Por Alexa Figueroa.
“Todo es posible. Todo es posible”, estas son unas palabras conmovedoras por parte de Lisandro Leonardo Vail, un joven de 15 años, que a los 13 migró desde Cajolá, Guatemala, al Área de la Bahía en California. No es fácil migrar a un país nuevo para cualquier adulto, ahora imagine hacerlo como niño.
Durante la conversación, Lisandro nos llevó desde jugar fútbol en el cálido exterior de Guatemala, a abordar un avión destinado a una ciudad en un país desconocido, San Francisco. Pero, ¿por qué? Esta es la historia de un joven que salió con la esperanza de un futuro prometedor y en búsqueda de mejores oportunidades de educación y trabajo.
Lisandro creció rodeado de familia y amigos. Estaba feliz, pero hubo un obstáculo, la falta de oportunidades que hizo difícil asegurarse de tener un futuro en Guatemala. Fue entonces cuando tomó la decisión de mudarse a Estados Unidos (EE. UU.), un país del que solo había escuchado.
Por fortuna, él no estaba solo como muchos jóvenes que vienen, porque su padre lo esperaba y le decía: “no tienes que estar triste”, asegurándole que el cambio sería bueno y beneficioso. Eso le dio alivio, pero, de cualquier modo, él tenía miedo de lo desconocido. “[Cuando llegue] ¿Qué voy hacer? Si no sé nada”, pensaba.
Por ejemplo, recuerda cuando llegó: los edificios grandes, la comida en grandes porciones y, por supuesto, el sonido extraño que salía de los americanos: el inglés. Esta lengua ha sido una de sus dificultades más desafiantes; acostumbrarse y pronunciarla correctamente fue un obstáculo que tendría que superar para su educación. Además, en la escuela el inglés era una constante, algo con lo que tenía que familiarizarse.
El notaba que nada era como Guatemala, los sistemas eran completamente diferentes y sorprendentes, pero con el paso del tiempo, Lisandro se empezó a adaptar a la cultura estadounidense, incluyendo el idioma. En particular, empezó a celebrar el Día de Gracias, un festejo conocido por su americanismo. Para su edad fue más fácil y rápida la transición, pero eso no quitaba la falta de su familia y sus costumbres.
De hecho, él comentó que extraña el Día de los Muertos, que celebraba con su mamá y sus primos yendo al cementerio donde están su abuela y hermano, preparando ofrendas y los platillos favoritos de su familia fallecida.
Además, con sus primos hacía barriletes y los volaban, creando un momento significativo y especial. Esto ha sido algo que en EE. UU. no ha podido hacer, pero Lisandro está esperanzado en poder regresar un día a Guatemala para celebrar este día como antes.
Al final, ningún cambio es fácil, pero él sigue motivado a sacar una carrera de electricista y aprender de lo desconocido. Como dijo: “todo es posible” con dedicación y persistencia.
Desde niño vio cómo su padre luchó para que él pudiera tener un futuro mejor y por eso espera obtener una educación y aprender el inglés para sacar una carrera, comprar una casa y, sobre todo, hacer sentir a sus padres orgullosos.
Su historia probablemente podrá ser similar al de varios migrantes, pero la de Lisandro sirve para contar el por qué varios niños han decidido emigrar; algo que recientemente se ha estado volviendo más común.
El “monstruo” de la salida, ha provocado que varios niños a los 13 años piensen que, para tener futuro mejor, tendrán que hacer una aventura en búsqueda de oportunidades. Aunque esto es solo el principio para Lisandro, él continúa teniendo fe de lograr sus metas.
No tengo la más mínima duda de que él va a lograr sus sueños, y él tampoco tiene dudas de que los jóvenes que tienen esos sueños lo hagan y por eso dice: ¨Échenle ganas para hacer lo que quieran.”
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