En las últimas semanas, dos videos que retratan el racismo y la xenofobia han circulado ampliamente en las redes sociales y la prensa en México. El primero de ellos registra el momento en que al sur de México, en el estado de Chiapas, agentes de la Guardia Nacional y de migración intentan detener con violencia a un numeroso grupo de personas migrantes. El momento más atroz ocurre cuando, en al menos dos ocasiones, un agente de migración pisa la cabeza de una persona que se encuentra tirada en el suelo. El segundo video captura acontecimientos similares en el estado de Texas, en Estados Unidos. Ahí, se puede ver a varios agentes fronterizos a caballo, persiguiendo y lazando a personas migrantes.
Escenas similares y peores hemos visto en los últimos años: infantes migrantes enjaulados y siendo separados de sus familiares, disparos o persecuciones con perros hacia personas que salen de sus lugares de origen cansadas de la pobreza y de la violencia, y se aventuran a buscar una vida mejor.
Lo más contradictorio: Estados Unidos es un país hecho de personas migrantes y que vive del trabajo que esas personas desempeñan en ese país. México, por su parte, tiene como principal fuente ingresos el dinero que millones de mexicanos y mexicanas mandan desde Estados Unidos.
Pablo González Casanova, el sociólogo vivo más destacado de América Latina, aseguró recientemente que en el mundo existe una confrontación entre quienes entienden la libertad como la libertad de los grandes monopolios del capital para dominar el mundo y explotar a los pueblos y quienes entienden la libertad como la forma en que la humanidad toda se ha liberado de todas las formas de explotación y dominación. Esos dos proyectos definen también quiénes y qué pueden traspasar las fronteras: mientras los grandes capitales reforman leyes para garantizar el libre flujo de las mercancías, los gobiernos levantan muros y crean policías para cerrar el paso de las personas empobrecidas. Mientras los grandes monopolios se extienden por todo el mundo e invaden todos los sectores del planeta, los gobiernos militarizan policías y expulsan de “sus” países a las personas que no cuentan con papeles.
En el mundo de hoy va ganando ese proyecto que reclama libertad para las mercancías y opresión y fronteras para las personas. Pero también, en el mundo de hoy, existen personas solidarias que se tienden la mano, que abren refugios, que ayudan a las personas que se han visto obligadas a salir de su lugar de origen. Necesitamos que ese mundo, el de las personas solidarias que lucha por la libertad de las personas y de la humanidad siga creciendo.
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