A comienzos de septiembre de este 2022 se abrió un espacio de diálogo y de compartición de experiencias que sembró, posiblemente, semillas que se convertirán en frutos en un futuro no muy lejano. Por un lado, el trabajo documental de Emily Cohen, llamado sabiamente «Fruits of Labor» ‒2021‒ se presentó en tierras michoacanas, no sólo en el circuito del festival Ambulante sino en la intimidad del El Gran Calavera Cultural Center, en Pátzcuaro. Y, por otra parte, habitantes de esta región lacustre y campesinos de comunidades afectadas por la presencia de empresas agroindustriales.

Partiendo de que el cine reúne y genera reacciones que nos tocan en lo más profundo de nuestro ser, este documental ‒que recomiendo no se pierdan cuando lo vean estrenado en su cine o festival más cercano‒ remueve la tierra, misma que es trabajada por las manos de las dos protagonistas.
Located in Santa Cruz, California, Ashley and Ximena are part of the working class who grow and harvest strawberries in the large fields of companies such as Driscoll’s, una de las más explotadoras y agresivas con la tierra dentro del mundo de la agroindustria.
Y precisamente es este el punto de partida no sólo del documental –del que no haré spoiler por supuesto–, sino de la relación que se tejió entre campesinos michoacanos afectados por esta misma empresa y la planta refrigeradora que construyó en el municipio de Huiramba. También asistieron mujeres trabajadoras en la zona de Zamora y personas que, viviendo en Pátzcuaro, han visto cómo las tierras que antes alimentaban la cultura culinaria de las comunidades, hoy se utilizan para satisfacer la demanda de consumo que se ha creado alrededor de las berries. Un producto de moda como el aguacate, y ya sabemos lo que ha hecho el aguacate en su versión agroindustrial.
Resultó muy impresionante escuchar, al final de la proyección, cómo se iban compartiendo las diversas experiencias, a un lado y otro de la frontera, hablando con los mismos términos de lo que ocurría en los campos con los llamados mayordomos ‒una suerte de cuidadores para que se trabaja con eficacia‒, con los permisos para ir al baño, con lo que significa trabajar en el campo y saber que el sueldo no es equivalente a las horas y al esfuerzo del trabajo.

Y lo que bien empieza, bien acaba, así que, tras escucharnos, tras reconocernos en la imperiosa necesidad de cambiar el rumbo, cuidar la tierra, frenar a estas moles agroindustriales y recuperar lo que nos ha dado vida e identidad, llegó la hora de la comida, la hora, como dicen en algunas tradiciones, de «compartir el pan y la sal». Aunque en realidad la comida del Gran Calavera fue una delicia, así como lo fue el sentarnos a la mesa juntes, continuando con la plática ‒ejercicio del diálogo que también trajo risas y emociones‒.
De un lado u otro de la frontera habrá siempre lazos que nos hermanan y que nos hacen reconocernos, a veces estos vínculos son sorprendentes, pero en otras ocasiones, como en esta, más que sorpresa lo que hubo fue la conservación de que no hay frontera alguna que pueda frenar el amor a la tierra, el apego a la vida que de ella emana y la necesidad de escucharnos para establecer caminos de solidaridad entre comunidades. De eso también está compuesto Michoacalifornia.

Heriberto Paredes Coronel (Tlaxcala, 1983), Mexican independent photographer and journalist, dedicated to documenting organizational processes in indigenous and peasant communities, searching for missing persons and environmental issues in Mexico. He currently explores formats such as documentaries and podcasts without abandoning photography and text, where he explores new narrative routes. He has collaborated with national and international media, has directed short documentaries and is currently in the development phase of a feature documentary as well as writing a book that brings together more than a decade of work on the Michoacan coast. He lives in Pátzcuaro, Michoacán. Twitter @BSaurus Instagram @el_beto_paredes.
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