
Especialistas en salud pública, economía y medio ambiente coincidieron en que Estados Unidos se encamina hacia un punto de inflexión demográfico, marcado por la caída de la fertilidad, el envejecimiento de la población y la desaceleración de la inmigración, factores que podrían llevar al país a un escenario de decrecimiento poblacional hacia finales de este siglo.
De acuerdo con datos del Buró del Censo de Estados Unidos, bajo escenarios de baja inmigración la población podría reducirse hasta 226 millones de personas para el año 2100, lo que eliminaría el “colchón demográfico” que durante décadas sostuvo el crecimiento del país.
La doctora Ana Langer, directora de la Women and Health Initiative de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, explicó en una sesión con medios realizada por American Community Media (ACoM) que la disminución de la fertilidad es un fenómeno global y sostenido.
“La tasa mundial pasó de alrededor de cinco hijos por mujer en 1970 a cerca de 2.2 en la actualidad”, señaló, al tiempo que subrayó que Estados Unidos no es una excepción.
En el caso estadounidense, recordó que la fertilidad cayó de 3.5 hijos por mujer en los años sesenta a alrededor de 1.6 hoy, una tendencia que también se observa en América Latina, Asia e incluso África subsahariana.
Langer destacó que estas decisiones están fuertemente influenciadas por factores estructurales como el costo de la vivienda, el cuidado infantil, el acceso a la salud y la desigualdad de género.
Desde el ángulo económico, Anu Madgavkar, socia del McKinsey Global Institute, advirtió que el envejecimiento poblacional tendrá impactos directos sobre el crecimiento económico. Señaló que la reducción de la población en edad laboral “podría restar alrededor de medio punto porcentual al crecimiento anual del PIB per cápita en economías avanzadas”.
Madgavkar subrayó que el reto no se limita al tamaño de la población, sino a la productividad, y que “la automatización y la inteligencia artificial tienen el potencial de compensar parte de la reducción de la fuerza laboral”, aunque recalcó que esto exigirá inversiones masivas en capacitación y adaptación del mercado de trabajo.
En la dimensión ambiental, el profesor Philip Cafaro, de la Universidad Estatal de Colorado, planteó que el debate suele enfocarse solo en los riesgos económicos del decrecimiento poblacional.
“El crecimiento continuo de la población intensifica la presión sobre ecosistemas ya severamente degradados”, sostuvo.
Cafaro señaló que problemas como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la escasez de recursos están estrechamente ligados tanto al tamaño poblacional como a los patrones de consumo.
A su juicio, una estabilización demográfica podría formar parte de una estrategia más amplia hacia la sostenibilidad.
Los tres ponentes coincidieron en que la inmigración sigue siendo un factor clave, aunque políticamente sensible.
Si bien un mayor flujo migratorio podría ralentizar el declive poblacional, advirtieron que depender únicamente de esta vía requeriría niveles sin precedentes de inmigración.
También coincidieron en que las políticas diseñadas solo para elevar la natalidad han tenido resultados limitados en distintos países. En cambio, señalaron la necesidad de garantizar condiciones estructurales —como cuidado infantil accesible, licencias parentales, acceso a la salud y equidad de género— para que las personas puedan decidir libremente si desean tener hijos.
Al cierre del foro, los expertos subrayaron que el cambio demográfico no es una crisis inmediata, sino una transformación de largo plazo. La forma en que Estados Unidos responda, advirtieron, tendrá efectos duraderos sobre su economía, su entorno y su cohesión social.
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