Pedofilia: pandemia en la red. Por captación y abuso sexual de niños y adolescentes en plataformas digitales, en especial las redes sociales.
Gloria Sánchez Aguilar. Península 360 Press [P360P].
La siguiente información es resultado de la investigación realizada por un equipo de periodistas, integrantes del Diplomado de Periodismo de Datos y Técnicas de Investigación –enfocadas al crimen organizado–, que fue impartido por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García en la Ciudad de México.
La explotación infantil es una forma de crimen organizado que obtienen sus ganancias mediante la captación y abuso sexual de niñas, niños y adolescentes en diversas plataformas digitales, en especial las redes sociales.
Muchas veces, quien está detrás de un perfil no es una persona, sino una red «impresionante de pornografía infantil». Todo empieza al pedirle una fotografía al menor para chantajear a la familia.
«Si no me das equis cantidad de dinero, yo muestro la foto o le hago algo a tu hijo», aseguró María Isabel Christensen, responsable del área de Investigación y Prevención de la ONG Mamá en Línea, una organización con sede en Argentina, dedicada a la prevención y capacitación para combatir el grooming y el acoso infantil por Internet.
La pandemia por COVID-19 agravó las desigualdades económicas y sociales sistémicas que se encuentran entre las causas subyacentes del delito de tráfico de personas.
El riesgo de ser víctimas de estos crímenes aumenta de la misma manera para adolescentes que comienzan a practicar sexting –práctica que consiste en el envío de mensajes, fotos o videos con contenido erótico y sexual personal a través del móvil– y que sigue creciendo durante la cuarentena.
La venta de material de abuso y explotación infantil da muchísimo dinero, tanto, que la convierte en una de las tres actividades más lucrativas para las organizaciones criminales después del tráfico de drogas y armas.
¿Cómo operan los grupos de pornografía?
Estas organizaciones y grupos también crean la didáctica de conseguir lo que cada consumidor quiera, según sus gustos: la selección de una víctima por edad, característica, tono de piel, etc., da pie a otros delitos como la trata de personas y el secuestro.
Una de las principales estrategias de los agresores y organizaciones criminales es simular una identidad diferente a la suya. Usualmente, fingen tener la misma edad, gustos y preferencias que las víctimas que han seleccionado. Incluso, una foto inocente junto a una puerta, parque o cualquier ubicación les da suficiente material para estudiar en detalle a su víctima, quien ingenuamente continúa subiendo material ignorando las intenciones que se esconden detrás de cada depredador sexual que navega en Internet.
«En el momento que la mamá o el papá se distraen, el pedófilo capta la atención de ese chico, lo va atrayendo y ahí es cuando se los llevan. ¿Qué hace antes? Se sienta frente a la computadora y sabe dónde encontrar a menores de edad en las redes sociales como Facebook, Instagram o en las más populares entre los jóvenes. Busca menores de edad o va a los perfiles que estén abiertos, revisa las fotografías. Puede ser el perfil de un adulto. La mayoría tiene a sus hijos en los perfiles, ahí va mirando y se da cuenta de que tiene una hija, por ejemplo. Así busca y va seleccionando información de cuándo la etiquetó, ya tiene un dato. En otra fotografía, encuentra a la niña celebrando su cumpleaños, tiene otro dato que es la edad. Por ahí, la tía sube otra foto de la nena saliendo del colegio y suma otro dato más y ya sabe el colegio al que va. Una vez que tiene la información y las fotografías, arma un perfil de otra nena que la relacione con esa niña y ya tiene a su posible víctima y es cuando empieza hacer la manipulación para contactarla: “Hola, ¿cómo te llamas?”, y hacerle preguntas para generar esa confianza», explicó María Isabel.
El reclutamiento o la búsqueda de víctimas potenciales se ha facilitado, entre otras cosas, porque, tanto niños como adolescentes, tienen clases por Internet que los llevan a estar conectados a un tipo de mensajería, misma que permite la interacción social –chats, TikTok, Facebook, Instagram, etc.–.
«Ahí es donde los criminales van a buscar para tratar de reclutar, de seducir. El criterio común es que normalmente son muchachos que buscan atención. Algunos, no están bien en su casa, no tienen comunicación con sus padres y están buscando atención, cariño porque están solos», precisó.
«Las víctimas se toman videos en traje de baño, detrás de su casa, anuncian a dónde van, la ubicación, dónde han estado (…) Allí es cuando el victimario puede saber su ubicación, Ahí está el peligro porque le van a llegar y la van a contactar», advirtió Soto, quien forma parte de una comunidad de hackers, quienes trabajan de la mano con la ley y el apoyo de las autoridades para prevenir los ciberdelitos en Estados Unidos.
Chats abiertos, una fuente de peligro
Los depredadores de niños también se mueven en las plataformas de videojuegos por Internet más populares o en sitios de animé –género de animación de origen japonés–. En estos espacios se pueden recrear comunidades para generar la interacción, usando técnicas como el grooming –engaño pederasta–:
«Yo, adulto de cierta edad, me hago pasar por otro niño, pero, además, ya lo estuve escuchando en los videojuegos, ya sé qué día se conecta, a qué hora; he escuchado de qué habla, pues lo hace por Internet. Y muchas veces las víctimas pueden compartir información, por ejemplo: “estoy solo”, “mi mamá se fue a trabajar es enfermera”, “mi papá tampoco está”. Finalmente, esas conversaciones hacen un perfil del niño con el que el agresor genera ese lazo de confianza, pasan varios días hasta que se logra la confianza con expresiones como: “sé que no puedes pasar al siguiente nivel”, “yo te ayudo”, “yo te puedo pasar consejos” y el niño cree que es amigo, que es una buena persona y que tiene seis años como él», los riesgos para los niños y adolescentes se elevan cuando los padres dejan de supervisar las actividades de sus hijos tanto en redes sociales como cuando juegan en línea con chats, donde se conectan con extraños.
«El pedófilo busca en Google y sabe cuáles son los juegos más populares, empieza a buscar en esos juegos una vez que se adentra como usuario selecciona al menor. Lanza un cebo con algo que les guste mucho a los niños para buscar al que puede vulnerar. Cuando ya tienen a la víctima, invitan al menor a lugares privados como es el caso de WhatsApp, donde ya está solo el adulto con el menor».
Entre los juegos en línea destacan los que se basan en dibujos de animé y manga –género japonés de historietas–. Algunos, incluyen reglas donde los jóvenes deben cumplir roles a los que el adulto puede tener acceso para manipularlos. Los jugadores deben hacer todo lo que se le ordene como si se tratase de una especie de maestro y donde el fin es ir sexualizando al menor de edad.
Los expertos consultados en esta investigación recalcan que todas las redes sociales que cuentan con chat son sinónimo de contacto y, por ende, de peligro para niños, niñas y adolescentes.
«Todo lo que le permita a ese niño o niña interactuar significa un riesgo (…) un pedófilo con un chat tiene más oportunidades de dar con un menor, porque son abiertos, nadie vigila y el niño no diferencia lo que es un contacto de un amigo o un delincuente», dijo la integrante de la organización Mamá en Línea.
Puerta para el tráfico de personas
La vinculación del abuso y la explotación de niños y adolescentes con el crimen organizado incluye el oscuro capítulo del secuestro, la trata de personas y el tráfico de menores de 18 años que pueden ser contactados a partir de un comentario, videos, música o chats por los que navegan los depredadores sexuales con el propósito, posteriormente, de intentar llevarse a las víctimas.
Los niños, niñas y adolescentes siguen corriendo un alto riesgo de explotación, especialmente con el cierre de escuelas que no sólo dificultan el acceso a la educación, sino también que les restó una fuente de refugio para víctimas que antes tenían mayores posibilidades de acudir y avisar sobre una situación de abuso en búsqueda de ayuda, pero que ahora se perdió por la cuarentena mundial.
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