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El nuevo México dirigido por una mujer académica de izquierda representa una luz de esperanza para el planeta agobiado por conflictos bélicos y por el colapso ecológico resultado de tantos siglos de rapiña y avaricia.
En estas horas de aflicción que vive el mundo debido a los actos de poder de un puñado de sociópatas que han dejado atrás la diplomacia e intentan normalizar todas las formas de violencia extrema, el ejemplo mexicano muestra que las sociedades, si se lo proponen, pueden ir frenando la generalización del caos y poner el poder público al servicio del interés colectivo.
México está mejorando sus índices de desarrollo humano obteniendo logros sobresalientes en el combate a la corrupción y el saneo de las instituciones, aunque restan todavía muchas batallas para desmantelar las redes que por muchas décadas se beneficiaron de los desastres derivados de poner la ley al servicio de las elites.
Las 100 acciones que anunció Claudia Sheinbaum en su toma de posesión, ayudarán a revertir los daños producidos por tres décadas de políticas neoliberales y tendrán impacto fuera de las fronteras mexicanas, especialmente en el área centroamericana y circuncaribe, aunque sea grande todavía la incertidumbre de lo que pueda suceder durante los próximos comicios en los Estados Unidos.
Lo cierto es que las lecciones mexicanas son un poderoso aliciente para la integración latinoamericana y para que se recupere la credibilidad en la eficiencia ejecutiva y empresarial del Estado.
No es exagerado anticipar que el despegue socioeconómico y político del continente dependerá de cómo le vaya a México y su esfuerzo por priorizar el acceso a la educación y la ciencia, así como la movilización de las energías sociales orientadas a desmantelar el conservadurismo socio racista y el poder patriarcal que aplasta a las mujeres.
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