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martes, diciembre 24, 2024
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El suéter que tejió mi madre

Hoy por la mañana, mientras tomaba café, observé las mangas de mi suéter y me pregunté: ¿Cuántos años tendrá? Es costumbre que me levante de la cama en pijama, me ponga este viejo suéter y camine en modo zombi a preparar mi desayuno. Tomé el primer trago de café acompañado con una rebanada de pan untado con mantequilla y mermelada, recordando cuánto tiempo llevo tomando café con pan. Calculé al menos 70 años. 

Agradezco a la vida tener esta tranquilidad en la que el tiempo se eterniza, propiciando conectarme con mi persona y volver a ser yo misma.

Recordé la voz de mi mamá llamándonos a desayunar: «¡Niñas, ya está servido el desayuno! Apúrense que van a llegar tarde a la escuela». Los días de clase sólo tomábamos un licuado de plátano, ‒que nos chocaba‒ al que le ponía un huevo y un poco de canela para disimular el sabor del mismo y de las vitaminas. Nos colocaba la torta en la mochila para comer a la hora del recreo. 

El suéter que tejió mi madre. Foto: Estela Calápiz

En México, en mis tiempos, en mi familia, los fines de semana se acostumbraba tomar café con leche y pan, jugo de naranja y huevos preparados de muchas maneras; mi mamá se las ingeniaba para variar cada día: tibios ‒3 minutos con pedacitos de bolillo adentro de un tazón‒, revueltos con papas o jamón, con chorizo, ejotes, chayote, a la mexicana, rancheros, duros, etcétera.

Ya más grande, en la adolescencia, mi mamá intentó darme el licuado, pero no me pasaba. ¡Sabía espantoso!, así que me dejó tomar café negro y pan ‒como ahora‒. No me daba tiempo de desayunar mucho porque tenía que llegar a la escuela vocacional ‒preparatoria‒ que me quedaba muy lejos. Mi madre no solía ser muy cariñosa, demostraba su amor alimentándonos bien, buscaba que comiéramos lo más sano que se podía; creo que funcionó porque mi familia ha sido muy sana.

Hacía mucho tiempo que no pensaba en mi mamá, nunca tuve «mamitis». Esta reflexión me llegó al mirar la manga de este suéter. Tejer para nosotras era otra forma de demostrar su cariño; bordar las sábanas y los manteles. Ella era muy ordenada y limpia, además de ser una excelente cocinera.

Este suéter representa el cariño de mi madre; cuando me lo pongo, está junto a mí. Viajo al pasado, a esas horas en que tejía o bordaba en espera a que llegara mi papá del trabajo. Ella aprovechaba todo el tiempo creando, sintiéndose satisfecha de sus manualidades; nunca la vi molesta por eso, inclusive, cuando mi papá llegaba tarde y cansado de trabajar. Tampoco era sumisa, tenía un carácter muy fuerte, se podría enojar por muchas cosas, menos por tejer.

El suéter que tejió mi madre. Foto: Estela Calápiz

Los tejidos que quedan son su huella. Ahora tomo conciencia de su cariño, el de la mujer que recién embarazada esperaba a que nacieran sus hijos ‒nosotros‒, a quienes nos tejía chambritas, bordaba las sabanitas de nuestras cunas y más tarde las de nuestras camas; costumbre que continuó hasta la siguiente generación. Tejer y bordar las canastillas de sus nietos.

En algún tiempo yo he juzgado la dificultad de demostrar su cariño abrazándonos o jugando con nosotros. ¡Nunca lo hizo! sin embargo, siempre estuvo a nuestro lado cuando enfermábamos, dándonos medicina o llevándonos la comida a la cama, a pesar de que ella no le gustaba que comiéramos en la recámara. Ahora entiendo que muchos padres de esos tiempos se preocupaban más por darnos de comer y cumplir con la escuela. 

Mi mamá siempre pensó que era importante alimentarnos bien para que creciéramos sanos. Mi papá llevaba el dinero y ella se hacía cargo de todo lo referente al interior del hogar.

En este tiempo, la vida cambia de diferentes maneras, como los dos padres trabajan, me he dado cuenta que, en algunas familias, los niños se alimentan muy mal ‒comida chatarra‒. He escuchado que la relación es monitorearlos a través del celular, su demostración de amor es al menos, al despedirse de ellos, decirles un «te amo» rutinario. 

Debido a la carencia económica, muchos niños pasan, cuando bebés, en una guardería. No es mi intención juzgar. Tanto en el pasado, como en el presente, ha habido y sigue habiendo padres conscientes de la responsabilidad de traer hijos al mundo, padres que pueden demostrar su cariño y contenerlos emocionalmente. No sólo están pendientes de sus calificaciones.

Volviendo al suéter que tejió mi madre, éste sigue en buen estado y cuando me lo pongo siento su amor y cariño, toda ella está aquí en el presente. No sólo está su energía, quizá están sus huellas en el ADN del tejido. ¡Está en mi sangre! Están esos momentos Íntimos con ella misma, están sus manos cálidas en el estambre que reposó en sus piernas como yo hubiera querido estar cuando era niña, tocando con mis bracitos su cuerpo, de la misma manera como el estambre y el tejido estuvieron en contacto con ella. 

Siento la nostalgia de su contacto físico, es por eso que todas las noches me arropo con este suéter, siento que es ella la que me cubre cuando sueño. A veces me abrazo con este tejido perfecto, sé que no sólo estuvo para mí desde que ella lo tejió, sino que siguió estando conmigo y seguirá estando allí para mi hija cuando yo muera.

Más de la autora: ¡Qué Maravilla, llegar a mi edad y tenerlo todo!

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