Por Pamela Cruz y Constanza Mazzotti
Aún recuerdo mis días de voluntariado en un pueblito de la sierra de Hidalgo, México. Uno de esos donde no llega electricidad a todas las viviendas, pues a lo largo del tiempo les han olvidado. Sin embargo, es dónde mis ojos se llenaron con más luz en toda mi vida. Esperaba con ansias cada noche, pues levantaba mi mano y sentía que era posible alcanzar las estrellas.
Solía sacar un petate al patio y quedarme ahí por horas, a veces toda la noche, imaginando cómo sería estar allá, arriba, en el espacio, viendo desde ese lugar la tierra, sintiéndome pequeñita ante la inmensidad del universo, dándome cuenta que esta pelota a la que llamamos tierra es hermosa, pero nada ante el infinito espacio.
De niña soñaba con ser astronauta, pero, pensé, ¿es eso real? ¿Cuándo una mexicana podría alcanzar tal suerte? Es carrera para hombres, me dijo una vez un tío, mientras que un profesor se rio de mis sueños.
El pasado 4 de junio de 2022, Katya Echazarreta, una jalisciense de 26 años, radicada en Texas desde los 7, logró el sueño de millones de niñas que no hacen más que posar sus ojos en las estrellas. Se convirtió en uno de los seis turistas al espacio que transportó la nave espacial New Shepard de Blue Origin, demostrando que, en el universo, hay espacio para todos los que luchen por alcanzarlo.
El viaje de apenas diez minutos, marcó la quinta misión tripulada exitosa para la compañía de Jeff Bezos, pero la hazaña de su vida para Echazarreta.
Katya se convirtió no solo en la primera mujer mexicana en viajar al espacio, sino también en la estadounidense más joven en cruzar las fronteras de la tierra.
La joven ingeniera eléctrica es además divulgadora científica de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, más conocida como NASA. Ha trabajado en 5 misiones de la agencia, incluida la llamada Europa Clipper.
Su objetivo, dice, es que su «viaje como mujer en STEM ‒acrónimo en inglés que sirve para designar las disciplinas académicas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas‒ ayude a otros a alcanzar sus objetivos. Estoy orgullosa de mis raíces mexicanas y quiero mostrarles a los demás que puedes tener una carrera exitosa sin sacrificar lo que te hace perfectamente único», señala en su blog www.katechazarreta.com.
La ingeniera fue una de los siete mil postulantes para formar parte «Espacio para la Humanidad», programa que busca democratizar el acceso al espacio.
Al viaje se sumaron los turistas espaciales Victor Correa Hespanha ‒segundo brasileño en ir al espacio‒, así como a los empresarios Hamish Harding, Jaison Robinson, Victor Vescovo y Evan Dick.
Mientras Katya tenía sus cinturones ajustados e iniciaba la cuenta regresiva para que la nave la llevara a dónde solo sus mejores sueños la habían llevado, en mi cabeza no podía dejar de escucharse de fondo «Space Oddity».
«Ground Control to Major Tom, Ground Control to Major Tom, take your protein pills and put your helmet on. Ground Control to Major Tom, commencing countdown, engines on, check ignition and may God’s love be with you. Ten, Nine, Eight, Seven, Six, Five, Four, Three, Two, One, Lift off», cantaba David Bowie en 1969.
Las mujeres de la NASA miran al cielo
Caminaba por el centro de mi ciudad natal sola y de madrugada en un paseo para quitarme el calor. Las luces amarillas sobre el concreto blanco iluminaban las calles dando una sensación de seguridad y por si fuera poca luz, había luna llena.
Subí y bajé escaleras, tomé calles grandes y otras pequeñas y asomé la vista antes de seguir hasta mi casa. Ahí estaba, en medio de la plancha de cemento, un desconocido señor, concentrado, viendo inmóvil por una pequeñisima mirilla de un telescopio, quien m invitó a ver a través del telescopio a esa enorme pelota en el cielo y yo, sin decir palabra, acepté con una amigable naturalidad para ver la luna de cerca.
El telescopio que montó ese desconocido señor en medio de una céntrica y vacía calle en la madrugada sirvió para recordarme las ganas que de niña tenía por los planetas. Un sueño alentado por mi abuelo cuando de chica me regaló y enseñó a usar mi propio telescopio.
Las primeras veces que me acercaba a una mirilla a ver las estrellas me preguntaba por quién sería la persona que llegaría hasta allá. Fue en 1993 a la edad de nueve años, cuando una mujer ya estaba ahí.
Ellen Ochoa, la física y doctora en ingeniería de Stanford quien tuvo una carrera de 30 años en la NASA, realizó su primera misión espacial, la STS-56 desde el Kennedy Space Center, el 8 de abril de 1993 en el transbordador espacial Discovery durante un viaje de nueve días.
En total, la astronauta, ha volado al espacio un total de cuatro veces acumulando mil horas de trabajo como líder a bordo de las naves.
Ochoa es la primera mujer de origen hispano nacida en Los Ángeles, California, en llegar al espacio, y tuvo una carrera que abriría los primeros espacios en la NASA para que las niñas y la gente de color pudieran dedicarse al estudio de la ciencia pues también se dedicó a participar en campañas que abrieran ese tipo de espacios.
Quizás Ochoa fue el parteaguas que ha hecho que muchas mujeres mexicanas que han soñado con el cielo y el espacio hayan podido llegar hasta allá.
Tal es el caso de la generación de mujeres mexicanas que han logrado ingresar a la NASA desempeñando su trabajo científico, no sólo en el espacio sino en tierra, y además en misiones al planeta Marte.
Margaret Zoila, originaria de Tecamachalco, Puebla, es actualmente doctora en ciencias ópticas de la Universidad de Arizona e ingeniera óptica en la NASA en el Centro de vuelo espacial Goddard de Maryland.
Su labor radica en trabajar en el telescopio Roman, nombre en honor a Nancy Grace Roman, quien fuera la primera mujer ejecutiva en la NASA o la «madre del Hubble». La doctora Margaret Zoila trabaja en dicho instrumento quel está diseñado para estudiar galaxias y ayudar a comprender la energía oscura y la materia oscura.
Dorothy Ruiz Martínez, originaria de San Luis Potosí, es ingeniera aeroespacial por la Universidad de Texas, trabaja en la NASA en la misión Control Houston controlando desde la tierra sistemas de comunicación enlazando las telecomunicaciones satelitales con la Estación Espacial Internacional.
Su carrera inició en 1998 cuando fue seleccionada por la agencia para realizar investigaciones para vehículos espaciales de alta velocidad con materiaes reusables, siendo nombrada como instructora de Astronautas para Transbordador. Ha trabajado en Moscú, Rusia, como Coordinadora de Enlace de actividades espaciales entre la NASA y la Agencia Espacial Rusa.
Por otro lado, la Doctora Javiera Cervini Silva, química ambiental por la Universidad de Illinois y quien actualmente es Profesora e investigadora del Departamento de Procesos y Tecnología de la Universidad Autónoma Metropolitana, fue también investigadora en el Center for Integrative Planetary Science y subdirectora del Instituto de Astrobiología de la NASA (Programa BioMARS) en la Universidad de California en Berkeley (2003-2005).
El equipo de trabajo del cual la doctora Cervini formó parte, estudió la posibilidad de vida en Marte, la evolución de la hidrosfera, la superficie de la topografía en Marte y su relación con la historia de la distribución de agua y procesos atmosféricos.
Los logros de las mujeres por llegar al espacio no terminan ahí pues ahora, los caminos se dirigen hacia el planeta Marte. Carmen Félix, de 37 años, que en 2016 se convirtió en la primera astronauta análoga mexicana, ha participado en una simulación por parte de la NASA en el Mars Desert Reseasch Station en Utah.
Además, ha realizado labores como programas colaborativos entre entre México y la NASA, que ayuda a mexicanos a hacer pasantías y programas de verano. Por si fuera poco ha trabajado con el consejo asesor de la generación espacial de la ONU.
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