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viernes, noviembre 22, 2024
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La indiferencia

Construida a lo largo de una playa arenosa, Tel Aviv tiene una atmósfera relajada y afable. Las personas transitan en ropa muy ligera, camisetas, shorts y sandalias, y se mueven desenfadadamente en motocicletas eléctricas y monopatines. Es un placer. Para que nadie olvide de que el país está en guerra, suena la alarma anticohetes. No como en Ciudad de México, donde la alerta sísmica se reproduce en cada poste. Aquí se escucha lejos, potente, profunda y misteriosa, como en una película apocalíptica. Algo fue disparado en nuestra dirección.

En la terminal de autobuses Savidor, al aire libre, los pasajeros alrededor de mí no muestran miedo sino molestia por el contratiempo. Solo abandonamos nuestro lugar en la fila porque los guardias nos apresuran hacia el refugio, que está a 20 metros. Es subterráneo, pero nadie baja, porque si bien es cierto que existe alguna posibilidad de que a uno le pegue el proyectil en la cabeza, son muchas más las de rompérsela al caer por las prisas.

Nos apretamos en la entrada, cuyas puertas no cierran. Una joven turista estadounidense se abre paso entre la gente para asomarse al exterior. ¡La experiencia es única! Tiene suerte: con el celular, capta justo el momento en que los misiles del escudo defensivo revientan los cohetes en el aire, que son de fabricación artesanal. Todos los escuchamos tronar y queremos ver lo que grabó. En las alturas, justo sobre nosotros, flotan las huellas humeantes de los dos estallidos.

Menos de cien kilómetros al sur, no hay alarmas que suenen ni nadie que se tome el ruido de un dron o de un avión a la ligera. Barrios enteros son destruidos en un solo bombardeo. No caen cohetes sino misiles JDAM con cargas explosivas pavorosas de 910 kilos, construidos por Boeing -la de los aviones gigantes- e imposibles de interceptar. Grandes familias desaparecen en un instante. A nadie se le olvida la guerra.

Esta mañana me tardé demasiado en la ducha, al dejar mi habitación abandoné una sopa de fideos ramen con un sabor terrible. A hora y media al sur, han impuesto un bloqueo que ha dejado a 2 millones 300 mil personas sin agua ni alimentos. Nadie aquí se imagina sin electricidad ni combustible. Allá no hay.

Esta sociedad está impactada, sobrecogida, por la crueldad de la milicia extremista Hamás. Ayer y hoy acompañé a los familiares de los 224 rehenes que están en Gaza. Los bombardeos, el fósforo blanco, la falta de comida y bebida amenaza con aniquilarlos a ellos también. Hay víctimas de ambos lados.

Hay activistas muy conscientes, esa izquierda israelí que no se ha dejado aplastar pese a todos los intentos e insiste en una solución política, no militar, al conflicto. 

Pero la inmensa mayoría de la gente prosigue sus actividades cotidianas. La muerte de los otros es relativizada y justificada. La muerte de los propios, profundamente valorada. Pero también a los familiares de los rehenes los están dejando solos.

Como en México están solas las buscadoras de los desaparecidos. 

Las tradiciones mexicanas respecto a la muerte son muy distintas de las de los israelíes.

La indiferencia social se parece mucho.

 

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Témoris Grecko
Témoris Grecko
Miembro Fundador. en Ojos de Perro vs. la Impunidad. Estudió en Universidad Autónoma de Madrid, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales - UNAM y en la Universidad Complutense de Madrid.
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