Por Pamela Cruz y Constanza Mazzotti
“No hay mayor religión que el servicio a los demás. Trabajar por el bienestar común es el mejor credo”, dijo alguna vez el médico y filósofo alemán Albert Schweitzer. Y si alguien conoce del servicio, ayuda y lucha por los demás es Dolores Huerta, una mujer cuya vida extraordinaria en pro de los derechos de trabajadores del campo no se detiene.
Dolores Huerta no pide permiso, ella sólo hace lo que se necesita hacer.
Para ella nada es imposible. ¡Sí, Se puede!,(Yes We Can) ha sido su grito de lucha a través de decenas de años buscando el cómo poder favorecer a las voces de los que nadie quiere oír, a las manos de quienes no quieren voltear a ver y a los que por años vieron sus derechos sobajados.
Pareciera que en cualquier momento su lucha iba a parar, sin embargo a sus casi noventa años, su voz sigue sonando fuerte en los discursos del ex presidente Barak Obama, o cuando Hillary Clinton homenajea su trayectoria al lado de César Chávez (su compañero de lucha) y su famosa Huelga de la Uva con la que negoció por primera vez en Estados Unidos los derechos de los trabajadores del campo y con la que instauró contratos legales y seguros de salud.
No le gusta dar entrevistas, pero su voz resuena fuerte con su propia historia de lucha y símbolo feminista.
Nació un 10 de abril de 1930 en Dawson, Nuevo México, pero a corta edad se mudó junto con su madre a Stockton, California, una comunidad de agricultores en el condado de San Joaquín, donde continúa siendo una leyenda de lucha en pro de los derechos de los agricultores inmigrantes.
Después de ser una “Girl scout” y de haberse dedicado a la enseñanza a nivel primaria, su vida tomó un rumbo totalmente diferente al percaterse de las injusticias que los campesinos vivían a su alrededor, razón suficiente para iniciar una lucha por los derechos de estos, hasta que todos tuvieran las mismas oportunidades laborales bajo condiciones justas y dignas.
«No podía ver a los niños entrar al salon hambrientos y necesitando zapatos. Pues pensé que podría hacer más organizando a los campesinos que intentando enseñar a sus niños hambrientos”, dijo en una de las pocas entrevistas dadas a un canal de televisión.
Siempre influenciada por la fuerza de sus dos padres: Juan Fernández, quien trabajó como minero, obrero y campesino en Nuevo México, pero ante todo, fue un líder activista de la unión y asambleísta del Estado. Dolores poco lo vió luego de que este se divorciara de su mamá cuando ella apenas tenía tres años.
Su madre, Alicia Chávez, poseía un pequeño hotel en Stockton, California, donde ayudaba a familias campesinas y absorbía el costo total de aquellos que eran inmigrantes.
Más formalmente, Dolores Huerta, como comúnmente se le llama, inició su lucha de vida al lado de Cesario Estrada Chávez, más conocido como César Chávez, líder campesino y activista de los derechos civiles estadounidenses.
Sin embargo, el trabajo de Dolores Huerta no inició ahí, ya que en 1955 fue miembro fundador de la Organización de Servicio Comunitario (CSO) al lado de Fred Ross (1019-1992) un activista originario de San Francisco, quien organizó a a los México-americanos en California.
Fred Ross, quien fuera un maestro para Huerta y Chávez, también sería quien transmitiera, a través de la CSO, las enseñanzas en contra de la segregación y brutalidad de la policía, crear el registro del votante, y los servicios públicos mejorados así como la lucha para promulgar la nueva legislación a sus mejores discípulos.
Así, Dolores Huerta y César Chávez, posteriormente se unieron para fundar fuera de la CSO el National Farm Workers Association o “NFWA” (Asociación Nacional de Obreros) predecesor a la Unión de Trabajadores del Campo (UFW, por sus siglas en inglés).
NFWA centraba sus esfuerzos en incluir a los trabajadores inmigrantes indocumentados en sistemas de salud, hacer que votaran y en la creación de material de urnas en español, entre muchos otros.
Posteriormente, la organización se fusionó con el Comité Organizador de Trabajadores Agrícolas (AWOC, por sus siglas en inglés), liderado por el filipino Larry Itliong, con el fin de conformar en 1962 el Comité Organizador de la Unión de Campesinos (UFWOC, por sus siglas en inglés).
Los objetivos de dicho comité tuvo como puntos principales el mejoramiento de la vida de los trabajadores agrícolas tanto en su situación económica como en su condición social, así como liberarlos del estigma que tenian por dedicarse dicha labor.
A su vez, la United Farm Workers realizaba movilización, huelgas e incluso boicots para empresas que no daban buenas condiciones a sus trabajadores y que significaban un riesgo para la salud, acciones que han tomando fuerza hasta ahora.
“Las condiciones de trabajo son muy, muy malas ya que no tienen ningún tipo de protección. Los trabajadores agrícolas no tienen ni siquiera las necesidades humanas básicas. No tienen baños ni agua potable en los campos. No pueden defenderse cuando son degradados o humillados o sometidos a condiciones de trabajo inhumanas”, denunció en una entrevista de radio con Maria Huffman llevada a cabo el 23 de febrero de 1968, un año crucial para los movimientos sociales en América Latina.
Las uvas de la ira
El 8 de septiembre de 1965, los miembros filipinos del Comité Organizador de Trabajadores Agrícolas (AWOC, por sus siglas en inglés) exigían sueldos más altos declarándose más de 5 mil obreros de uva en huelga en el área de Delano, condado de Kern en California.
La protesta duraría cinco años, en la que Dolores Huerta se convertiría en la líder que logró acuerdos a favor de los agricultores explotados.
De ahí que haya surgido en 1966 el Comité Organizador de Trabajadores Agrícolas Unidos (UFWOC, por sus siglas en inglés), con el cual Dolores logró negociar el primer contrato con la licorera Schenley Wine Company.
Esa fue la primera vez que Estados Unidos negociaba los derechos de los campesinos, lo cual incluía planes de salud, contratación de obreros, administración de contratos y juicios a favor de obreros, así como regulación de pesticidas tóxicos.
Además Huerta logró amnistía para los campesinos que vivieron, trabajaron y pagaron impuestos en Estados Unidos para poder gozar los privilegios de ciudadanía, resultando en la Ley de Inmigración de 1985.
Logros de una vida
Entre los premios más importantes Huerta se ha hecho acreedora de un sin fin de premios, entre los que destacan Salón de la Fama Nacional para Las Mujeres (1993), premio de la Unión de Libertad Civiles Americana (1993); Premio Eleonor Roosevelt de Derechos Humanos (1998); y el Reconocimiento Ohtli (1998).
A su vez, el Four Freedoms Award (2003); Humanitarian of the Year (2008); ingresa al Labor Hall of Honor (2012); Medalla Presidencial de la Libertad (2012); ingreso al Salón de la Fama de California (2012); y la Medalla Radcliffe (2019).
Dolores Huerta tiene su propia fundación, sigue como secretaria-miembro de Los Campesinos Unidos y Vicepresidente de La Unión Obrero de Mujeres, es Vicepresidenta del AFL-CIO de California y y es un miembro de la junta para el Fondo Para La Mayoría Feminista que defiende para los derechos políticos e iguales para las mujeres.
Por si ello fuera poco, es madre de once hijos y 14 nietos, con quienes ha combinado su vida llena de lucha social afirmando que “el hecho de ser mujer me ha ayudado porque nosotras tenemos más aguante que los hombres”.
Actualmente, cada 10 de abril, el día de su nacimiento, está proclamado como el Día de Dolores Huerta en California
Con información de la Fundación Dolores Huerta.
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