Abraham Hernández, conocido como “Bram” cuando se presenta con la banda Bande-son Imaginaire, es un músico de origen mexicano de 32 años que ha viajado por el mundo conquistando la imaginación de miles de personas con un “darkwave” mexicano que mezcla una herencia indígena con un sintetizador oscuro.

Pero Abraham es más que su alter ego Bram, cuando los reflectores se apagan y los altavoces se quedan callados, el músico no descansa, pues es profesor en un programa de gobierno con el nombre Escuelas para la Vida, donde jóvenes de todas clases sociales y orígenes tienen oportunidad de acercarse al arte.
Abraham Hernández, oriundo de la alcaldía Tláhuac, en la Ciudad de México, inició su carrera musical en un programa gratuito de gobierno. Reconoció en entrevista para MxPA que un joven como él, no hubiera podido tener acceso al arte de otra manera y el dar clases en Escuela para la Vida, que es parte de un programa del gobierno de México, le permitió cerrar un círculo y regresar a su comunidad, lo que él recibió cuando tenía ocho años y comenzó a tocar el violín.
Aprender con gratitud
Abraham Hernandez comenzó a tomar clases en un programa social llamado “Orquestas y Coros” de la Ciudad de México hace 24 años bajo la tutela del maestro Francisco Aquino Dominguez, de origen peruano y que eventualmente regalaría a Abraham su primer violín.
“Caminando con mi mamá, escuchamos instrumentos y le dije: ‘Oye mamá, como que ahí algo suena, como violines, vamos a ver’”, así fue como Abraham encontró el centro comunitario que bajo la Administración actual se le conoce como Pilares para el Bienestar, ubicado en el barrio de La Nopalera.
El músico mexicano recuerda la gran oportunidad que fue que, en este programa de gobierno de México, le prestaran un instrumento, pues en aquellos años (y hasta la fecha) dos mil o tres mil pesos es demasiado dinero para una familia de barrio popular. Esto, aunado a que durante ese tiempo, la familia de Abraham pagaba cerca de ochenta pesos al mes por las clases del maestro Francisco.
“Prácticamente pagabas para que alguien limpiara, porque no estabas pagando las clases”, comentó acerca del mínimo costo de recibir educación musical en este centro comunitario.
Rodeado de personas con la iniciativa de servir y ayudar a su comunidad, Abraham comenzó su carrera musical. No solo el maestro Francisco guió al joven músico, también compañeros más avanzados se encargaron de ayudarlo a conocer su instrumento: “empiezas a ver toda una comunidad súper bonita… estos programas ayudan a entender que la comunidad, el tejido social, es muy importante, que no estás solo.”
Rápidamente Abraham se convirtió en un violinista talentoso, convirtiéndose en el primer violín de la orquesta sinfónica de Tláhuac y comprendió que era el momento de emprender estudios formales en la escuela Ollin Yoliztli.
El violinista de Tláhuac se enfrentó entonces a una realidad muy diferente después de ser aceptado en la prestigiosa escuela a los 15 años. Vio a compañeros que venían de una educación formal, que tocaban mucho mejor que él y provenientes de círculos familiares que apoyaron su carrera musical desde el inicio: “no es que fuera mal violinista, es que mi contexto era otro”.
Abraham venía de una educación comunitaria, donde todos se apoyaban y la prioridad era que los alumnos aprendieran. En esta nueva escuela, los alumnos estaban en directa competencia y el pedigree de tu carrera musical marcaba tu estatus.
“Te sientes discriminado”, compartió el músico al recordar que le juzgaron por su origen de una familia que no tenía tradición musical y por venir de una formación de un programa social; “empecé a darme cuenta que ese medio sí es muy clasista y muy elitista.”
Antes de terminar su primer año, el joven músico se había dado cuenta que este tipo de educación estaba matando lentamente su amor por el arte.
“¿Qué hago aquí? Yo no quiero odiar la música, amo la música y esto está haciendo que la odie”. Este fue el pensamiento que llevó a Abraham a finalmente romper con la educación musical tradicional. Tiempo más tarde intentaría retomar sus estudios, pero decidiría finalmente que ese camino no era para él.
El camino del rockstar
Desencantado de la música de cámara y del mundo de la llamada alta cultura, Abraham empezó a explorar géneros alternativos y violinistas que combinan rock, jazz y blues para hacer música fuera de los cánones estrechos de las orquestas. Es en este viaje de descubrimiento de la música que conoce a La Bande-son Imaginaire.

Originarios de Oaxaca, los hermanos Óscar Tanat y Heri Angelo Tanat fundaron una banda de darkwave que llama a las ánimas oscuras con un estilo inconfundiblemente mexicano. Abraham quedó enamorado de su música y en una coincidencia del destino, los hermanos Tanat buscaban a un violinista y estaban haciendo audiciones.
Después de una entrevista por teléfono, los hermanos Tanat querían probar al violinista de orquesta y saber cómo se desempeñaba en el escenario, poco tiempo después, concretaron la fecha de su debut en La Bande-son Imaginaire.
“En ese día, justo previo al show, surge mi personaje”. Abraham, que venía de un contexto de música clásica, comentó que no tenía un nombre artístico ni atuendo particular más que los trajes formales que usaba tocando el violín.
El chaleco de cuero, el abrigo, los zapatos de danza y el moño de mariachi completaron a un nuevo músico, Bram.
“Recuerdo que me voltean a ver los chavos, los hermanos Tanat (y me dijeron): ‘¿Estás listo? Prepárate porque esto va a ser una locura’”.
Bautizado como Bram, recordó los gritos ensordecedores y pasar entre los fans locos por las estrellas mientras se aproximaban al escenario. La velada fue un éxito, los hermanos Tanat quedaron satisfechos con el nuevo artista y Abraham había encontrado lo que había buscado durante tanto tiempo, una forma distinta de vivir y hacer música.
La Bande-son Imaginaire empezó giras con su nuevo integrante. El talento de estos mexicanos les ha dado la oportunidad de hacer recorridos por Europa y Sudamérica.
Convertirse en maestro
El programa Escuelas para la Vida es parte de un esfuerzo por parte del gobierno para ofrecer a los jóvenes de México espacios lejos de las drogas y las pandillas. Para Abraham, este proyecto es mucho más que un espacio para mantener ocupados a los jóvenes, es un lugar donde futuros músicos se están formando.

El violinista, que se formó en un centro comunitario, hoy da clases a jóvenes de todas las clases sociales en la alcaldía Tláhuac, su alcaldía. Y es que para este músico es muy importante generar escuelas locales que atiendan las necesidades de cada región.
Abraham es crítico de la centralización de las escuelas de música en la ciudad de México; “las escuelas de perfeccionamiento artístico nunca están en las áreas limítrofes de la ciudad… están llenas de jóvenes que estudian y no son de ahí”.
De las experiencias en escuelas de música, Abraham aprendió lo que no quiere ser: un maestro que maltrate a sus alumnos y que los orille, como lo hicieron con él, a abandonar el camino del arte.
“No quiero que por mi culpa haya alumnos que dejen su proceso”, compartió el Maestro Abraham. Al contrario, su método de enseñanza se basa en el trabajo en comunidad, en el apoyo mutuo y en reconocer el contexto de los jóvenes.
Inspirado por su maestro Francisco Aquino, Abraham pretende devolver un poco de todo lo que estos programas sociales le han dado e intenta alentar a futuros músicos con una actitud positiva frente a los desafíos.
“Hay frases que odio escuchar. El ‘no puedo’ está prohibido, el no me sale… cámbialo por otra cosa; aún no estoy listo, me falta estudio. Porque sí podemos”. Cuando el profesor Abraham dice que sí podemos lo dice también con su ejemplo, pues los jóvenes se quedan sorprendidos cuando se enteran que el gran violinista que les está instruyendo asistió a la secundaria del barrio, que se crió en las mismas calles que ellos, que Bram, el artista que hace giras en Europa, creció en su mismo barrio.
“Me convertí en el maestro rockstar de la escuela”, nos compartió Abraham con júbilo, al tiempo que dijo que eso le ha dado la oportunidad de inspirar a otros de una manera única. Sus alumnos pueden ver que se puede vivir de la música, que no necesitas estar en una orquesta para ser exitoso.
“Para mí es como un sueño hecho realidad. Ahora a mis 33 años pienso que he cumplido gran parte de los sueños que ese niño de ocho años en algún momento tuvo”, compartió el violinista.
Abraham “Bram” Hernández no tiene intenciones de parar, aún le quedan cumplir el sueño de crear una escuela de música para los niños de Tláhuac y desarrollar un método de enseñanza comunitario, libre de violencia y que permita a los niños amar la música tanto como él ama enseñar.
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