lunes, enero 6, 2025

Abel Torres Cuemanco, el espíritu de la Ciencia Ficción

Abel Torres Cuemanco (1942-2005) saltó a la fama por su única novela, “La irreverencia en la cama del púgil” que lo hizo acreedor al premio American Book en 1985 donde puso en práctica un sofisticado cruce entre la literatura proveniente de su natal Tepito con un estilo muy similar a la literatura de la onda y la literatura chicana en Carlsbad, California. En esta novela de Ciencia ficción y de alguna manera autobiográfica, el autor nos lleva por su infancia en las vecindades del Barrio Bravo y la aparición —durante el final de su vida ya en California— de una raza extraterrestre que secretamente ha infiltrado a su comunidad y conspira para apoderarse del planeta.  

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Nacido en el Barrio Bravo de Tepito el 12 de julio de 1942, hijo de Julio Torres Zapata y Maricarmen Trujillo Arriaga, pronto sobresalió en la escuela primaria “Lorena Rosales” por ganar un concurso de cuentos en los que aseguró, el autor, le tocó contar una historia de cómo debajo de dicha escuela se habían asentado una red de túneles que iban desde el Barrio Bravo hasta la calle de Mesones en el Centro Histórico. Sobre el tema, Cuemanco aseguró “Yo crecí en medio de esas historias. 

Primero oí hablar a don José ‘la Zarigüella’, el conserje de la escuela– que cuando yo era un mocoso él ya contaba como con 70 años y apenas sostenía la escoba—, que esos túneles estaban llenos en sus paredes, si tu rascabas un poco en ellas, de pequeños huesitos, ya que la primera construcción de la escuela albergó a señoritas de la clase media y monjas de la orden de las Carmelitas Descalzas quienes se supone cometieron tropelías amorosas con algunos de los trabajadores que se dedicaban al mantenimiento de las instalaciones y que para ocultar su pecado usaron los muros como un osario donde ocultaron los cuerpos de aquellos fetos que no vieron la luz. El solo hecho de imaginar aquella escena hacía que todos los alumnos tuviéramos miedo de ir al baño, lugar donde se aseguraba iniciaba el túnel que luego se dividía y al que era necesario entrar con una linterna y un mapa pues era imposible ver y ubicarse en su interior”.

Y es precisamente que Torres Cuemanco luego en su “Biografía Confesa (2005)” aseguraría que él como autor llegaría a entablar una relación casi esquizofrénica con la ciencia ficción gracias al miedo que todos los relatos que se contaban en el barrio. Asegura: “Ahí me parecía irreal todas esas historias de aparecidos que contaban en los bailes que se celebraban dentro del barrio. Que si al escuadrón de la muerte se le había aparecido la Novia enloquecida en la madrugada por la Calle Jesús Carranza, y aquí abro comillas pues esa historia támbien me marcó de sobre manera, pues los de la banda aseguraban que era mejor no estar presentes a eso de las tres de la mañana en la Calle Chuchín, porque ya había más de uno que había visto pasar a una mujer corriendo y que aseguraban aquella figura pertenecía a la difunta Antonia Segura, una mujer a la que le habían hecho un amuleto con plumas de pato y las entrañas de siete palmípedos diferentes; su crimen fue casarse con  un hombre y que su suegra no la quisiera, Antonia fue víctima de esa brujería y todo salió mal porque el fantasma pudo comunicarse con el viudo que no dudó en buscar a su madre y partirla con una hacha”.

Abel Cuemanco también contaría sobre esas experiencias que a su llegada a Estados Unidos le servirían para contenerse en medio de un ambiente hostil, en sus propias palabras pues, aunque la comunidad latina lo protegió, siempre entre los connacionales había cierta reserva: “Claro, la gente se sentía amenazada por mi presencia y la de todos los migrantes que llegábamos, no era una época precisamente mala, había una bonanza económica, al final los EU ganaron, junto a los aliados, la guerra. Kennedy había tomado la presidencia y era tan popular que la gente hablaba de una nueva casta real; nosotros nos sentíamos dentro del sueño americano, pero no era precisamente un consuelo porque también había otras implicaciones, como el posterior desarrollo de la Guerra Fría que querámoslo o no, a todos nos hizo pensar en el fin del mundo. Yo por aquel entonces llegué con mi tío Venustiano, quien tenía unos diez años ahí. Yo no venía precisamente de un pueblo y tenía ciertas mañanas, también, me gustaba frecuentar a cierto tipo de gente y fue así como me fui internando en el mundo de las bandas e hice mi iniciación en una de ellas”.

Se preguntarán el motivo de integrarme primero a una de esas bandas y no interesarme —aunque después lo hice—  en movimientos políticos como lo fue la Mexican Youth Organization (MAYA) o la United Mexican American Students (UMAS) que ya tenían un enorme grupo de agremiados en California, pues fue porque yo venía de un lugar donde el sistema de protección entre los jóvenes era proveído por las bandas que dominaban las calles y por medio de las cuales obtenías más derechos y más preventas que si esperabas a que el gobierno te reconociera un carajo de algo”. 

Abel Torres Cuemanco fue un escritor de resultados menores, digamos, en comparación con otros representantes del movimiento Chicano de la época o que escribieron principalmente a mediados del siglo pasado. Nombres como la feminista, novelista y poeta Gloria Anzaldúa (1946-2004), el novelista Rudolfo Anaya (1937-2020) o Sandra Cisneros, entre otros tantos, resuenan como representantes  de dicho movimiento. Torres Cuemanco fue a la vez, un misántropo, como Onetti al que, en sus últimos días, tenían que ir a llevarle cosas y cuando le preguntaban –sus adeptos— si estaba, les contestaba que: “Onetti no está, deja la comida bajo la puerta”.

Torres Cuemanco pasó sus últimos días en la casa de ancianos de Carlsbad By the Sea. Hasta su muerte acaecida en el año 2005 gracias a una falla renal, las autoridades de la institución le permitieron dar un taller semanal de donde se desprendió la famosa revista Kranky, cuyo principal fin fue hacerle un sentido homenaje a la revista chicana por excelencia que se publicó en los años 70´s en la Universidad de Berckley llamada El Grito. 

En una de sus últimas entrevistas aseguró que la historia de la novela “La irreverencia en la cama del púgil” no fue un invento sino un testimonio de lo que era su vida en la casa de ancianos, donde se sitúa gran parte de la ficción de la novela. En esa misma entrevista contestó de dónde había sacado el apellido Cuemanco y aseguró que como en su novela todo había comenzado en un día soleado en los canales de Cuemanco, estando con su novia en una canoa, cuando tenían 17 y 16 años respectivamente. Ella cayó al canal y él se aventó a rescatarla, pero nunca pudo encontrarla. No sabe cómo lo rescataron y fue a partir de ahí que aseguró el canal le había dado una segunda oportunidad. Abel Torres Cuemanco aseguraría también que los OVNIS no vienen del espacio exterior, sino que él estaba seguro que venían de las profundidades de las aguas y que él no sabía bien, pero casi estaba seguro de que ellos fueron los que lo habían salvado aquel trágico día.

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