Por Rober Díaz. Península 360 Press
Opinión
Lo más probable es que nos condenen a un nuevo confinamiento, pero ¿qué importa? ¿Acaso no estamos más a salvo de nosotros mismos si nos encierran?
Parece que aunque, la balanza demográfica refleja que hace 50 años solo había 98 personas en el mundo que pasaban de 100 años y aunque ahora haya más de 5000 mil, la esperanza de alcanzar a ver como el culo de Dios nos parió hace miles de millones de años con la puesta en órbita del nuevo súper telescopio James Webb, no será suficiente para calmar nuestra ansiedad, ¿y, si descubrimos que en realidad no fue el trasero del Arquitecto del Universo el que nos concibió y en cambio, somos una caricatura bidimensional reflejada en un espacio 3D?
Si sobrevivimos a la guerra bacteriológica entre China y los Estados Unidos o las Teorías de la Conspiración que aseguran, una manada de ricos se la pasan drenando adrenocromo de cuerpos indefensos y coronando sus orgías satánicas, donde violan y ofrecen al diablo a niños para llenarse con ese culto misterioso de las glándulas suprarrenales suficientes, que los hacen sentirse amos del mundo, pues funcionan como logias a los que si se les observa bien, puede verse como los ojos les cambian, a veces por unos más verdes; otras, por unos negros de petróleo, y muecas largas y espaciosas que dejan ver algo más que colmillos, una subcultura de feligreses que está dispuesta a creer que una raza extraterrestre es la que domina el mundo y lo envilece.
En el 2022 nos esperan eventos en el planeta Neptuno y en el signo de Piscis, eso parece querer decir que todo ciclo que determinemos acabará el siguiente año, inevitablemente se aplace. Seguiremos atrapados en este loop; el de una generación que florece tras la pandemia, que por fin conquista a la virtualidad que tanto alabaron los teóricos posmodernos. Saltamos en menos de un año de una res pública burocratizada a la res virtualitis operativizada. El internet comprobó como una red mundial puede incorporar a más usuarios a sus filas que donativos para sacar del hambre a África.
Para el siguiente año, igualmente, estaremos llenos de odio, pero nuestra generación preferirá concentrarse en una imagen donde los Alpes Suizos son presentados como una señal de alta cultura y paz, en donde vale más la tranquilidad que la justicia.
No podríamos ser todos los que nos negamos a recibir a este nuevo dios que se manifiesta de lado de La Pachamama y La Ciencia, porque parece que estamos escribiendo una teoría que puede funcionar las más grandes contradicciones pensadas para volver a atrapar al ser humano en una idea y no en una realización histórica; una idea donde la humanidad se ve a sí misma habitando las ciudades, jugando videojuegos. Somos una civilización que se ve a sí misma como un adagio sobre valorado donde no importa vivir si se puede simular que se puede sentir y, sobre todo, se puede pagar por esa experiencia.
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