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miércoles, noviembre 13, 2024
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Otro futuro

Por Raúl Romero. Península 360 Press [P360P].

Viví hasta mi adolescencia en lo que fue un poblado rural en las orillas de la Ciudad de México. Mi familia, como muchas de los alrededores, acostumbraba criar animales para autoconsumo. En mis recuerdos de infancia hay cerdos, conejos, pollos, guajolotes… También guardo en mi memoria los paseos y baños en el río, los partidos de futbol en los llanos, los juegos de canicas en los terrenos baldíos, todo a 5 o 10 minutos caminando de mi casa.

Con la liquidación que le dieron a mi padre luego de perder su empleo en la dura crisis económica de 1994, mi familia montó una pequeña tienda de abarrotes. Mientras ayudaba en la tienda, recuerdo haber visto a don Tomás, acompañado de su hijo Fernando, arriando una docena de vacas y becerros, dos bueyes, un burro y un perro. Don Tomás llevaba a su ganado a pastar. Horas más tarde, emprendían el camino de regreso dejando a su paso varios montones de lo que fue un buen festín. 

Antes del anochecer, Don Tomás y Fernando volvían a hacer el mismo recorrido pero ahora sólo con su burro, cargado de leche fresca, quesos y flanes. Lo recuerdo bien porque esos flanes eran una maravilla.

Conforme fue pasando el tiempo, la ciudad y el “progreso”, con sus carreteras, sus unidades habitacionales, sus centros comerciales y más, fueron devastando pueblos como en el que crecí. La urbanización salvaje acabó con formas de vida como la de Don Tomás y su familia.

El ganado de don Tomás fue disminuyendo y los lugares en donde pastaba fueron convertidos en residencias con sus respectivos jardines. Fernando creció y el modo de vida que se imponía, lo obligó a sustituir al burro por una motocicleta. Para los vecinos ya era más atractivo comprar la leche en el supermercado, en donde también adquirían flanes y quesos. Don Tomás murió, su ganado desapareció y Fernando se fue de ilegal a buscar mejor suerte a Estados Unidos.

La historia de don Tomás, su hijo y su ganado sintetizan bien la historia de este sistema económico que se apropia de bienes comunes, destruye modos de vida, elimina economías domésticas, impulsa procesos de urbanización salvaje y expulsa a personas de sus territorios.

Hoy el barrio en el que crecí ya no tiene nada de rural, la violencia y el crimen organizado se apropiaron de él. La cancha en donde jugaba futbol, fue privatizada y ahora muy pocos tienen acceso a ella. Algunos de mis amigos de infancia también se fueron a EUA a buscar mejor futuro.

Recuerdo con nostalgia aquellas escenas, y me animan a pensar que merecemos un futuro digno y justo. 

Raúl Romero es sociólogo, latinoamericanista y técnico académico en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

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