Por Heriberto Paredes. Pie de Página.
Río de Janeiro, Brasil. – Dos días antes de la elección, el 30 de septiembre de 2022, la encuesta DataFolha dio a conocer, en los principales medios de comunicación, una encuesta en donde daba un 50 por ciento de intención de voto al candidato del Partido dos Trabalhadores ‒PT‒, Luis Inacio Lula da Silva, y un 36 por ciento al actual presidente y candidato a la reelección, Jair Bolsonaro, del Partido Liberal ‒PL‒.
Los resultados finales tras la elección son distintos de las previsiones: 48.43 por ciento para Lula y 43.20 por ciento para Bolsonaro. Más allá de que los resultados significan una segunda vuelta, prevista para el 30 de octubre de este año, lo que las cifras indican es que el margen entre un proyecto y otro es muy pequeño y que quien consiga la presidencia tendrá que gobernar con una oposición fortalecida.
La segunda vuelta también habla del entramado de alianzas que el bolsonarismo estuvo construyendo para fortalecerse, así como de la eficacia de la maquinaria política de compra de votos y de intimidación el día de las votaciones.
Las siguientes semanas estarán sentadas sobre una tensión que no hay que descuidar, más ahora que es visible que más allá de la presidencia, la gobernabilidad estará en las estrategias de los niveles medios, desde gobernadores hasta diputados federales y estatales. Y ahí también el bolsonarismo tiene todavía mucho qué decir al haber ganado todas las gobernaturas y muchos lugares en el Congreso.
Durante los días previos a la elección no hubo otro tema de conversación, no hubo rincón en donde no se especulara al respecto de los resultados de esta elección, tal vez la más concurrida desde el fin de la dictadura y la constitución de lo que se conoce como Nueva República, un periodo de la vida social en que existen elecciones y las personas eligen a sus gobernantes.
Sin embargo, ese también ha sido una de las complicaciones: la posibilidad que se ha tenido de elegir a un personaje como Bolsonaro, considerado en muchos círculos como fascista.
En la víspera, las calles de Río lucían agitadas por el cierre de las campañas de los diputados estatales y federales, así como consejeros y gobernadores que también serían elegidos en la jornada de este domingo 2 de octubre. Personas caminando ondeando banderas de diversos colores con las fotografías de sus candidatos, gente parada en las entradas de los metros repartiendo volantes, carros pitando mientras de las ventanas se asomaban las cabezas de personas que gritaban consignas o hacían los símbolos de sus candidatos a presidente favoritos. Una pistola dibujada con los dedos para Bolsonaro y una letra «L» para Lula.
«Todo señala que no se trata de un pleito convencional, pues sus resultados pueden traer consecuencias más allá de las que estamos acostumbrados a esperar de un proceso electoral. Una eventual victoria de Bolsonaro puede abrir las puertas a un golpe, pero una derrota también puede dar el mismo resultado. Nada está asegurado», declaró prudente el colectivo brasileño Desmedida de lo Posible en un texto difundido días antes de la elección.
No es para menos la previsión, cualquier optimismo o pesimismo desmedido dejará de lado lo que ocurre con la política siempre: no hay resultados absolutos y menos en un país tan diverso, polarizado y abocado a la militancia. Y ante una segunda vuelta menos.
Lo que ha dejado la política de Bolsonaro
«Emergió un proyecto radical, fundamentalista, misógino, machista, sexista, violento, reaccionario, pero también surgió un movimiento muy fuerte, capitaneado por la lucha de las mujeres, las mujeres negras e indígenas sobre todo y ese proceso es irreversible», aseguró Mônica Francisco, mujer afrodescendiente candidata a la reelección como diputada estatal en Río de Janeiro por el Partido Socialismo Libertad ‒PSOL‒ que, a pesar de todo, no consiguió ganar.
Para la funcionaria pública, su experiencia en el movimiento social, el trabajo que tuvo al lado de Marielle Franco hasta su asesinato en 2018, todo ello llevó al fortalecimiento de un movimiento de mujeres afrodescendientes que ahora, tras el gobierno de Bolsonaro, están dando la batalla contra lo que consideran como un gobierno y una política fascista.
Para Francisco, existe una curva ascendente en donde las personas protagonistas son afrodescendientes, indígenas y LGBTQA+, «esa presencia es ascendente, todavía no llegó a su nivel máximo porque las casas legislativas, los ejecutivos de gobierno, presidencia y prefecturas todavía no reflejan una fuerza, por ejemplo, de una política que refuerce la presencia de más mujeres, de más negros y negras, de más indígenas».
Al ver los resultados de esta elección, no resulta aventurado decir que el bolsonarismo no está tan debilitado como se creía y la poca distancia entre los resultados de Lula y Bolsonaro, así como los diputados, gobernadores y consejeros que consiguió el partido en el poder, despiertan las alertas.
Por su parte, Leticia Flôrencio, candidata del PT a diputada estatal en la Baixada Fluminense de São João de Meriti, en la periferia de Río de Janeiro, sostuvo que: «El bolsonarismo trajo unos problemas muy graves, de orden social y de orden moral. El costo de vida es muy alto, el precio de las cosas es absurdo, la política local está llena de políticos de derecha, clientelistas, vinculados a Bolsonaro, por coincidencia ideológica o por interés económico. Se vende la idea de que todo es culpa del Congreso, que impide que se avance en muchos temas, cuando la verdad viene de los políticos locales que acaban con las políticas sociales».
«Mucha gente tiene miedo, miedo de mostrar su preferencia política pero en este proceso electoral muchas personas mostraron su apoyo a Lula y eso significa un gran avance».
Fuera del centro, ocurren otras cosas
El recorrido toma más de una hora desde el centro de Río de Janeiro hasta llegar al final del metro, a la estación Pavuna, en el noreste de la ciudad. Mãe Lucía, lideresa del Grupo de Mujeres Yepondá, me esperaba ahí junto con su nieto, un chico callado y sonriente de menos de 20 años. Todavía hubo que recorrer casi 20 minutos hasta llegar a la Biaxada Fluminense, una zona del municipio de São João de Meriti, la periferia de Río debido a que la mayoría de su población trabaja en la metrópolis y pasa más de cuatro horas en transporte público.
Lejos quedaron las calles empedradas de la ciudad que alguna vez albergó a la corona portuguesa en el último cuarto del siglo XIX, lejos también están las playas de Copacabana e Ipanema, lo que ahora resalta es la presencia invasiva del cemento: puentes, avenidas, casas. Todo es gris, o casi, aquello que rompe la grisura son los colores de la propaganda política tirada en las calles y los puestos de comida y fruta. Lejos quedó la samba, en cambio se escucha el funk local y las motos pasan sin detenerse en las encrucijadas.
Este es un lugar con una presencia amplia del bolsonarismo, se nota en las camisetas amarillas que lleva la gente en las calles o en los miles de «stickers» con la cara del presidente y su número en la boleta. Se nota en las fiestas a todo volumen que se hacen afuera de los centros de votación, en el ambiente intimidante a pesar de la música y el olor a churrasco. Toda la gente está tomando o cerveza o cachaÇa y no se muestran contentos ante la cámara fotográfica.
Esta zona de la periferia es, junto con la mayoría del estado de Río de Janeiro el lugar en donde el bolsonarismo arrasó y dejó muy disminuido al PT que, aunque se mantiene a flote, es visible que no tiene mucho margen de acción.
«Fuimos las lideranzas comunitarias las que atendimos a la población durante la pandemia, hicimos tapabocas y dimos información y no recibimos nada del municipio, muchas de las personas que viste en la calle no dicen que están con Lula, tienen miedo por temor a represalias», comentó Iâ al explicar el contexto en el que se desarrollaron las elecciones aquí.
«Estamos viviendo una campaña de miedo, yo nunca había vivido un asesinato de otra persona porque tenía una opinión política diferente. Nuestro país es el país del carnaval, de las religiones, de las fiestas de junio, con muchos grupos étnicos, mi Brasil es muchos Brasiles, pero mi nieto tiene miedo porque puede ser asesinado, pero seguimos con la campaña».
El Grupo de Mujeres Yapondá colaboró fuertemente con la campaña de la candidata a diputada estatal, Leticia Florêncio y es a través de esta participación que pudo presenciar lo difícil del contexto político. Además de las condiciones de pobreza, de falta de servicios, de falta de transporte en la periferia, la violencia política constituyó un punto de quiebre para polarizar a la población.
Participante en distintos movimientos sociales que luchan por la vivienda y mejorar las condiciones de vida en la periferia, así como en grupos de teatro y arte popular estudiantiles, originaria de la Baixada Fluminense, Florêncio se involucró en la política a partir de un principio básico: «sólo la lucha cambia la vida». Ahora, tras una militancia desde muy joven, poco a poco ha sido candidata a suplente hasta llegar ahora a postular a la diputación estatal con el PT.
«Soy de un territorio de periferia, de un territorio que carece de inversión porque todavía vivimos en un Estado que trata a aquellos que viven en los lugares centrales de una manera y a los de la periferia de otra forma. Se crea un racismo espacial en donde los que tienen más dinero tienen más inversiones en salud, educación, cultura y al contrario, aquí es donde se debería invertir más en estos asuntos»
Tras la elección, los resultados no favorecieron su candidatura y no consiguió la diputación, es decir, nuevamente el bolsonarismo ocupará un puesto que podría haber ocupado por una mujer preocupada por las problemáticas de su territorio. «Tenemos una disputa desigual, porque el dinero hace mucha diferencia en la campaña electoral».
La segunda vuelta
Tras los resultados electorales y una muy apretada victoria de Lula, lo que está aflorando es la necesidad de poner más atención a dos procesos, por un lado, el juego político que se desarrolle en lo local, en donde son los partidos pequeños los que van cobrando fuerza con vitorias en diputaciones estatales y federales, como el PSOL.
Por otra parte, el fortalecimiento de una derecha militar bolsonarista, a la que se le desprecia, pero no se le comprende necesariamente y ello genera que se minimice su poder y su capacidad de recomposición. No es menor que sea en las zonas periféricas de las grandes ciudades en donde haya crecido el número de votantes, o bien, como lo muestran los conteos oficiales, en regiones como la Amazonia, lugar en donde arrasó a pesar de la crisis de destrucción que viven sus habitantes y la selva gracias a los negocios e intereses económicos ligados a Bolsonaro.
Los resultados están digiriéndose entre la población y los análisis abundan. No es el festejo de la victoria por «knock out» sino la sensación de incertidumbre entre un round y otro, en donde se decide o la victoria de un proyecto político moderado de centro como el que representa Lula, o se escoge un segundo periodo del presidente que favorece a militares y sectores de ultra derecha mientras destruye los recursos naturales.
Tras las votaciones quienes sí festejaron fueron las personas electas para ocupar diputaciones estatales y federales. En Río de Janeiro se vivió un ambiente de fiesta entre la gente militante y cercana al PSOL, un partido que, con identidad de una izquierda más radical, ha logrado crecer y alcanzar más posiciones dentro el gobierno brasileño.
Tarcísio Motta y Renta Souza, ahora diputado federal y diputada estatal electes, celebraron en un local del barrio carioca de Lapa, uno de los más emblemáticos para la fiesta nocturna de esta ciudad. Frente a cientos de personas reafirmaron su compromiso con la lucha política y con la construcción de una sociedad más justa y digna. A diferencia de lo que ocurre en otros lugares, aquí, en Brasil, buena parte de los políticos no están alejados de la vida pública y asisten a los mismos lugares que el resto de la población, por lo que es posible discutir con ellos directamente. Tal vez sea esta forma de ejercer los cargos la manera más sencilla de garantizar la gobernabilidad sea quien sea el ganador en una segunda vuelta que no se quería.
Heriberto Paredes Coronel (Tlaxcala, 1983), fotógrafo y periodista independiente mexicano, dedicado a documentar procesos organizativos en comunidades indígenas y campesinas, búsqueda de personas desaparecidas y temas medioambientales en México. Actualmente explora formatos como el documental y el podcast sin abandonar la fotografía y el texto, en donde explora nuevas rutas narrativas. Ha colaborado con medios de comunicación nacionales e internacionales, ha dirigido cortos documentales y actualmente está en la fase de desarrollo de un largo documental así como en la escritura de un libro que reúne más de una década de trabajo en la costa michoacana. Vive en Pátzcuaro, Michoacán. Twitter @BSaurio Instagram @el_beto_paredes.
Esta nota se realizó con el apoyo de la organización Global Exchange en colaboración con Península 360 Press.
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