Tastes like home 故乡的味道
Anna Lee Mraz Bartra. Península 360 Press
No es una sorpresa que uno de los siete pecados capitales sea la gula. Hay pocas cosas en la vida tan deliciosas como las sensaciones que genera una buena comida.
El sonido del corcho, pop, que deja escapar el ácido aroma de madera y tierra, anticipa lo que viene: glu glu glu suena el líquido rojizo que hace honor a la denominación de su color cuando escapa de la botella para estrellarse contra los límites del cristal. Sube, baja y burbujea. El aroma, antes sutil, te envuelve. El primer trago siempre genera una explosión de emociones desde el paladar. El estallido recorre tu cuerpo.
¿Qué sientes primero? Puede ser tranquilidad, tus pulmones se llenan de aire como si el primer bocado, el primer trago, te diera permiso de hacerlo tras un día de trabajo. Puede ser alivio cuando tu cuerpo pide a gritos saciar ese hueco en el estómago y, te encuentras con algo agradable que te sorprende favorablemente. Pudieras sentir una completa repulsión que, frente a otros, escondes en una sonrisa amable. Las posibilidades son infinitas con un plato desconocido frente a ti. Es una aventura.
Casi todo sonido, aroma, color y sabor provenientes de la cocina vincula con el pasado, cimenta en el presente o produce sueños del futuro.
Recientemente, una mañana de prisas rumbo al trabajo entré a un restaurante de desayunos y donas sobre la Veterans Bulevard llamado Homeskillet. Esperé mi turno pacientemente y mientras lo hacía, escuché que en la cocina hablaban español entre ellos: “Ponle queso chedar, la orden lleva souerdo”, hasta el momento había hablado inglés con quien tomaba la orden, pero al escuchar esto me acerqué a preguntar en español “¿Cuál es el sándwich que se muestra en la foto?” Señalé la foto. Me respondió amablemente en inglés una mujer con sonrisa genuina y pliegue de epicanto en los ojos.
La cocina no sería nada sin ese choque y sincretismo de culturas. Las papas que originalmente provienen del Perú, salvaron a Europa de la hambruna a principios del Siglo XX. Y esa mañana acompañaron mi sándwich de Omelette, aguacate, tocino y queso que derramaba por las orillas del pan Sourdough, orgullosamente producido en el Área de la Bahía de San Francisco.
Sobre esto, y más, escribiré mi columna periódicamente.
Escribiré sobre los sabores que se pueden encontrar en la Península y quién crea esos sabores, escribiré sobre la comida que extrañamos los y las migrantes y lo que hacemos para reproducirla aquí, lejos de nuestra tierra. Restaurantes de la zona, están bajo aviso, aquí vamos a probar y escudriñar sus platillos.
Soy Anna Lee Mraz Bartra, socióloga de formación, feminista por principio y cocinera por amor.
Cocinar es un acto de amor.
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