Península 360 Press – Global Exchange
CALI, Colombia.— Pasan de las nueve de la noche. Micrófono en mano, José Alberto Tejada Echeverry, el “Cucho Tejada”, camina por las calles oscuras de Puerto Resistencia, junto a su inseparable camarógrafo Jhonatan Buitrago, el “Papu”, hasta llegar a una pequeña explanada alumbrada por un reflector.
Puerto Resistencia, un barrio marginal al oriente de la ciudad, antes nombrado Puerto Rellena por los embutidos que aquí se producían, se convirtió en el epicentro del Paro Nacional y el estallido social que comenzó el 28 de abril de 2021.
Tejada y Buitrago se abren paso a través de un concurrido mitin. Los reciben con aplausos y frases amables: “Gracias, Canal 2”. Tejada se sabe querido por los jóvenes del barrio, a quienes define como “los valientes muchachos que salieron a las calles y se han tomado el país”.
Según Tejada, estos jóvenes son los hijos de la tercera oleada de desplazamiento de los últimos 70 años en Colombia. “Son jóvenes – entre 17 y 25 años cuyos padres fueron desplazados del campo y ahora ellos son excluidos de la ciudad”.
Las entradas de Puerto Resistencia están custodiadas por jóvenes que se encapuchan para proteger su identidad. Y no es para menos. En los días de paro varios de sus compañeros activistas han sido asesinados, desaparecidos, e incluso decapitados.
Uno de varios casos es el de Santiago Ochoa, un activista de Tuluá, a quien secuestraron mientras transitaba en su bicicleta y posteriormente arrojaron su cabeza en una bolsa cerca de su casa. En tanto, grupos paramilitares, como los Águilas Negras, distribuyen carteles en donde señalan a los activistas del paro como “objetivo militar” a eliminar.
Por eso, me explican, hay que ser cuidadoso con la cámara. “No a todos les gusta que les tomen fotos. Es que nos están matando”, dice una joven afrodescendiente quien prefiere el anonimato.
Puerto Resistencia es “un punto de congregación de gente para construir utopías” dice sonriente Valentina, de 23 años, quien es una de las encargadas de atender la colorida biblioteca popular, antes una estación de policía, conocidos como CAI (Centro de Atención Inmediata de la Policía).
En este CAI, asegura Valentina, “se usaba para torturar jóvenes y violar mujeres pero, desde el 28 de abril que comenzó el Paro Nacional, los muchachos se tomaron este espacio con el fin de resignificarlo”.
— Algunos los señalan a ustedes como “vándalos”, “violentos” o “terroristas”, ¿qué dices al respecto?
“Somos pelados, jóvenes que no pasamos de los 25 años, que lo único que tenemos aquí son libros y escudos para defendernos. Ellos [la policía] tienen armas con las que nos asesinan y mutilan. Es que nos cansamos de no tener una vida digna, nos cansamos de que la vida no nos alcance para “ser alguien”, responde Valentina.
Al día siguiente, en las oficinas de Canal 2, al terminar el programa de televisión en línea, Informativo Nuestra Gente, conducido por Tejada, Liliana Valencia Agudelo sirve el café negro con pandebono al periodista y sus invitados. Valencia es una amable mujer que lo mismo opera una cámara en campo que coordina los asuntos administrativos de Tejada.
Mientras desayuna Tejada con calma el que según él es el mejor pandebono de Cali, confiesa: “Yo creía que los muchachos eran tontos, como que ya no pensaban y no les interesaba nada”.
“Pero cuando ellos hacen este estallido, yo abro los ojos, comienzo a hablar con esos muchachos y encuentro que tienen una cantidad de información y una capacidad de argumentación que yo no tenía a su edad aunque fuera universitario”.
— Usted dice constantemente que la lucha de estos jóvenes es única y meritoria, ¿por qué lo cree? ¿Cuál es la diferencia entre estos jóvenes y los jóvenes de otros movimientos sociales en Colombia?
“Lo que yo más les valoro a esos muchachos es que no he sentido en ninguno, un discurso de odio. En mi época, nosotros teníamos un discurso de odio. Odiábamos al patrono. Los muchachos lo que están diciendo es, queremos que abran oportunidades. Ninguno ha dicho que se acaben los ricos, que se acabe el país, ninguno está pidiendo nada regalado, eso es lo que yo más valoro de ellos”.
Otra cualidad que Tejada encuentra en los jóvenes en resistencia es su valor. “Están poseídos de los dioses. Esos muchachos yo no sé qué les ha pasado, pero vea, las balas vienen de allá para acá, y ellos van de acá para allá. Yo no sé cómo lo hacen. Tienen una valentía que es casi sobrehumana… es como si no tuvieran sentido de la mortalidad. Eso es lo que les pasa a los muchachos hoy día”.
Cuando Tejada va a los mítines, primero pasa un largo rato escuchando con atención, posteriormente hace directas y a veces opina sobre lo que le comentan.
Todo se transmite en vivo a través de las redes sociales de Canal 2, uno de los pocos medios de comunicación que ha brindado cobertura al estallido social desde los barrios, tomando en cuenta la versión de los jóvenes.
— ¿Se considera activista?
“Yo soy activista y soy periodista. Yo creo que todo periodista es activista, así sea con su silencio. Quedarse callado es activar también”.
— Lo han amenazado de muerte, ¿cómo vive eso?
“Un policía [el 4 de junio] me dijo de frente, este está bueno para matarlo, para pegarle un tiro. Lo dijo en público. Ese día me dije, como que es verdad que sí soy incómodo. Antier a la media noche llegó un carro a la medianoche, se bajaron tres tipos y le tomaron fotos al edificio”.
Además de estas amenazas, por las cuales comenzó a usar casco y chaleco antibalas, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz –CIJP–, una organización colombiana encargada de defender y promover los derechos humanos, dio a conocer el 6 de julio que «han sido recaudados» 30 millones de pesos colombianos –cerca de 7 mil 800 dólares– para «atentar contra la vida» del periodista.
Y sin embargo, Tejada no interrumpe su intensa y comprometida labor. Mañana tras mañana, a través del Informativo Nuestra Gente, analiza justo a sus invitados la situación del país, poniendo siempre a los jóvenes por delante.
“Mi decisión es defender a los muchachos, a la muchachada. La defiendo de los políticos vergonzantes, de los guerrilleros que quieren venir a utilizarlos, de los narcotraficantes que los quieren utilizar, de los paramilitares que también los quieren utilizar. Los muchachos son la única posibilidad que tiene este país de salir adelante, ellos están a punto de darle vuelta de torque a la mentalidad colombiana, y necesitamos que le den esta vuelta de torque”.
“Mi voz se apaga cuando yo muera”, afirma Tejada con serenidad, antes de volver a morder su pandebono.
Nota del editor
Esta crónica se escribió, con el generoso apoyo de la organización internacional Global Exchange, en el marco de las jornadas del Paro Nacional que movilizaron como nunca antes a las comunidades de las barriadas más pobres de Cali y otras ciudades de Colombia. Decidimos incluirla en esta versión impresa porque, lamentablemente, los casos de brutal represión que en su momento documentó Península 360 Press siguen impunes, mientras que el colega periodista José Alberto Tejada Echeverry continúa con su incansable en favor de la juventud.