Tras el asesinato del dirigente Remo Candia Guevara, los habitantes de Anta, Perú lo honraron como mejor saben hacer: con trabajo comunitario y recuerdos su pasado Inca
“A veces pienso: una planta por cada muerto. Una flor por cada niño, una luciérnaga también.
Más, muchas más las plantas, la vida siempre gana ¿no cree usté?”. Ximena Santaolalla
Texto: Ingrid Sánchez
Fotos: Manuel Ortiz
“Hijito ya hasta luego te digo, porque muy pronto vamos a estar; solamente me despido con esta canción (…) hasta luego hijito”.
Habla transida de dolor la madre de Remo Candia Guevara -dirigente campesino en la región de Cusco, Perú asesinado a inicios de 2023- ante la cámara del Semanario El Buho.
El clip grabado momentos después de que cayó su vástago ha sido retomado por decenas de medios locales; consigna el dolor de la pérdida pero -curiosamente- no registra su nombre, como si ante el dolor de la muerte injusta ¿alguna no lo es en tiempos de represión? los nombres se diluyeran dando paso al sufrimiento que hermana.
La familia de Remo Candia recorre las calles de Anta en dirección al cementerio de la localidad para rendirle un homenaje.
La noche del 11 de enero Remo Candia Guevara (50 años) protestaba en Cusco contra el gobierno de Dina Boluarte -quien tomó el poder del Perú tras la destitución (vacancia) de Pedro Castillo por parte del Congreso-; cuando él y sus compañeros gritaban consignas, un proyectil perforó su estómago.
Mientras para sus hermanos de lucha el tiempo se estiraba y contraía mientras lo llevaban en brazos al hospital Antonio Lorena para intentar salvar su vida, a su alrededor las escenas corrían a alta velocidad: los policías perseguían a los manifestantes. Los gritos, golpes y balas se sucedían con vértigo.
La movilización en Cusco era parte de la protesta general en el Perú en contra de Boluarte y el Congreso, cuyo fuego se encendió el 7 de diciembre de 2022.
A un mes y días de su asesinato, su familia llama a misa y un homenaje a la comunidad de Anta -su lugar de origen-. Dirigente social y fuerte candidato en vida a ser el presidente de su provincia, Candia también promovía la (su) cultura local.
Su llamado a la movilización iba aparejado de la conservación de la tradición de Anta. Su labor le granjeó el respeto y cariño de la comunidad.
A la par, la sangre derramada de Remo y el actuar de las fuerzas estatales a lo largo y ancho de la nación andina le han granjeado a Boluarte el repudio de los peruanos y en particular de los anteños, quienes la responsabilizan de la muerte del dirigente.
El templo de la Inmaculada Concepción luce abarrotado: 150 personas entre campesinos e indígenas se dieron cita para honrar la memoria de Remo.
La primera parte de la liturgia la llevan las mujeres quienes en su dulce quechua elevan los cantos que concluyen con una inclinación ante el sacerdote.
En la misa, los familiares de Remo Candia agradecieron a la comunidad por asistir al homenaje.
Después en el camposanto, los hombres -en su mayoría- gritan sus denuncias, sus fuertes voces se quiebran cada tanto, el llanto busca emerger pero deberán esperar un poco más hasta que terminen las palabras en memoria de Candia Guevara.
Un poco atrás la primera familia del activista. En sus rostros las copiosas lágrimas parecen querer enguajar el dolor que les embarca; rodeados de decenas de campesinos quienes, sentados en las tumbas guardan silencio, tenso pero cargado de respeto.
Acabadas las exequias un campesino afirma con convicción -ante la tumba de su exdirigente-:
“No es delito buscar derechos de nuestros pueblos o simplemente exigir que nuestros pueblos, nuestras comunidades campesinas, toda una vida olvidados. Es hora compañeros, compañeras, que tomemos conciencia y nunca más permitamos que nos sigan humillando, que nos sigan tratando personas de segunda o de tercera clase, que en pleno Siglo XXI siga existiendo el racismo, el odio hacia los hermanos del campo”.
Más de 150 personas se congregaron para rendir sus plegarias en la iglesia de Anta, la comunidad de donde era originario el dirigente campesino.
Y esa fue la premisa que iluminó el camino de Remo Candia Guevara. La protesta y el activismo que lo acompañan, incluso ahora, cuando ha trascendido:
“Compañeros, es importante siempre recordar a Remo, como persona, como padre, como nuestro presidente de nuestra comunidad. En ese entender, compañeros, nosotros tenemos que seguir luchando conjuntamente con todos ustedes para poder conseguir la justicia que tanto nuestro pueblo espera”.
Entre las tumbas, los anteños rindieron un homenaje al dirigente campesino.
Afirmó Miguel Ángel Arriaga Rosas, quien tomó la dirección de la Comunidad Campesina Anasaya Urinsaya Collana de Anta -CAUCCA- tras la muerte de Remo.
El verbo circula entre los asistentes. El aliento que los inspira es la lucha por la justicia. En los improvisados discursos sobresalen los cuestionamientos a los inversionistas extranjeros, los intereses económicos de la burguesía nacional y el racismo.
La tristeza y el dolor en nada opacan la militancia y la claridad política de estos campesinos ignorados por el Estado, al contrario suelta sus lenguas con la promesa de continuar la acción en pos de la justicia por Remo y los caídos en meses recientes.
Los familiares de Remo le rindieron tributo entre lágrimas, exigencia de justicia y compromisos de no abandonar la lucha.
La última palabra corresponde al hermano de Candia, José. En su rostro moreno destaca su mirada firme y llame ante. Mientras habla, Dante -el perro que acompañó a Remo en los últimos meses- da vueltas a su alrededor, como si vigilara por cualquier amenaza latente pero que -por hoy- no se materializa.
Mientras sostiene una cruz con el nombre de su hermano, deposita un arreglo floral en su lecho para luego setenciar:
Los campesinos de Anta se congregaron en el cementerio y denunciaron al gobierno de Dina Boluarte por haber asesinado a Remo.
“El que mata a cuchillo, a cuchillo morirá, el que mata a fusil, a fusil morirá. Bueno, compañeros, yo agradezco infinitamente vuestra presencia. Acá están mis familiares, mi mamá, hermanos de la comunidad, vecinos, y si ustedes necesitan algo, acá estaremos nosotros, acá estaremos para seguir luchando. Lucharemos quizá con fuerza, lucharemos con inteligencia, lucharemos con estrategia, no como carne de cañón”.
Porque Anta está dolida, un dolor mudo que grita en las miradas de los rostros morenos que acompañan a José, Marilia y la madre de Remo.
José Candia exige justicia por el asesinato de su hermano y agradece a todos los asistentes al funeral.
Durante la ceremonia y los discursos estuvo presente una demanda, una consigna, un objetivo que estuvo en boca de Remo hasta sus últimos instantes, y que ahora hace eco en las gargantas de todos los manifestantes:
“¡Justicia!”
La familia de Remo ha denunciado en las últimas semanas que su asesinato no fue una casualidad en medio de la represión sino una ejecución artera.
En sus plegarias, le hablaron a Remo y le pidieron que interceda por ellos ante los dioses.
Señalan que días antes de su asesinato notaron que la policía lo seguía y que recibía amenazas por su papel de dirigente pero nada más lejos de la realidad. Él subió el tono y denunció en la plaza y ante medios la represión de Boluarte que, al corte ha dejado casi 60 muertos, la mayoría por balas del Estado.
Los Candia Guevara están convencidos que el tiro que les arrebató a su sangre salió de un rifle de francotirador. Lo deducen porque la trayectoria del proyectil no coincide con la posición de los uniformados cuando inició la represión.
Luego de un sentido homenaje, la comunidad se dirigió a uno de los montes cercanos para reforestarlo en una jornada comunitaria de trabajo.
Ante se ubica a 40 minutos de Cusco, una de las ciudades más turísticas del país andino. Sin embargo, los turistas no llegan a este pueblo de casas de adobe, ventanas de madera y sin pavimentación.
En esta comunidad en la que parece que el tiempo se detuvo en el Siglo XIX no llega la bonanza que riega el turismo nacional y extranjero a las faldas de la fortaleza del Inca, considerada una de las maravillas del mundo moderno.
Con las plantas a la espalda, los habitantes de Anta subieron a la montaña y entre lluvia y viento, sembraron de nuevos árboles.
Anta sobrevive de la siembra de papa, maíz y quinua en las chacras. Lo que arrancan de la tierra les permite subsistir sin la bonanza del turismo.
Los anteños no saben nada de las “grandes pérdidas económicas” que vociferan desde hace más de dos meses los medios de comunicación tras la llamada al paro nacional.
Incluso los niños, algunos de ellos, sobrinos del propio Remo Candia, también se integraron al trabajo comunitario.
Miles de campesinos peruanos con sangre indígena insuflando sus venas tomaron las calles cuando despuntó 2023 en rechazo de Dina Boluarte que asumió el poder tras la vacancia de Castillo Torrijos el 7 de diciembre de 2022.
La mayor parte de la población movilizada es concisa en sus demandas: renuncia inmediata de la Presidenta, llamado a nuevas elecciones y una Asamblea Constituyente que redacte una nueva Carta Magna andina.
Y, pese a algunas opiniones -con dejos racistas- de limeños, los campesinos del interior tienen claro que una nueva Constitución podría acabar con el origen de una parte de los males de su nación: el neoliberalismo.
Pese a sus manos callosas sus explicaciones tienen la claridad y sencillez necesarias -que en ocasiones ni los “científicos sociales” alcanzan- para analizar y buscar el cambio de su realidad.
La cosmovisión prehispánica no ha dejado a los peruanos. Así se puso de manifiesto en el homenaje a Remo. Los asistentes lo mentan como hace siglos se llamaba a un ancestro para que los guiara e intercediera ante la divinidad.
En pleno camposanto la comunidad decide que una calle o la plaza mayor llevará el nombre de su dirigente, una decisión que suena institucional pero que en nada demerita el misticismo de la siguiente propuesta: que uno de los cerros que rodean la ciudad se llame Remo.
Los incas llamaban a los cerros “Apus”, una especie de deidad o espíritu protector local. La decisión tomada en comunidad es el mayor homenaje a una persona.
Las tías, los hermanos, sobrinos y la madre de Remo Candia se acompañan en el desayuno.
Su sentido se asoma al día siguiente: la familia de Remo se reúne en la vieja casa familiar -que conserva algunas piedras incaicas- a tomar un desayuno sencillo pero sustancioso que les permita aguantar la jornada en las montañas anteñas.
El queso, la avena, las aceitunas y la fruta recorren la larga mesa en torno a la cual se juntan los hermanos, la madre, las tías y los sobrinos de Remo.
La tristeza salada se comparte con el pan que hace más llevadero el duelo. Después del desayuno, los Candia Guevara parten en un vehículo que debe hacer media hora de tortuoso camino a las faldas de una montaña donde les espera el resto de la comunidad. Comienza el ascenso por un pedrogoso sendero.
Entre viento y lluvia, a la mitad de la jornada de trabajo, la familia Candia Guevara hace una pausa para el almuerzo.
Conforme los anteños ascienden, desde abajo se les ve como coloridas motas que se mueven por la ladera.
Los campesinos llevan en sus espaldas cientos de plantas y comienzan la labor bajo un cielo cargado que al poco rato libera una lluvia que enjuaga las penas y alimenta los retoños. El objetivo de la jornada es reforestar la montaña que hace unos meses quedó casi árida debido a un incendio.
Todos buscan refugio en las cuevas de la montaña o bajo los plásticos que hacen de impermeables. Tras el chaparrón se retoma la faena con una discusión sobre el siguiente punto al que llevar vegetación.
Pese a que lo construido por décadas fue pasado por fuego y tragedia, el dolor se transfigura en la fuerza que mueve piernas y brazos andinos para reconstruir.
El trabajo parece aligerar la tristeza que se aleja unos metros de quienes siembran cuando se escucha la risa de los niños que retozan mientras sus madres y padres reforestan.
El tranquilo silencio se ve interrumpido por el monótono hendir de la tierra del “chaki taqlla” herramienta inca parecida a una pala para hacer hoyos.
La comunidad parece otra: música, queso, papas cocidas para compartir, chicha y las manos terrozas son el velo colocado momentáneamente sobre la rabia colectiva.
No. Así es como actúa la comunidad peruana ante la vida: las injusticias los convocaron a juntarse y unir sus gritos pero también la lucha contra la impunidad y la reconstrucción de lo que la muerte dejó tras de sí.
Aunque asesinado, Remo no murió. Vive en los montes y en los millones de peruanos que hoy por hoy, no cejan la acción por una nación mejor.
La lluvia riega los apus, las deidades materializadas en las montañas andinas.