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jueves, noviembre 14, 2024
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La Psicología ante el uso de tapabocas

Gloria Sánchez Aguilar. Península 360 Press.

En medio de la confusión y el caos de una pandemia global, existe un significativo grupo de personas que se niegan a usar tapabocas a pesar de la evidencia ya establecida de su eficacia.

Si su énfasis en la libertad personal, su tergiversación de la ciencia y la pasión que tienen por defender su posición les resulta familiar, es probable que sea porque las tácticas han sido utilizadas durante años por otro grupo: los antivacunas. Ambos comparten similitudes importantes.

Primero, está el énfasis en la elección personal, la libertad y los derechos. «Es mi hijo, yo decido sobre él», en el caso del antivacunas, y «Tengo derechos. No pueden obligarme a usar un tapabocas», en el caso del tapabocas. Ambos se han afianzado en el contexto de un momento cultural que pone énfasis en el individuo por encima de la comunidad, en el interés propio por encima del bien común.

No es casualidad, entonces, que las súplicas de usar un tapabocas para mostrar respeto y proteger a los demás, o vacunarse para conseguir lo que habitualmente se conoce como inmunidad colectiva haya caído en oídos sordos. Ambos movimientos también han tergiversado y puesto en duda el conocimiento científico y, a veces, incluso han atacado a expertos en salud buscando desacreditarlos.

Los antivacunas continúan afirmando que las vacunas causan autismo, a pesar de la abrumadora evidencia de lo contrario, y los antitapabocas han afirmado que usar una tapabocas hace que los niveles de dióxido de carbono aumenten a niveles peligrosos –no es verdad–.

Tanto el antivacunas como el antitapabocas han promovido comportamientos, junto con la información errónea y la desconfianza que han sembrado, que son peligrosos, especialmente en un momento en que el COVID-19 continúa causando miles de muertes todos los días y el país enfrenta una batalla cuesta arriba para convencer a los estadounidenses de usar tapabocas, así como de aplicarse una vacuna contra el virus, como seguramente habrá pronto.

La oposición de las personas a usar el tapabocas tiene que ver con sus rasgos de personalidad, la forma individual para reaccionar ante cada situación. Resistirse a su uso puede responder a múltiples causas, miedo, rebeldía, confusión, vanidad, ignorancia, entre otras. El cumplir con estas medidas para algunos puede significar la pérdida de sus libertades. O sentir que se doblegan ante otros, mostrar debilidad según su criterio. Cuando a las personas se les dice qué hacer, hay una tendencia a cuestionarlo y resistirse.

Es la tendencia psicológica de reaccionar ante las personas que te dicen qué hacer. Las personas que tienen conflictos con la autoridad suelen oponerse a ésta, no pueden acatar órdenes, se revelan y esto generalmente se gesta desde la infancia. También está el trastorno negativista desafiante, son individuos que se oponen y desafían todo, nada les convence ni les satisface.

En estos y los anteriores es totalmente predecible que se opondrán a usar tapabocas. Personas con trastorno de personalidad antisocial es de esperarse que se nieguen a usarlos medios de protección porque no tienen conciencia social. A algunos les da pena que vean que tiene temor de contagiarse, tienen un malentendido concepto de la debilidad personal. Algunos más son aquellos que ante cualquier circunstancia anteponen la duda, no razonada.

Una duda que pasa más por las vísceras que por el cerebro. Son aquellos que creen que la COVID-19 es una invención, no existe y es usado para controlar a otros. Algunos argumentan que los tapabocas son incomodos, estar entubados resultará mucho más incómodo. En este momento el uso de tapabocas no solo reduce el riesgo de contagio, además se ha vuelto un acto de solidaridad entre las personas.

Los especialistas consideran que el comportamiento agresivo de algunos puede ser reorientado con educación para entender su importancia en cuestión de salud, en lugar de considerarlo como una imposición. La pandemia no ha terminado, no hay que bajar la guardia. Si ya nos hemos cuidado durante tantos meses ¿por qué descuidarnos ahora? Nuestra vida es lo más valioso que tenemos, junto con la juventud son lo único que no podemos recuperar.

Hagamos conciencia de esto, no somos inmortales, el pensamiento mágico de «a mí no me va a pasar» es una negación no hay fundamentos que lo sustenten. La activación de escenarios para movilizar la economía ha generado rebrotes importantes. De ahí la necesidad de no bajar la guardia. Necesitamos cuidar nuestras vidas y ser solidarios con nuestros compatriotas para detener los contagios.

Gloria Sánchez Aguilar es Licenciada en Psicología, trabaja como Psicoterapeuta

Península 360 Press
Península 360 Presshttps://peninsula360press.com
Estudio de comunicación digital transcultural

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