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A partir del 21 de julio pasado, con la renuncia de Joseph Biden a la candidatura para los próximos comicios y la emergencia de Kamala Harris, el mundo pareciera haber dado un vuelco que se espera favorezca a la reforma migratoria y priorice el bienestar de la clase trabajadora.
Se fortalecen las posibilidades de vencer al oscurantismo rufián y depredador encabezado por Donald Trump y sus socios nacionales e internacionales.
En pocos días, una buena hija de Oakland, de padre jamaiquino y madre de la India, ha logrado poner contra las cuerdas al despreciable bribón y a sus patrocinadores, incluidos teóricos y financistas del Silicon Valley que ya estaban festejando la próxima instauración de una tecno monarquía, que les permitiría continuar con la privatización del espacio interestelar y la vida en el planeta.
Excelente tiempo para que una mujer carismática, fogueada en el servicio público y el combate a la depredación como Kamala, empuje y retome el desmantelamiento de la Doctrina Monroe iniciado por Barack Obama y que permitió restablecer relaciones diplomáticas con Cuba.
Los retrocesos han sido mayores y Kamala Harris y su compañero de fórmula Tim Walz tendrán que construir una nueva relación que vaya más allá de la estigmatización de Venezuela, Cuba y Nicaragua, y de la representación de América Latina como fuente de narcotraficantes y trabajadores indocumentados.
El voto latino es estratégico y sería deseable entonces romper el monopolio que hasta ahora han tenido el anticastrismo y el antichavismo en el diseño de la política exterior hacia América Latina. A lo mejor así tendría más credibilidad el “Si se puede” de César Chávez retomado por Obama y ahora convertido en el “Yes We Kam” de quienes con optimismo trabajan por la derrota electoral del trumpismo y su agenda regresiva.
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