Cada día, millones de médicos deben enfrentarse a personas con enfermedades derivadas de una o varias bacterias. Sin embargo, les es cada vez más difícil erradicarlas del cuerpo debido a la resistencia que presentan, un hecho que sin duda ya preocupa a la comunidad científica y médica, pero que debe inquietar a todos.
Según la Organización Mundial de la Salud ‒OMS‒, en el año 2050 se producirán más muertes relacionadas con las superbacterias que por el cáncer, y estas serán la principal causa de muerte en el planeta.
Dicho estudio se reveló en 2017, tres años antes de la pandemia de COVID-19, provocada por el virus SARS-CoV-2, y en ese momento los científicos no tenían idea de que esta enfermedad iba a impulsar el consumo excesivo e incorrecto de antibióticos.
Las bacterias Helicobacter pylori, Staphylococcus aureus, Streptococcus pneumoniae, Escherichia coli, Klebsiella pneumoniae y Salmonella spp son algunos de los microorganismos que en los últimos tiempos han demostrado mayores niveles de resistencia a diversas generaciones de antibióticos y que ponen en riesgo la salud de la población.
Una lista que, desafortunadamente, crece cada vez más y hace que hoy la resistencia antimicrobiana sea un problema de salud pública, calificado en 2020 por la OMS dentro de la lista de «problemas sanitarios urgentes de dimensión mundial».
Las causas, dice la OMS, obedecen a «una miríada de factores que se han combinado para crear un coctel terrorífico, como la prescripción y utilización no reglamentadas de antibióticos, la falta de acceso a medicamentos de calidad a precio asequible; la falta de agua limpia y de servicios de saneamiento, y de prevención y control de infecciones».
Sin embargo, aunque la situación se hace más crítica en regiones marginadas y de pobreza, con crisis sanitarias, falta de agua y hábitos e higiene inadecuados, se han encontrado preocupantes niveles de resistencia a algunas infecciones bacterianas tanto en países de ingresos bajos, como medianos y altos; en hombres y en mujeres, sin importar edad, raza ni condición social, por lo que se trata de una problemática global.
Ejemplo de ello es que un estudio liderado por expertos del Sistema Mundial de Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos ‒GLASS, por sus siglas en inglés‒, respaldado por la OMS, reveló la presencia generalizada de resistencia a los antibióticos en muestras de 500 mil personas de 22 países, en quienes se sospechaban infecciones bacterianas, con una amplia variación desde un 0 hasta 82 por ciento en al menos uno de los antibióticos más utilizados.
Otro estudio, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ‒OCDE‒, habla de «un fenómeno de expansión inquietante, que podría costar 3 mil 500 millones de dólares anuales a las economías de sus países miembros».
La lista de patógenos prioritarios para la OMS incluyó l grado de letalidad de las infecciones que provocan; el hecho de que el tratamiento requiera o no hospitalización prolongada; la frecuencia con que presentan resistencia a los antibióticos existentes; la facilidad con la que se transmiten entre animales, de animales a personas y entre personas; si las infecciones que provocan pueden o no prevenirse ‒por ejemplo, mediante una buena higiene y vacunación‒; cuántas opciones terapéuticas quedan; y si se están investigando y desarrollando nuevos antibióticos para tratar las infecciones que causan.
En la lista de prioridad crítica se incluyen bacterias multirresistentes especialmente peligrosas en hospitales, hogares de cuidado crónico y entre pacientes que necesitan ser atendidos con dispositivos invasivos como ventiladores y catéteres intravenosos.
En los niveles de prioridad elevada y media, se incluyen bacterias cuya farmacorresistencia va en ascenso y que están relacionados, en muchos casos, con enfermedades adquiridas en la comunidad, como la gonorrea o las intoxicaciones alimentarias por Salmonella.
Pero, ¿Qué son las superbacterias y cómo logran resistir los antibióticos?
Las superbacterias son cepas de bacterias que se han vuelto resistentes a los antibióticos conocidos, incluidos en muchas ocasiones los más modernos, y estas intentan sobrevivir ante las agresiones externas y cuentan con una ventaja añadida debido a que tienen una alta facilidad para mutar así como para reproducirse.
En las condiciones adecuadas pueden aparecer cientos de millones en unas pocas horas. Esto permite que sus mutaciones en el ADN sean relativamente rápidas y, en el caso en el que estas modificaciones demuestren su utilidad y pervivan, esta mutación puede ir perfeccionándose cada vez más.
Las superbacterias se producen debido al abuso de los antibióticos ya que, cuando se usan demasiado o incorrectamente, las bacterias que han causado la enfermedad en cuestión se ven sobreexpuestas y producen mutaciones en un intento de sobrevivir.
Lo anterior es conocido como «capitalismo genético», una bacteria resistente tiene una ventaja evolutiva por lo que, no solo tiende a mantenerse, sino que además tiene más probabilidades de seguir adquiriendo mecanismos de resistencia.
A ello se suma que, no importa que tan modernos o sofisticados sean los antibióticos, pues las bacterias seguirán perfeccionando sus mutaciones y, cuanto más se abuse de ellos, más evolucionarán las bacterias para resistirlos. Problema que ya no es posible revertir.
La OMS estableció tres grupos de bacterias multirresistentes, en función de su prioridad.
- Prioridad 1 o crítica, donde todas son resistentes a los carbapenémicos, los llamados antibióticos de amplio espectro, se encuentran la Acinetobacter baumannii, Pseudomonas aeruginosa, algunas enterobacterias como Klebsiella pneumonie, Escherichia coli y varias especies de los géneros Serratia y Proteus.
En el caso de las Klebsiellas ya se han encontrado casos en los que ya no existe ningún antibiótico que resulte eficaz.
- Prioridad 2 o elevada. En este nivel están la Enterococcus faecium que es resistente a la vancomicina; Staphylococcus aureus a la meticilina y a la vancomicina; Helicobacter pylori que es inmune a la claritromicina; Campylobacter spp y Salmonella, ambas resistentes a las fluoroquinolonas; y Neisseria gonorrhoeae con resistencia a la cefalosporina y a las fluoroquinolonas.
- Prioridad 3 o media. Incluyen Streptococcus pneumoniae, las cuales ya no tienen sensibilidad a la penicilina; Haemophilus influenzae, resistente a la ampicilina; y Shigella spp. inmune a las fluoroquinolonas.
Ya que el problema no tiene reversa, se puede ralentizar el problema evitando la automedicación y permitiendo que antibióticos sean recetados por un médico. Además, hay que evitar consumirlos para enfermedades que tienen un origen vírico, como por ejemplo la gripe.
A ello, es necesario entender que el tratamiento de antibiótico debe ser completados y no abandonarle en cuanto los síntomas se vayan, ya que, si se deja de tomar antes, es posible que no se elimine del todo la infección bacteriana haciendo que esta se vaya adaptando al antibiótico y haciéndose resistente a este.
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