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viernes, noviembre 22, 2024
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¿Deben considerarse delitos de odio los actos violentos contra personas sin hogar?

Ethnic Media Services.

Mientras el país se enfrenta a un aumento de los delitos motivados por el odio contra grupos raciales, religiosos y de género, los habitantes de una ciudad del norte de California afirman que se les ataca por un motivo diferente: porque no tienen hogar.

CHICO, Ca. – El campamento de personas sin hogar de Eaton-Cohasset se encuentra en el extremo norte de Chico, una ciudad universitaria semi-rural a unos 145 km al norte de Sacramento. Es un abigarrado surtido de tiendas de campaña desgastadas, un par de contenedores y un orinal que sobresale de la grava embarrada.

Con el aumento de los delitos de odio contra minorías raciales, religiosas y sexuales en todo el país, los residentes de este lugar afirman que son el blanco por otra razón: porque son personas sin hogar.

«Hay un tipo que va por ahí con un altavoz y una máscara diciendo: “Vete de Chico o que te maten”», cuenta Jimbo Slice, de 29 años. Oriundo de Paradise, a unos 20 kilómetros al este de Chico, Jimbo -no quiso dar su apellido- es uno de los miles de personas que se quedaron sin hogar tras el incendio Camp Fire de 2018 que devastó la región. «Ayer pasó tres veces en coche».

Para los residentes del campamento, las amenazas se sienten demasiado reales.

¿Deben considerarse delitos de odio los actos violentos contra personas sin hogar de Eaton-Cohasset?
El campamento de personas sin hogar de Eaton-Cohasset se encuentra en el extremo norte de Chico, una ciudad universitaria semiurbana a 130 km al norte de Sacramento. Los residentes del campamento llevan meses siendo objeto de agresiones físicas y verbales. Foto: Manuel Ortiz P360P

En varias ocasiones durante el pasado mes de octubre y hasta noviembre, las aproximadamente dos docenas de personas que viven aquí fueron rociadas con perdigones de aire comprimido disparados desde un vehículo que pasaba por allí. Charles Withuhn, del North State Shelter Team, que proporciona duchas móviles a los desahuciados de Chico, afirma que cuatro personas fueron alcanzadas en esos incidentes.

«A primera hora de la tarde, antes de que oscureciera, pasaba un coche de policía. Pocos minutos después, pasaba un coche compacto con los pasajeros gritando blasfemias (y soltando) perdigones automáticos de gran potencia», relataron los residentes a Withuhn.

El año anterior, dos adolescentes mataron a tiros a un vagabundo en el cercano campamento de Teichert Ponds e hirieron a otro. El juez de ese caso desestimó los cargos, dictaminando que los disparos se hicieron en defensa propia antes de que se presentara ninguna prueba de descargo.

Phil, que tiene 56 años y ha vivido en el campamento de Eaton-Cohasset los dos últimos meses, dice que ser una persona sin hogar en Chico es como tener una diana en la espalda. Señala su bicicleta, que está apoyada contra el alambre de espino de poca altura que sirve de vallado al campamento. «Si vas en bici con una mochila en esta ciudad, eres un objetivo».

¿Deben considerarse delitos de odio los actos violentos contra personas sin hogar de Eaton-Cohasset?
Phil, de 56 años, lleva dos meses viviendo en el campamento de Eaton-Cohasset. «Ser una persona sin hogar en Chico,» dice, «es como tener una diana en la espalda.» Foto. Manuel Ortiz P360P

Los expertos en legislación sobre delitos de odio afirman que la intención original de estas leyes era proteger a los grupos identificados por características específicas e inmutables, como la raza, la religión o la identidad sexual. Una persona con larga experiencia en el campo que habló en segundo plano dijo que ahora hay un acalorado debate sobre si extender tales protecciones a otras clases, incluidas las personas sin hogar.

En 2019, una iniciativa de este tipo no logró superar las audiencias del comité. Los opositores en ese momento argumentaron que las leyes de delitos de odio no disuadirían los ataques contra las personas sin hogar. Más recientemente, sostienen que extender tales protecciones a las personas sin hogar diluiría la eficacia de las leyes sobre delitos de odio en un momento en que los delitos de odio y los incidentes relacionados dirigidos contra grupos raciales, étnicos y de género están aumentando.

Pero en California vive casi un tercio de la población sin hogar del país, y las soluciones parecen inexistentes, por lo que la frustración va en aumento y, en algunos casos, se convierte en violencia dirigida a un grupo ya marginado y vulnerable.

En Chico, los defensores de las personas sin hogar afirman que las redes sociales y la retórica política están echando más leña al fuego, pintando a las personas sin hogar como una amenaza para la seguridad pública en un momento en que algunos dirigentes municipales parecen empeñados en atraer a los urbanitas que trabajan desde casa y quieren abandonar las grandes ciudades y volver a la vida de los pueblos más pequeños.

Hay un «grupo constante de personas que solo tienen cosas negativas que decir en las redes sociales, y cuando eso es todo lo que el público está ingiriendo, se traduce en una actitud de odio hacia las personas que experimentan la falta de vivienda», dice Hilary Crosby, directora ejecutiva de Safe Space, que proporciona refugio nocturno para personas sin hogar en Chico.

El último recuento puntual de 2019 sitúa el número de personas sin hogar en los alrededores del condado de Butte en 1.125, aunque muchos aquí dicen que el número real es probablemente mucho mayor. Se esperan nuevas cifras en marzo.

Addison Winslow es nativa de Chico y la única voz progresista en el Concejo Municipal. «La derecha ha inventado una narrativa que aprovecha el resentimiento popular hacia las personas sin hogar» para crear una atmósfera cada vez más hostil y potencialmente peligrosa para los desahuciados. La violencia se está «generalizando», añade.

¿Deben considerarse delitos de odio los actos violentos contra personas sin hogar de Eaton-Cohasset?
Addison Winslow, la única voz progresista en el ayuntamiento de Chico, afirma que la derecha ha «urdido un relato» que aprovecha el resentimiento de los que carecen de vivienda en la ciudad. Foto: Manuel Ortiz P360P

Mientras tanto, la derecha esgrime frases como «compasión tóxica» para justificar la denegación de recursos a la gente de la calle.

Sue Hildebrand es una activista local y locutora de radio. A principios de diciembre fue agredida físicamente por una indigente mientras hacía recados. «Al revivirlo, hubo unos cuatro o cinco segundos en los que pensé que me mataría», recuerda Hildebrand, echándose el pelo hacia atrás para mostrar las zonas de la piel en carne viva en las que le habían arrancado el pelo de un tirón.

Pero en lugar de volverse contra las personas sin hogar, Hildebrand dice que su experiencia es un ejemplo de por qué la ciudad necesita hacer más para proporcionar servicios esenciales -incluidos recursos de salud mental- a esta población.

«La lección aprendida no es que no hay que ayudar a la gente», afirma. «La lección aprendida es, no estamos ayudando a la gente y eso está haciendo que nuestra comunidad sea más peligrosa».

¿Deben considerarse delitos de odio los actos violentos contra personas sin hogar de Eaton-Cohasset?
A principios de diciembre, Sue Hildebrand fue agredida por una indigente. Según ella, la experiencia pone de manifiesto la necesidad de más servicios en materia de seguridad pública. Foto: Manuel Ortiz P360P

En el campamento de Eaton-Cohasset, uno de los tres autorizados por la ciudad, la situación es cada vez más desesperada.

«Todos los días pasan grandes camiones tocando el claxon, gritándonos», dice Phil, que sugiere en broma poner un cartel en la valla que diga: «Toca el claxon si apoyas a las personas sin hogar». «Apuesto a que dejarían de tocar el claxon», ríe, antes de que su humor vuelva a tornarse sombrío. «Me preocupa que un día de estos formen grupos de vigilancia».

Es temprano por la noche en un refugio Safe Space cerca del centro de la ciudad. Dentro, Colleen Olson (en la foto de arriba) está sentada en una silla plegable de metal acurrucada alrededor de su chihuahua. Nacida y criada en Chico, Colleen perdió hace poco su autocaravana después de que la grúa se la llevara por estar aparcada ilegalmente. Está luchando por reunir el dinero necesario para sacarla del depósito.

En una ráfaga de palabras, relata una tragedia tras otra, terminando con la muerte de su novio, el mismo individuo que, según ella, murió en el tiroteo de Teichert Ponds.

Cuando se le pregunta qué ha cambiado en Chico desde su infancia, no pierde detalle. «Ésta no es la ciudad en la que crecí. Es más odiosa».

Reportaje adicional de Leslie Layton en chicosol.org. Fotos de Manuel Ortiz.

This publication was supported in whole or part by funding provided by the State of California, administered by the California State Library.

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