De acuerdo con un estudio reciente, mueren 5 mil 500 estadounidenses anualmente a causa del fenómeno conocido como ola de calor, que cada año llega más temprano, con más fuerza y se vuelve más letal. Este asesino que trajo el cambio climático no se irá, por lo que depende de todos protegernos y ayudar al planeta para frenar lo casi inevitable.
Así lo señaló la doctora Kristie L. Ebi, profesora del Centro de Salud y Medio Ambiente Global de la Universidad de Washington, quien detalló «que las temperaturas más altas matan. Pero casi todas esas muertes son evitables».
Durante una conferencia de prensa organizada por Ethnic Media Services, la especialista agregó que gracias a la ciencia del clima, sabemos que las olas de calor están aumentando en frecuencia, intensidad y duración.
Así que «la preocupación para el futuro es que en la medida que las temperaturas sigan aumentando. la mortalidad se incrementará durante el verano».
Se deben reforzar medidas como reducir la temperatura corporal central, los sistemas de alerta temprana de olas de calor que se instalan en muchas comunidades, pues, estos últimos, dijo, salvan vidas.
Además, precisó, es importante mantenerse al tanto de las personas cercanas y asegurarse que se encuentren hidratadas y que estén en un entorno donde haya una buena circulación de aire.
«Durante una ola de calor, si continuamos por el camino actual, la mortalidad aumentará significativamente. Esto depende no sólo de la temperatura, sino también de nuestras opciones de desarrollo, inversiones en techos verdes, y pensar en la planificación de las ciudades para que tengan una mayor circulación de aire», destacó.
Este calor incontrolable también ha puesto sobre la mesa factores como equidad y justicia ambiental.
En EE. UU., la exclusión social ha tenido un impacto significativo en términos de calor en determinadas áreas como Phoenix, dijo Abi, en donde han hecho un gran trabajo observando qué zonas son las más calurosas.
Dichas observaciones han registrado que en las áreas donde viven las personas pobres y marginadas, hay menos árboles y un menor flujo de aire, por lo que la estructura de esos entornos urbanos en particular tiende a ser más caliente. «Hay oportunidad para reducir el calor y para asegurar que nos preocupamos por la justicia ambiental».
«A corto plazo, todo el mundo necesita una mayor conciencia y entender que el calor es un asesino, pero es especialmente cierto para las comunidades pobres y marginadas».
¿Por qué una ola de calor puede matar?
Nuestros cuerpos funcionan dentro de un rango de temperatura bastante estrecho, y cuando hace calor, aumenta nuestra temperatura corporal central, y se intensifica el esfuerzo de nuestro corazón y la tensión en otros órganos, explicó la especialista.
«Cuando hay una ola de calor la mortalidad comienza en 24 horas. Así que el calor se acumula en nuestro cuerpo dañando el funcionamiento básico de los sistemas y los órganos. Empezamos a tener estrés por calor, pasar a un golpe de calor y podemos morir, En algunos casos porque tenemos una enfermedad cardíaca subyacente y la tensión en nuestro corazón era ya alta lo que conduce a un ataque al corazón».
Incluso, dijo, los bebés pueden nacer de manera prematura debido a las altas temperaturas en el ambiente.
California, el infierno que viene
El oeste del país se ha vuelto especialmente caliente. La sequía creciente se está desarrollando especialmente en los estados del suroeste: Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah, Colorado, y California, en este último la problemática es extremadamente grave.
Así lo dijo Daniel Swain, científico del clima en el Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de California en Los Ángeles ‒UCLA, por sus siglas en inglés‒, quien agregó que lo que actualmente pasa en el estado es de proporciones mayores.
«No se trata de una sequía común y corriente, sino de una sequía de alto nivel histórico. De hecho, actualmente estamos en camino de superar la gravedad de la última sequía importante, que ocurrió alrededor de 2013 a 2016. Y por muchas métricas fue la peor que se haya registrado en la historia», subrayó.
De tal manera, explicó, es probable que la sequía se intensifique considerablemente en los próximos meses en California, lo que será grave desde una perspectiva humana, agrícola y de medio ambiente.
Y es que, precisó que junio es el comienzo de un largo período seco que suele durar desde finales de mayo hasta al menos septiembre, y en muchos años hasta octubre o incluso noviembre, «por lo que tenemos al menos varios meses más de condiciones muy secas por venir y con base a lo que estamos viendo ahora, en condiciones probablemente mucho más cálidas que la media por venir».
Agregó que la sequía no es sólo un asunto de baja precipitación, sino que, cada vez más, es también por las temperaturas inusualmente cálidas.
«Obviamente se necesita una cierta cantidad de agua que caiga del cielo en forma de lluvia o nieve. También es una cuestión de la cantidad de agua que se evapora de nuevo a la atmósfera, por lo que se trata de una perspectiva de equilibrio hídrico, y si las salidas superan a las entradas es otra manera de entrar en una sequía, o intensificar una sequía preexistente. Y eso es de hecho exactamente lo que hemos estado viendo en California recientemente», refirió.
El clima es significativamente más cálido de lo que era incluso hace unas décadas.
«Los varios grados de calentamiento que hemos visto sobre la tierra en California influye significativamente en la frecuencia y severidad de las olas de calor. La severidad de esas sequías también están ocurriendo porque está aumentando la tasa de evaporación en la atmósfera, incluso en lugares donde la precipitación no ha disminuido, por lo que en última instancia, hay menos agua disponible en el paisaje».
Ello, dijo, significa que los suelos se vuelven más secos y la vegetación también: las plantas requieren más agua que está menos disponible.
« La vegetación, no sólo es el bosque, sino también los pastizales que se vuelven más inflamables y los incendios que arden con mayor intensidad, son más difíciles de controlar y es más probable que amenacen a las personas y a los ecosistemas».
Si bien el tema del cambio climático se ha comenzado a tomar en serio, dijo, «el reto es que todavía no estamos haciendo lo que deberíamos hacer para resolver el problema. Así que, aunque soy optimista de que llegaremos a ello, mientras tanto, podría haber tres grandes problemas que surjan o que ya estén empezando».
El alto precio del cambio climático
Para Aradhna Tripati, profesora asociada en el Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad de UCLA, el alto precio del cambio climático ya se ha empezado a pagar con la pérdida de seres queridos en desastres naturales como huracanes, inundaciones e incendios.
«Hubo personas que tuvieron que abandonar las comunidades en diferentes partes del mundo debido a los impactos del cambio climático. Así que ya lo estamos experimentando. Y las personas que se ven afectadas, llevarán las cicatrices de eso por el resto de sus vidas», puntualizó.
Agregó que cuando se trata de abordar el cambio climático, lo que vemos en los modelos climáticos es que los problemas van a ser más graves.
En ese sentido, apuntó que a partir del COVID-19, cualquier injusticia que exista, interactuará con otras desigualdades, de manera que será, particularmente, devastadora para las comunidades de bajos ingresos y de las comunidades de color.
«Hay que trabajar para abordar y mitigar el cambio climático de manera equitativa, para que no se perfeccionen los eventos que suceden y no perpetúen las desigualdades para nosotros y para las generaciones futuras de maneras que son realmente devastadoras».
La experta en la materia argumentó que «en lo que respecta al cambio climático, no hay soluciones efectivas a menos que la equidad sea incluida desde el principio. Tenemos que tener soluciones que se construyan desde las bases, desde la comunidad hacia arriba».
Al respecto, detalló que si se quiere proteger a las comunidades de las catástrofes medioambientales y climáticas, es necesario hacer hincapié en las transiciones, en difundir información precisa a los miembros de la comunidad, y centrar en ellos la construcción de soluciones y la toma de decisiones.
«Sabemos que nuestra nación se está convirtiendo en un país de color, tenemos una gran diversidad étnica y lingüística, pero si queremos permitir que las comunidades de color participen en la política de cambio climático, simplemente tenemos que hacerlo en varios idiomas y mirar quién tiene el poder y el control sobre la toma de decisiones».
Recordó que la mayoría de las comunidades de color viven rodeados de asfalto y hormigón, mientras que las comunidades caucásicas tienen muchos más espacios verdes, y por lo tanto, más sombra. «Así que los parques no son sólo un asunto de justicia social, sino que involucran nuestra la justicia climática».
Los pueblos nativos también se ven sumamente afectados por esta problemática, aunque son ellos quienes mejor conocen las soluciones para el manejo de las tierras y cómo ayudar a mitigar los impactos climáticos.
«Tenemos que incorporar la equidad desde el principio si queremos que estas políticas se apliquen de forma que no agraven las desigualdades existentes. Eso significa en concreto que debemos compartir el poder en los espacios en los que se desarrollan las políticas».
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