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viernes, abril 26, 2024
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¡Qué Maravilla, llegar a mi edad y tenerlo todo!

Por Estela Calápiz.

Cuando por la mañana me despierta el rayo del sol que se filtra por la ventana, lo primero que hago es abrirla para sentir y oler la frescura de las plantas; para observar la naturaleza que me rodea: los árboles, las flores, los pájaros revoloteando alrededor de la fuente ¡No me falta nada! Lo digo en voz alta disfrutando la belleza que me rodea y agradecida con La Energía Creadora. 

Tomo ahora la conciencia de que estoy respirando después de pasar esos días en los que penosamente podía recibir el aire y la sensación de asfixia me impedía conectarme con la vida. Era como si mi cuerpo fuera un vestido viejo aventado en una cama.

Yo siempre he creído que todas las enfermedades son psico-somáticas, comienzan en nuestra psique y luego se depositan en algún lugar del cuerpo. El Asma provoca un ahogo de emociones, donde uno se siente atrapado sin capacidad de elección sobre su propia realidad. Es caer en una especie hoyo oscuro del que no puedes salir, es un sentimiento de no poder superar el dolor que lo bloquea y que nos impide seguir con nuestra vida. 

En el transcurso de nuestra existencia, caemos varias veces en eso que llaman infierno para aprender de nuestros errores, no existe el castigo y menos ese dios que castiga. El Cosmos se ha creado y se sigue creando con todo lo necesario para la vida. Así que, en el proceso de enfrentar el desafío de la enfermedad, tomé mi responsabilidad, así como una conducta activa en el cuidado de mí misma. 

Me relajé y comencé a meditar y a reconocer y aceptar mis sentimientos. Tardé un poco, pero creo que ya lo estoy logrando. Ahora sé que tuve que viajar a México para reconocer mis miedos, mis recuerdos y mi fobia para reconciliarme con el pasado y seguir viviendo en la libertad de ser Yo misma.

Uno de los retos que estoy enfrentando es sobrevivir a la vejez con dignidad. No victimizarme con ninguna enfermedad, los Padres debemos ser un apoyo amoroso para los hijos y no una carga. Me siento muy orgullosa de esto y también, de que ellos nunca han sido una carga para mí.

En estos años he aprendido, entre otras cosas, entender qué nos está diciendo la enfermedad; qué es eso que debemos cambiar para sanarnos y, cuando de verdad tomamos Conciencia nos sanamos. En el hoy estoy creando un futuro saludable. No quiero ser una carga para nadie.

Tengo la voluntad de vivir y esforzarme en seguir activa. Tengo la Fe en que seguiré haciendo lo que me hace feliz a mí y a todos los que comparten conmigo este tramo del Camino. Y digo Fe porque como diría alguien quien no recuerdo:

«Probablemente de todos nuestros sentimientos, el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida. Es la misma vida defendiéndose».

Termino de escribir esto en el primer día que ha llovido aquí en el Área de la Bahía. La lluvia en lugar de entristecerme, como les sucede a algunas personas, me trae alegría al ver como los ciclos de la naturaleza se suceden con naturalidad, al mirar a las plantas refrescarse, a los árboles desnudárse de sus hojas ¡Ya entramos al invierno! Es el momento de sacar los abrigos, la ropa de lana, aunque… No todas las personas podrán resguardarse y abrigarse del frío, no todas las personas ‒a pesar las casas de beneficencia les den comida, etcétera‒ estarán en el ánimo de festejar algo. 

Eso me lleva a reflexionar en lo difícil que es ayudar, porque no todo se basa en dinero y comodidad; también hay personas que no quieren ser ayudadas. 

Dejando pasar todas estas cavilaciones me doy cuenta que ya las casas están adornadas con motivos navideños, me imagino los preparativos de muchas familias que esperan la cena de la Noche Buena del 24 de diciembre ‒costumbre que nosotros los mexicanos y los países de Latinoamérica celebramos en esta noche‒ o el 25 al mediodía, la Comida de Navidad como se celebra acá en Estados Unidos de Norte América.

Espero que también en las casas de reposo, asilos de ancianos, casas de cuidado intensivo;  tengan este ambiente festivo que hay afuera. Deseo que los familiares de estas personas los visiten y los hijos den a sus padres ese abrazo amoroso que tanto esperan. Es sabido que muchas personas caritativas irán a llevarles regalos, quizá hasta música. Pero yo sé muy bien que nada sustituye al abrazo de los hijos, aunque sea una vez al año.

Deseo, qué en estas Fiestas no sólo pensemos en la Comida, que seguramente será de lo mejor ‒cada platillo cuidadosamente elaborado según las costumbres de los diferentes países‒. Yo desearía que en cada Familia surgiera la aceptación de todos y cada uno de sus miembros: sin juicios, sin reclamos, sin pleitos, sin rencores, sin envidia y pudiéramos darnos el mejor regalo que podríamos dar ¡el del perdón!

Más de Estela Calápiz: Importancia de la Ceremonia del Té

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