
Bajo un cielo gris y una brisa que olía a mar y pólvora política, miles de voces tomaron las calles del Área de la Bahía este sábado 18 de octubre para gritar “¡No Kings!”. Entre tambores, disfraces, pancartas y canciones, San Francisco se convirtió en el epicentro de una marea ciudadana que desafió con ironía y furia la idea de un poder concentrado “en manos de un solo hombre”.
La movilización formó parte de la jornada “No Kings Day”, un movimiento nacional que en su segunda edición reunió a más de siete millones de personas en 2 mil 700 protestas a lo largo de Estados Unidos, según datos de los organizadores.
Las marchas se realizaron en las 50 entidades del país y en Washington D.C., convirtiéndose en una de las expresiones cívicas más grandes en la historia reciente de la nación.
El movimiento No Kings nació en 2025 como una coalición ciudadana impulsada por organizaciones como la ACLU, Indivisible y 50501 Movement, bajo un lema claro: “No Thrones. No Crowns. No Kings” (No Tronos, No Coronas, No Reyes).
El objetivo de este movimiento es reclamar la democracia ante lo que consideran una deriva autoritaria del gobierno federal, con políticas que amenazan derechos civiles, libertades de prensa, comunidades migrantes y la separación de poderes.
El primer “No Kings Day”, celebrado en junio, reunió a unos 4 millones de personas. Esta segunda convocatoria, celebrada el 18 de octubre, superó los 7 millones y fue descrita por medios internacionales como “una explosión de arte, activismo y resistencia política”.
En San Francisco, la columna principal avanzó desde Market Street hasta el Civic Center, al ritmo de batucadas, trompetas y megáfonos. Entre la multitud destacaban familias, artistas, maestros, estudiantes y migrantes que marcharon juntos bajo lemas como “The People Make the Rules” y “El pueblo unido jamás será vencido”.
Una pancarta humana con el mensaje “We the People” cubrió parte de Ocean Beach, visible desde los acantilados del Golden Gate.
“No venimos a rendir pleitesía, venimos a reclamar el poder de la gente”, gritó una maestra jubilada de Oakland, megáfono en mano, mientras la multitud respondía con un rugido que hizo vibrar los edificios del centro.
En Berkeley, Oakland y el South Bay, la jornada fue igualmente multitudinaria. En Palo Alto, se organizó una “Democracy Fair” con más de 40 colectivos estudiantiles, sindicatos y grupos de derechos migratorios; en San José y Mountain View, columnas de ciclistas realizaron el “ride for democracy”, bloqueando por momentos el tránsito en El Camino Real.
El ambiente mezclaba rebeldía, arte y esperanza: marionetas gigantes de figuras políticas con coronas rotas, disfraces de ajedrez humano —reyes y peones derrumbados—, alas de mariposa y pancartas en ambos idiomas que recordaban que la resistencia también puede ser festiva.
Un grito nacional: eco que retumbó de costa a costa
Desde Nueva York hasta Los Ángeles, pasando por Chicago, Houston y Atlanta, la jornada “No Kings” se sintió en plazas, escuelas y avenidas. En Grant Park, Chicago, más de 100 mil personas marcharon entre coros de “Power to the People”, mientras en Houston se registraron 15 mil manifestantes, y en ciudades pequeñas —como Manistee, Michigan— cientos se sumaron a la causa.
Los organizadores insisten en que no se trata de un evento aislado, sino de una red de resistencia cívica permanente que busca promover la participación política, el voto joven y la defensa del Estado de Derecho.
“Esto no es una moda. Es una manera de recordarle al poder que aquí no hay reyes, solo ciudadanos despiertos”, declaró Ana Torres, estudiante de UC Berkeley, con la cara pintada de dorado y una pancarta que decía “Democracy is not a crown”.
A medida que caía la tarde, las luces de los teléfonos iluminaron la plaza del Civic Center. Artistas locales interpretaron versiones acústicas de “This Land is Your Land” y “De Colores”, mientras el público coreaba en coro los últimos gritos de la jornada: “No thrones, no crowns, no fear!”
El SFMTA reportó cierres parciales y desvíos temporales, pero sin incidentes graves ni detenciones masivas. La policía local calificó el evento como “una manifestación ejemplarmente pacífica”.
En la bahía, el aire quedó impregnado de consignas, tambores y esperanza. Porque ese sábado, la democracia volvió a sentirse viva, multitudinaria y ruidosa.
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