En Guatemala, la ciudadanía honrada lidereada por los pueblos indígenas se enfrenta a lo mas regresivo del poder castrense y oligárquico en alianza con la narcopolítica. Faltan pocos días para que el 14 de enero tome posesión Bernardo Arévalo y Karin Herrera y el país pueda retomar el camino de la democracia burguesa.
Pareciera que la decisión de los Estados Unidos de hacer pública la causa judicial en contra del concubino del presidente Giammattei, el joven Miguel Martínez y sus asociados, alborotó el avispero y se anticipa con ello el desmoronamiento de lealtades sostenidas por la distribución de dinero succionado del erario y de la amplia gama de negocios ilícitos que pudren a los tres poderes públicos.
Los Estados Unidos construyeron un monstruo que se convirtió en un estorbo geopolítico y ahora con la bandera de la lucha anticorrupción intentan remover la costra criminal que hundió a Guatemala en los últimos lugares de desarrollo humano en todo el planeta.
Arévalo y Herrera serán los encargados de iniciar el largo proceso de reconstrucción institucional interrumpido por la expulsión en 2019 de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala.
No queda claro si Giammattei terminará como el expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, extraditado a los Estados Unidos apenas a quince días de haber entregado el cargo. Habrá que ver también qué tanto le alcanza a Giammattei su lealtad hacia la política exterior estadounidense en Ucrania, Israel y Taiwán.
La crisis guatemalteca va más allá de la corrupción y tiene hondas raíces en un modelo incapaz de generar empleos y que por siglos ha descansado sobre la muerte social de la mayoría indígena y mestiza. Como dice el dicho la esperanza es mas fuerte que el miedo.
Más del autor: La autoridad indígena y la re-humanización de Guatemala