Aumenta preocupación de exposición violenta en familias de infantes

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La salud mental puede ser a menudo un punto de atención para quienes viven violencia doméstica. Es sabido que al presenciar un acontecimiento traumático como éste, los niños pueden experimentar dificultades de aprendizaje y otros retrasos de desarrollo en el futuro. Además de estos factores, hay varias consecuencias físicas de la exposición al trauma, como la hipertensión, los problemas de sueño o los trastornos de ansiedad más adelante en la vida (Phillips y Todd, 2007). Estos problemas pueden incluso continuar en la edad adulta, donde podrían conducir al abuso de sustancias y a la adicción si no se controlan, formando un ciclo intergeneracional.

Por ello, Ethnic Media Services sostuvo una sesión informativa donde los expertos se basarán en los conocimientos de los campos de la sociología, la psicología y la salud pública para ofrecer una visión de cómo la exposición a la violencia puede afectar a los adultos que crecieron en hogares donde había violencia doméstica. Esperan que sus presentaciones puedan ayudar tanto a los profesionales que trabajan con niños como a los nuevos en la materia a comprender mejor estas repercusiones.

Los temas han sido elegidos porque todos son cuestiones importantes para el desarrollo humano y cada uno aborda una faceta diferente de este tema: ser testigo o experimentar la violencia con armas de fuego; comprender el ciclo generacional; los tipos de enfermedades mentales –como el Trastorno por estrés postraumático– y las implicaciones para los proveedores de tratamiento que trabajan con pacientes infantiles.

Shikha Hamilton directora Nacional de Promoción y Movilización de Brady United para acabar con la violencia armada, dijo que en Estados Unidos, las mujeres tienen «más probabilidades de ser asesinadas por sus parejas íntimas que cualquier otro tipo de violencia». La presencia de un arma de fuego en estas situaciones las hace mucho más mortíferas y aumenta la probabilidad de que alguien muera o resulte herido.

Los disparos accidentales de niños aumentaron exponencialmente durante la pandemia de COVID-19. El nuevo coronavirus provocó el caos en las comunidades y los hogares, por lo que no es de extrañar que también aumentaran las muertes por disparos accidentales. No está claro qué fue lo que provocó este dramático cambio, pero los expertos están seguros de una cosa: es necesario investigar más sobre los posibles efectos del COVID-19 en el comportamiento y la cognición humanos antes de poder garantizar nada sobre una futura epidemia.

LaTonya Wood, Ph.D., directora de Formación Clínica del programa de psicoterapia en Pepperdine, señaló que es «un error común pensar que los efectos de la violencia doméstica en los niños se limitan a un trauma emocional». En realidad, dice Hamilton, puede tener consecuencias perjudiciales de por vida para su salud física y mental. Por ejemplo, pueden adoptar un comportamiento violento como mecanismo de defensa ante un conflicto o una agresión causada por otras personas.

Wood infiere que «el éxito académico es una de las principales preocupaciones de los niños en hogares violentos», ya que cuando los niños están expuestos a la violencia, pueden ser más propensos a meterse en problemas en la escuela y tener más dificultades para concentrarse en sus labores, lo que puede llevarles por el camino equivocado. Por el contrario, también hay algunos estudios que demuestran que los conflictos en el hogar podrían mejorar realmente el funcionamiento cognitivo porque crean un entorno de «aprendizaje por la acción», el efecto depende del tiempo que el niño haya vivido en esas condiciones y de si ha nacido o no en esa situación.

Leiana Kinnicutt, directora del Programa para Niños y Jóvenes de Futuros sin Violencia, puntualizó que, para ayudar a los niños expuestos a la violencia doméstica, las intervenciones deben dirigirse tanto a los efectos directos de la exposición –ayudarles a afrontar los factores de estrés– como a los efectos indirectos –la actitud hacia los padres–. Un enfoque multisistémico es importante porque se centra en las múltiples influencias sociales que aumentan o disminuyen el riesgo entre los niños.

«Se trata de un tema serio, pero hay una cosa de la que podemos estar seguros: las armas en estas situaciones hacen que la violencia tenga muchas más probabilidades de acabar en muerte», finalizó.

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