Redacción. Península 360 Press [P360P].
La palabra «revolución» refiere a huellas de batalla, no necesariamente política, también social. Es indudable que Diego Maradona marcó un antes y un después en el soccer internacional. Su gran capacidad con el balón en la pierna izquierda, su liderazgo dentro y fuera de la cancha y la manera en la que combatía al máximo órgano del soccer mundial, la Federación Internacional de Fútbol Asociación –FIFA, por sus siglas en francés– hacen que el legado del 10 argentino sea eterno.
Esta mañana, se confirmó que, tras ser víctima de un paro cardiorrespiratorio, el ex jugador del Napoli, Barcelona y el Boca Juniors falleció a los 60 años. Lo comunicó el jefe de prensa del célebre argentino, Sebastián Sanchi, al referir que, por lo menos, cuatro ambulancias se dirigieron a la casa de Maradona de Buenos Aires; sin embargo, no fue posible hacer nada.
A principios de noviembre, Diego Maradona estuvo internado diez días por una descompensación, aunque ya en el hospital se le diagnosticó un hematoma subdural.
La partida de «El Pelusa» de inmediato hace recordar uno de los grandes episodios en la historia del soccer mundial cuando, en 1986, Argentina se coronó en el Estadio Azteca para levantar su segunda Copa del Mundo con el astro como capitán.
Quizá la victoria ante Alemania en la final no es la más recordada en la carrera de Diego Armando, sino el juego de cuartos de final, del 22 de junio, del mismo campeonato ante Inglaterra, cuando marcó los dos goles de la victoria, en un juego marcado políticamente por la disputa de las Islas Maldivas.
Maradona arrastró la pelota desde medio campo y eludió a todos los rivales ingleses hasta llegar al área rival, donde sacó al portero, lo esquivó y, barriéndose, empujó el balón para marcar a favor de la albiceleste.
Al minuto 51, tras una serie de rebotes en el área del arquero inglés, Peter Shilton, quien medía 20 centímetros más que el «10», el balón quedó en el aire y ambos jugadores se levantaron para competir por él. Diego Maradona simuló golpearlo con la cabeza; sin embargo, lo hizo con la mano y terminó marcando para que Argentina se encaminara hacia el título mundial.
Maradona siempre fue más rebelde que sargento. Tras la Copa Mundial, llevó al Napoli de la Serie A italiana, un equipo modesto y con poco presupuesto, a competir y ganarles el «Scudetto» en 1987 a los poderosos Milán, Inter de Milán y Juventus, enmarcando la guerra futbolística del sur contra el norte italiano.
Tras el título, el dueño del Milán, Silvio Berlusconi, trató de incorporar a sus filas al astro argentino, pero éste se negó y renovó su contrato con el humilde Napoli hasta 1993. Los supuestos nexos con la mafia siciliana y la gran estima de la gente pronto hicieron que Nápoles se conociera como «la ciudad de Diego».
El 25 de noviembre de 2016, también partió una de las grandes figuras de la política mundial e íntimo amigo del de Buenos Aires: Fidel Castro, a los 90 años.
En 1987 se conocieron, cuando Maradona declaró tener una admiración por el cubano, así como por Ernesto «Ché» Guevara, a quien llevó tatuado en su brazo como símbolo de la liberación latinoamericana, movimiento que acompañó en el deporte, cuando FIFA no permitía a futbolistas estadounidenses competir por los galardones más valiosos, de lo que llegó a declarar que, tanto él, como el mexicano Hugo Sánchez, tendrían Balones de Oro si el órgano no hubiese sido excluyente.
Fidel Castro apoyó a Maradona en el año 2000, cuando en enero se internó en un centro de rehabilitación para desintoxicarse de las drogas en Cuba. Diego Maradona no ocultaba que, además de ser zurdo en el terreno de juego, simpatizaba con los ideales de izquierda en Latinoamérica; le regaló una taza de baño al presidente cubano, a quien nombró su «segundo padre», argumentando que, cada vez que la usara, le dedicara el acto a Estados Unidos y George Bush.
Maradona también expresó sentirse perseguido por FIFA cuando, en la Copa del Mundo de Estados Unidos 1994, un control antidopaje puso fin a su carrera en la Selección Argentina. El 30 de julio de aquel año, cuatro días después de que Argentina venció 2-1 a Nigeria en el certamen, Diego Armando Maradona declaró: «No me drogué, me cortaron las piernas», luego de que, al medio tiempo de ese juego, el análisis de orina del capitán saliera positivo a efedrina.
FIFA pidió a la Asociación del Fútbol Argentino –AFA– retirar al astro de la competencia y, con ello, no volverlo a ver vestir la albiceleste. Lo extraordinario del caso es que fue al medio tiempo de un partido, cuando, comúnmente, los controles antidopaje se realizan al finalizar los cotejos, además de que, en aquel juego, una enfermera ingresó a la cancha para retirar al futbolista del brazo.
El sustento de tal acto se basa en la especulación de un complot contra Maradona por jugar el la Copa Mundial en terreno estadounidense, luego de declararse partidario de los ideales de Fidel Castro.
El 25 de noviembre marcará la historia y resignificará la palabra «revolución» en el diccionario, añadiéndole momentos en los que dos estandartes de ideales y creencias partieron para dejar un legado en dos esféricos: el balón y el planeta.