La sala de Rafa siempre fue un refugio. Su casa entera fue nuestro refugio en aquellos primeros años en que Michoacán ‒México‒ era un polvorín. Inestable. Sacrílego. Inesperado. Una barricada permanente. Cobijados por el eterno café de Alma y la paciencia de Hernán, aquella casa permitió la construcción de muchas versiones sobre los hechos en que las autodefensas siempre terminaban siendo las protagonistas.
En algunos ratos de descanso o tensa calma nos sentábamos junto a Rafa y escuchábamos las historias de la lucha y la organización en Tierra Caliente y la sierra sur mientras las fotos de familia y la televisión nos veían intrigadas, ¿quiénes son estas personas que entran y salen a toda hora?
Me pregunté lo mismo una silenciosa tarde de julio de 2013 cuando, al no haber mucho lugar, me senté junto a Chuy, un hombre de lentes, cabello recortado, pero no en exceso, algunas canas y una mirada curiosa casi presta a la risa. De cuerpo fuerte parecía que sus mejores años habían pasado ya, veía la televisión con atención y al sentarme de inmediato giró su cabeza y con su escáner de dos ojos me revisó en una segundo.
–Soy Jesús, soy de Chinicuila, pero ahora ando por acá y en otros lugares, con esto del movimiento hay que estar de un lado a otro todo el tiempo. Pero siempre regreso a mi pueblo, mi madre está enferma y no la quiero descuidar. Me dicen Chuy.
–Hola Chuy, mucho gusto, yo soy Beto, soy periodista y ando cubriendo al movimiento desde que empezó, así que por aquí nos veremos seguido.
–¿Te digo algo medio personal? Hace tiempo fui entrenado como militar y ellos me operaron los ojos para ponerme unos lentes y poder ver a distancias mayores. También me enseñaron a aprenderme muchos números y datos con memoria fotográfica, si quieres comprobarlo escríbeme en esta hoja todos los números que quieras, me los enseñas una vez y yo los memorizo casi de inmediato.
–¿Quiénes son ellos?
–Los gringos. Yo crecí allá, en Estados Unidos y me metí como Marin, pero luego ya me vine porque acá está mi mamá sola y enferma.
–¿Quieres decir que eras parte del ejército gringo? ¿Ahora eres autodefensa?
–Bueno sí, estuve con los «gringos» pero luego me regresé y estuve peleando en la limpieza de Chinicuila y ahora estoy viendo dónde soy más útil, ¿vas a escribirme números en esta hoja para que veas que te estoy diciendo la verdad?
Durante el resto del año 2013 estuve encontrándome con Chuy en la sala de Rafa, a veces compartíamos opiniones sobre diversos sucesos que, en aquel entonces, nos parecían decisivos para el rumbo del proceso de levantamientos armados y enfrentamientos contra la violencia organizada.
Sin poner mucha atención en ello, de pronto dejé verlo y las cosas comenzaron a ponerse más tensas en la sierra-costa por lo que hubo que atender con mayor precisión este nuevo momento. Llegaban rumores de que Chuy había sido visto por ahí, en alguna barricada, en alguna avanzada, pero nada concreto.
Para febrero de 2015, el control que habían logrado las autodefensas resultaba visible y permitía el regreso de ciertas actividades y oficios en una vida pública frágil, aunque deseada. En la comunidad de Santa María Ostula –por ejemplo–, se organizó una fiesta para celebrar el primer aniversario del combate frontal contra los Caballeros Templarios.
Por supuesto que una misa precedió a la celebración y en la bola de gente y grupos de seguridad que asistieron, casi escondido bajo su sombrero estaba serio, Chuy. Con un rifle de caza colgado al hombro, sus facciones habían envejecido considerablemente y cuando cruzamos miradas también nos hicimos señas para alejarnos de la gente y poder saludarnos con calma. Ahí me di cuenta de su caminar atropellado, como si una enorme fatiga lo invadiera.
–¿Cómo has estado Chuy, en dónde has estado?
–Híjole pues en muchos lados, en la sierra, en los combates de Aquila, cuidando a mi mamá, no ha sido fácil pero hoy no quería perderme esta fiesta.
–Me da gusto verte, ya ves que hay muchos compañeros que cayeron, a ver si otro día nos sentamos a platicar con más calma allá con Rafa, ahora hay mucha gente y tengo que tomar unas fotos y entrevistar a algunas personas, pero, ¿cómo sientes que va el movimiento?
–Pues bien, aunque sin el apoyo de varios grupos de paisanos que están en Estados Unidos hubiera sido imposible sostener tanto tiempo esta lucha, algún día habrá que escucharse a la gente que nos apoyó desde allá, me consta porque todavía tengo familia allá y siempre estuvieron al pendiente, mandando algunos recursos.
–Tienes mucha razón, ya con calma me gustaría saber más y a lo mejor ir a entrevistar por allá.
Fue la última vez que lo vi. Poco después supe que con su vista sobrehumana pudo detectar helicópteros y descifrar placas de camiones y vehículos, acordarse de datos milimétricamente aprendidos. Su capacidad siempre sorprendió y desataba comentarios.
Finalmente supe que, en 2016, Chuy, el autodefensa solitario murió a causa de un cáncer fulminante y que su madre se le había adelantado semanas antes. Ninguna bandera, ni la mexicana ni la estadounidense adornó su féretro.
Rafa, nuestro generoso anfitrión, me contó recientemente, en una noche de memorabilia de aquella época, que Chuy le escribía desde el hospital a través de Facebook, le pedía que por favor le mandara sus escritos y le contara sus historias, las únicas que en aquel momento de enfermedad le daban sentido a la lucha que decidió emprender a manera de peregrino.
Si algo es necesario en un recuento de este movimiento, es tal vez, el recuento de aquellas vidas e historias de las personas que con su modesta participación dieron un sentido más humano a una guerra librada entre barricadas y caminos terregosos.
Heriberto Paredes Coronel (Tlaxcala, 1983), fotógrafo y periodista independiente mexicano, dedicado a documentar procesos organizativos en comunidades indígenas y campesinas, búsqueda de personas desaparecidas y temas medioambientales en México. Actualmente explora formatos como el documental y el podcast sin abandonar la fotografía y el texto, en donde explora nuevas rutas narrativas. Ha colaborado con medios de comunicación nacionales e internacionales, ha dirigido cortos documentales y actualmente está en la fase de desarrollo de un largo documental así como en la escritura de un libro que reúne más de una década de trabajo en la costa michoacana. Vive en Pátzcuaro, Michoacán. Twitter @BSaurio Instagram @el_beto_paredes
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