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El mundo ansía que Kamala Harris y Tim Walz logren aplastar a Donald J. Trump en las urnas y avance el keynesianismo con que abrió la administración de Joe Biden, prometiendo priorizar el bienestar de los trabajadores.
Por si no fuera suficiente con tener un candidato felón, escaparate de la decadencia imperial, de ganar Trump irrumpirían en la escena la ética y la moral de Steven Bannon, Roger Stone, Michael Flynn, Steve Miller, Elon Musk, Pieter Thiel y otros que apuestan por la coronación de Trump rey de la techno monarquía que con fuerte ancla en el Silicon Valley quiere continuar con la privatización de todo.
Si los Estados Unidos quieren salir del hoyo y de procesos de muerte cultural y derrumbe político, tendrán que imponer regulaciones, acabar con monopolios y hacer que las empresas paguen impuestos, como dice Bernie Sanders; de otra manera, jamás podrán acercarse a la calidad de vida en algunos países industrializados, ni se eliminará el intervencionismo que tanto daño ha causado en el mundo.
Harris y Walz ofrecen a la clase media recuperar la movilidad social y atender las necesidades de los trabajadores, y han pedido esperar ganar para atender el genocidio en Palestina.
Las mujeres, los jóvenes, el Black y el Brown Power, y las fuerzas democráticas burguesas, liberales y de centro izquierda se sienten representadas por la plataforma, la calidad de los argumentos, y el callo en el oficio que muestra Kamala Harris, su experiencia en la calle, en la administración y con la gente, que le permitirán demoler a Trump en el debate, las urnas y el ejercicio de gobierno.
Sería un viraje a la altura del New Deal de Franklin D. Roosevelt, que podría convertir a Estados Unidos en algo cercano a Escandinavia, como quiere Michael Moore.
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