El pueblo se ha levantado, y según Alida Vicente, dirigente pokomam de Palín, un municipio en el departamento de Escuintla, Guatemala, no dará “ni un paso atrás”.
Las grandes cadenas noticiosas están ignorando o minimizando la dimensión del levantamiento del pueblo indígena y mestizo, pese a que cada día crece la movilización en pueblos y colonias populares que exigen la remoción de funcionarios corruptos y se enfrentan a lo más podrido de la cúpula empresarial y de la narcopolítica empeñada en impedir la toma de posesión del presidente electo Bernardo Arévalo.
Lo que inició como repudio ciudadano al litigio malicioso y a favor del resultado del voto en las urnas, está convirtiéndose en reclamo histórico en contra de la minoría corrupta y abusiva.
“Guatemala no es su finca”, dice Alida Vicente, y a diferencia de la dirigencia urbana y clasemediera de la Revolución de octubre de 1944, el levantamiento actual está lidereado por mujeres y hombres indígenas, sujetos al mandato de sus bases y sus asambleas.
Ello es indicio importante de que está llegando a su fin el viejo modelo de modernización regresiva conocido como La Patria del Criollo, según el título del libro del historiador Severo Martínez Peláez.
La elite sigue comportándose como el ocupante que sin piedad aplasta cualquier intento de reforma social y democracia ciudadana.
Es evidente que más allá del litigio malicioso y de la remoción de funcionarios corruptos, el narco feudalismo guatemalteco se enfrenta a una coalición de pobres de la ciudad y el campo, además de gente de las capas medias, profesionales y universitarios, que anhelan retomar el camino de la revolución nacionalista de 1944.
Eso por supuesto incluye a muchos de los dos millones de guatemaltecos trabajadores en Estados Unidos impedidos de votar y cuyas remesas sostienen a la economía nacional.
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