
Cada año miles de personas buscan llegar a Estados Unidos con la aspiración de brindarles más oportunidades educativas a sus hijos: el temor a ser detenidos, separados o deportados no los inmoviliza; ante ello, las familias suelen encontrar esperanza en la educación.
En el libro “Ahora estamos aquí: migración familiar, educación infantil y sueños de una vida mejor”, la académica de Harvard Gabrielle Oliveira muestra cómo los padres ven la educación como una “moneda de cambio del amor”, como una forma de dar sentido al sacrificio y de invertir en un futuro más estable para sus hijos.
Su investigación expone las dimensiones emocionales y morales de la migración que no son tomados en cuenta durante los debates políticos, revelando cómo las aulas se convierten en espacios donde las familias buscan identidad y pertenencia, y donde las escuelas pueden profundizar la exclusión o abrir las puertas a la dignidad y las posibilidades de cambiar su vida.
Gabrielle Oliveira, profesora asociada Jorge Paulo Lemann de Educación y Estudios Brasileños en la Escuela de Posgrado en Educación de Harvard, dijo durante una sesión informativa realizada por American Community Media (ACoM), que “la educación se convierte en una fuerza estabilizadora, donde la promesa de la educación transmite la sensación de que el sacrificio vale la pena”.
Sin embargo, actualmente familias viven con temor a ser detenidos y separados, todos estos factores influyen en el aprendizaje de los niños y su confianza en las escuelas, pues a los niños les preocupa que al volver a casa vean que algo le pasó a sus padres”, explicó Olivera.
“Los jóvenes que son parte productiva de nuestra sociedad, pierden la confianza, no sienten un sentido de pertenencia, realmente sienten que tal vez pertenecen a otro lugar”, detalló.
La académica habló sobre el papel que juegan los educadores, asegurando que ellos también tienen situaciones complicadas, jornadas largas, poca atención, sueldos insuficientes, horas extensas de trabajo, pero su papel es brindar confianza y orientación, no son responsables del sistema.
“La mejor manera de tener un aula sólida donde la instrucción funcione realmente bien es tener una relación de confianza, la recomendación es escuchar a los niños y conseguir que el psicólogo, trabajador social y todos los que están en la escuela sepan realmente qué está pasando con ese niño, así que no se trata solo de un aula, de un profesor, sino de un equipo”, puntualizó la docente.
“En el caso de las familias con las que trabajé, su migración estaba muy ligada a la supervivencia. Así que la idea de la educación en Estados Unidos era más bien una promesa”, abundó
“Hay entre 18 y 20 millones de niños en Estados Unidos que tienen al menos un padre inmigrante, es uno de cada cuatro niños, entonces la comunicación es importante, puede generar relaciones muy distantes que terminan alejando a estas familias y a estos niños de las escuelas que no tienen suficiente personal para atender los casos y comprender las diferentes necesidades y eso es un verdadero problema”, comentó la académica de Harvard.
“Las deportaciones y el temor provocan una ruptura en el tejido social, donde se puede estar empujando a los niños a un camino sin oportunidades de ser ciudadanos productivos o auto suficientes”, reiteró Oliveira.
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