domingo, diciembre 22, 2024

La gimnasia estadounidense ejemplifica la diversidad racial americana

Fernanda Roldán. Península 360 Press

Históricamente, algunas disciplinas olímpicas tienden a ser dominadas por ciertos países, mismos que, para mantener la dinastía, han recurrido a solventar sus selectivos con atletas migrantes y dispuestos a competir por la nación más allá del estereotipo.

Tal es el caso de Estados Unidos en la gimnasia artística femenil. El equipo que representó al país de las ‘barras y las estrellas’ en los Juegos Olímpicos de Río 2016 marcó una época sin precedente en el deporte de apreciación tras ganar el segundo título consecutivo de la categoría, con una puntuación de 184.897, y un margen de 8 puntos sobre el segundo lugar, Rusia, 176.688 puntos, además de los 176.003 que mantuvieron a China en el tercer lugar.

La historia, además, sostiene que entre las ya famosas Final Five permanecían tres integrantes fuera del estereotipo que la supremacía americana imperaba: Simone Biles, afroamericana de Spring, Texas/World Champions Centre; Gabby Douglas, afroamericana de Tarzana, California/Buckeye Gymnastics y Laurie Hernandez migrante puertorriqueña de Old Bridge, Nueva Jersey/MG Elite. 

Las otras dos integrantes fueron Madison Kocian de Dallas, Texas/WOGA Gymnastics; y Aly Raisman procedente de Needham/Brestyan’s American Gymnastics.

En un recuento de las victorias del equipo de gimnasia estadounidense, se puede observar la participación de atletas de diferentes orígenes. La primera medalla de oro por equipos se consiguió en Atlanta 1996, por The Magnificent Seven, las gimnastas Shannon Miller, Dominique Moceanu, Dominique Dawes (primera afroamericana en ganar medalla de oro en Juegos Olímpicos), Kerri Strug, Amy Chow (primera asiática americana en ganar medalla Olímpica), Amanda Borden y Jaycie Phelps, 

Años más tarde, otro equipo histórico como lo fueron las Fierce Five, obtuvieron también oro en Londres, 2012, en donde destacó la presencia de Kyla Ross, nacida en Honolulú, Hawai. 

Respecto a su participación en Río 2016 como atleta estadounidense nacida en Puerto Rico, Laurie Hernández mencionó que “sólo estaba haciendo lo mío sin darme cuenta de que millones de personas estaban viendo que representaba a la comunidad hispana, pero pienso en Estados Unidos, pienso en libertad y en el hecho de que soy capaz de competir internacionalmente y representar a Estados Unidos es una de mis mejores habilidades”. 

La también ganadora de medalla de plata, en dicha justa, por la competición individual de viga de equilibrio, incitó en 2017 a mantener un respeto por las condiciones atléticas más allá del origen racial. “Espero que después de ver al equipo olímpico de Río 2016, se den cuenta de que tenemos blancos, hispanos, afroamericanos. Tenemos un equipo diverso, es algo hermoso. Afortunadamente, no importa de qué raza o color seas, puedes aspirar a hacer algo grandioso con tu vida. Puedes hacer lo que sea que te propongas”.

Dentro del soporte global que posee la mentalidad de ganar y de imponer condiciones, el deporte no se mantiene aislado; la necesidad de mandar un mensaje al mundo sobre la supremacía hoy en día implica que en uno de los países con mayores problemas de racismo y xenofobia, acepten dentro de los suyos a quienes, posiblemente, les entregarán glorias y harán sonar su himno en un podio olímpico.

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Estudio de comunicación digital transcultural

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