Y lo hicieron bajo la consigna de un gobernador que entendió lo esencial: el poder no se conserva con discursos, sino con mapas.

Trump, por su parte, volvió a hacer lo que mejor sabe: culpar a todos menos a sí mismo. En su red Truth Social, acusó “fraude masivo”, “voto por correo ilegal” y hasta insinuó un “complot mediático global”. Nada nuevo. Pero esta vez, incluso dentro de su propio partido, el eco fue débil.

Los republicanos moderados lo saben: Trump se ha convertido en su peor enemigo. Cada arrebato, cada amenaza y cada invención ha ido erosionando la poca disciplina que quedaba dentro del partido. Los estrategas del GOP reconocen en privado que la marca Trump ya no moviliza; desgasta.

Las encuestas lo confirman: el 61 por ciento de los votantes considera que el expresidente “divide más de lo que une”, y la mitad de los republicanos registrados desea “una alternativa seria para 2028”. El mensaje es demoledor para un hombre que construyó su identidad política en torno al mito del “ganador”.

En ciudades como Cincinnati, Pittsburgh o Albuquerque, donde los republicanos soñaban con remontar, los votantes dieron una lección de pragmatismo: el país no quiere una guerra civil cultural, quiere soluciones. Los demócratas, con campañas enfocadas en vivienda, educación y estabilidad económica, conectaron con ese cansancio colectivo que se respira en todo Estados Unidos.

Y ahí radica la gran diferencia. Mientras Trump sigue vendiendo odio y conspiraciones, los demócratas ofrecieron algo que parecía perdido: gobernar con empatía.

El 4 de noviembre no fue solo una elección local: fue una advertencia nacional. Los republicanos, atrapados en la espiral de un liderazgo mesiánico y una base radicalizada, enfrentan una crisis de identidad. Los demócratas, en cambio, empiezan a parecer —por primera vez en años— un partido con rumbo, estructura y propósito.

A tres años de las presidenciales, el mapa político se reconfigura y deja claro que la era del miedo está perdiendo terreno ante la política de la razón.

Quizá la historia recuerde esta fecha no por un cambio de gobernador o por una ley electoral, sino por algo más profundo: el momento en que Estados Unidos, hastiado del ruido, empezó a recuperar su voz.

Más de la autora: Entre el hambre y el mármol: el cierre del gobierno desnuda las prioridades de Washington

Pamela Cruz
Pamela Cruz
Jefa de Redacción de Península 360 Press. Comunicóloga de profesión, pero periodista y escritora por convicción, con más de 10 años de experiencia en medios. Especializada en periodismo médico y científico por Harvard y ganadora de la beca International Visitors Leadership Program del gobierno de EE. UU.