Mujeres musulmanas, asiáticas y latinas son las principales víctimas de agresiones por xenofobia en Estados Unidos, en el contexto del aumento de crímenes de odio contra inmigrantes.
Expertas convocadas por Ethnic Media Services aseguran que no se trata de un fenómeno nuevo, sino que tiene raíces históricas.
“Los delitos de odio contra los musulmanes son anteriores al septiembre 11. Las mujeres (76,7%) son más propensas que los hombres (58,6%) a sufrir islamofobia,” explica Basima Sisemore, investigadora del Programa de Justicia Global del Othering & Belonging Institute.
Una de las razones principales por la que las mujeres musulmanas son atacadas es porque son más fácilmente identificables y, por tanto, se convierten en presa fácil. Es decir, la vestimenta, adornos, el hijab, les distingue inmediatamente.
“Dicha cultura es percibida como opuesta a los ideales occidentales y, además, hay la idea de que los musulmanes están en contra de los valores democráticos. Pero, ¿qué son los ideales occidentales o los valores democráticos?”, se pregunta Sisemore.
La investigación del Programa de Justicia Global del Othering & Belonging Institute aborda temas relacionados con la islamofobia, los derechos humanos y las prácticas de exclusión que privan de derechos a los inmigrantes, los refugiados y las comunidades de color.
Elsadig Elsheikh, director del Programa explica que “La islamofobia dificulta la relación de los musulmanes con otros musulmanes. Esto se debe a la persecución: los más jóvenes ocultan la identidad religiosa. Más de 9 de cada 10 mujeres (91,8%) censuran su discurso o sus acciones por miedo a la respuesta o reacción de la gente, y atraen la violencia contra ellas”.
Los medios de comunicación contribuyen a la idea de “otredad” reforzando la premisa de que las mujeres musulmanas se “quedan atrás” respecto a sus contrapartes masculinas. ¿Cómo informar correctamente de la cultura musulmana? Es importante permitir que los musulmanes hablen por sí mismos. Lo mismo ocurre con todas las etnias y culturas, los medios de comunicación deben permitir que los grupos hablen por ellos mismos.
En el caso de Occidente, expone Elsheikh, “existen multiplicidad de países y etnias. Hay árabes que no son musulmanes y no todos los musulmanes son árabes”.
En el caso de las asiáticas, según Helen Zia, activista y autora del libro Asian American Dreams: The Emergence of an American People, el “aumento de los delitos de odio contra las mujeres asiático-americanas está claramente relacionado con la COVID-19 e intensificado por nuestro ex presidente. De nueve mil incidentes del último año, más del 60 por ciento ha sido contra mujeres, especialmente contra chicas asiáticas”.
Los últimos informes sobre los ataques contra asiáticas, en realidad no es nada nuevo. Es un problema que más bien ha sido invisibilizado e ignorado.
¿Por qué se ataca a las mujeres?
“Quienes realizan los ataques racistas contra la gente de color siempre han afirmado que las víctimas son “menos que humanos”, entonces las mujeres son aún más prescindibles… por lo tanto existe un doble, triple peligro para ellas.
Además, son menos propensas a denunciar, porque se ven disminuidas y culpabilizadas. Incluso pueden enfrentarse a la estigmatización a la hora de llevar a cabo la denuncia. Las instituciones sociales no tratan bien a las mujeres de color. No se les toma en serio y no las tratan con respeto”, explica Zia.
Según las expertas de la conferencia convocada por EMS, la sexualización de las mujeres de color desempeña un papel en los incidentes.
“Penthouse sacó una foto de una joven asiática en BSDM; dos meses después una pequeña niña asiática fue encontrada muerta en la misma posición que la revista había mostrado a la modelo. En el caso de la pequeña, ésta había sido violada, torturada, atada, colgada y linchada” comenta Zia.
Sucede algo parecido con las mujeres latinas: son hipersexualizadas.
“Las inmigrantes, en particular, se han enfrentado a muchas formas de violencia desde sus países de origen y buscan refugio aquí. Muchas han sido víctimas de tráfico sexual, y a veces caen aquí en el tráfico de personas”, explica Irene de Barraicua, directora de Operaciones y Gerente de Relaciones Públicas de Líderes Campesinas, asociación que representa la culminación de décadas de trabajo de las mujeres trabajadoras del campo.
Líderes Campesinas proporciona a estas activistas un sistema de apoyo contra la violencia doméstica, el acoso sexual, oportunidades de coordinar su trabajo en todo el estado y ha creado colectivos para que las campesinas puedan convertirse en agentes de cambio y ser una voz unificada más eficaz.
“Las mujeres latinas son sexualizadas, y el miedo a la deportación y a las represalias las hacen más susceptibles a la violencia y al abuso sexual. Además un alto número de mujeres que viven en la pobreza, muchas veces son las primeras en ser despedidas cuando hay recortes de trabajadores, como sucedió durante la pandemia. Además, no pueden buscar atención debido a la violencia institucionalizada. Es una forma de esclavitud moderna”, comentó de Barraicua.
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