Luego de cerca de dos años de pandemia por COVID-19, los familiares cuidadores ‒aquellos que se hacen cargo de personas con condiciones especiales de salud y forman parte de la familia‒ no han sido considerados como trabajadores esenciales, pues no reciben con prioridad las vacunas, pruebas y equipo de protección.
Esta situación los ha puesto, tanto a ellos como a las personas que cuidan, en riesgo, así lo señalaron cuidadores, especialistas y líderes de la comunidad afroamericana en California, durante una sesión con medios realizada por Ethnic Media Services. Hicieron un llamado a visibilizar el trabajo de estas personas que son parte fundamental en materia de asistencia y del Sistema de Salud.
Y es que, a medida que la variante Ómicron avanza a pasos agigantados y provoca un mayor número de contagios de la COVID-19, familiares cuidadores resienten cada vez más el cansancio y la sensación de aislamiento.
La doctora Donna Benton, de la Escuela de Gerontología Leonard Davis de la Universidad del Sur de California, refirió que tan solo en el estado, hay alrededor de cinco millones de ellos, quienes en su mayoría están al cuidado de personas de la tercera edad, y son, en gran medida, invisibles para el sistema de salud.
«Cuando la COVID-19 comenzó, entre todas las personas que fueron consideradas como trabajadores esenciales no estuvieron contemplados los familiares cuidadores. Así que, antes de que tuviéramos vacunas, era muy difícil para los cuidadores, mantener a sus familiares y amigos a salvo y seguros, porque por lo general los cuidadores son menores de 65 años, están como en sus 40 años y no fueron priorizados para las vacunas ni para los equipos de protección personal», recordó.
El acceso a las vacunas durante inicios de este año y el avance en su aplicación ha permitido que estos cuidadores pudieran volver a salir y llevar a sus pacientes a consultas médicas, sin embargo, ómicron ha vuelto a complicar las cosas, y una vez más este grupo se ha visto olvidado en el acceso primario a pruebas.
Ante dicha situación y un recelo de varios a vacunarse, llamó a toda la comunidad afroamericana y de color a aplicarse la vacuna conta el virus SARS-CoV-2.
«Las vacunas son un arma clave contra los estragos de este virus», afirmó.
Benton destacó que la salud mental de estos cuidadores también se ha visto mermada, debido a la fatiga por el encierro, que ha incrementado los niveles de estrés de manera considerable.
Para evitar este aislamiento, dijo, «el cuidador y la persona a la que cuidan deben tener acceso a las pruebas. Tenemos que asegurarnos de que las personas que vienen a visitarnos estén vacunadas. Tenemos que asegurarnos de que hay refuerzos y todavía debemos seguir todas las medidas de seguridad que nos mantienen a salvo durante la pandemia».
Para Ruth Rembret, cuidadora de su marido enfermo de mieloma múltiple, que es tratado con quimioterapia y tiene su sistema inmunológico comprometido, aseguró: «no puedo ni imaginar a cualquiera de los dos sin estar vacunados».
Ruth sabe que incluso un resfriado puede tener consecuencias graves para la salud de su esposo, por lo que no permite que nadie entre en su casa por miedo incluso a infecciones menores.
«No permito que entre en mi casa nadie que no esté vacunado, y aun así, insisto en que lleven una mascarilla. La gente no se da cuenta del peligro al que te exponen cuando no se vacunan, o cuando no llevan mascarilla, hay una gran cantidad de desinformación al respecto», dijo Rembret.
Para Ruth la vacuna no está a discusión: es tema de vida o muerte.
«He oído a la gente decir: “no quiero meter eso en mi cuerpo”. Yo les digo que tienen dos opciones. Puedes elegir que te metan esta vacuna, o que te metan formaldehído en las venas, porque así de grave es esto».
«Todos deseamos que esto termine, pero no parece que vaya a ser pronto, a menos que tomemos en serio la importancia de las vacunas».
La reverenda Noella Buchanan, coordinadora de cuidadores de la Alianza Ministerial de la Iglesia Metodista Episcopal Africana de la Conferencia del Sur de California y pastora jubilada, inició cuidando a su suegra, luego a su cuñada, pasó a su madre, luego a su esposo, y actualmente a su prima que tiene más de 100 años.
Buchanan sabe bien que para la comunidad afroamericana no es fácil confiar en el sistema de salud del país, debido a antecedentes que marcaron la historia de su raza, tal es el caso del Experimento Tuskegee, por lo que tienen miedo a vacunarse.
Ante ello, destacó que es necesario hacer del conocimiento de las personas que se van a vacunar, que pueden tener efectos secundarios, sin embargo, en todos es diferente. Además, se les advierte que si bien es cierto que la vacuna protege contra el virus, no es un hecho que vayan a contagiarse de COVID-19.
Sin embargo, «tenemos que compartir con ellos que los que están en el hospital ahora mismo y que están muriendo, son, en su mayoría, los que no han recibido la vacuna».
Al ser una mujer de fe y de ser la tercera generación de predicadores en su familia, detalló que, si bien es cierto que cree en el poder de la oración y de Dios, también es cierto que «también creo que Dios ha abierto un camino para que alguien venga con la vacuna».
«Tenemos que confiar y parte de nuestra confianza viene en lo que estamos viendo: seres queridos morir y que no se han vacunado».
Ante dicha situación, Buchanan llamó a que las autoridades tomen cartas en el asunto, y lleven las vacunas y las pruebas hasta los hogares, pues muchas personas de la tercera edad o con condiciones médicas no pueden formarse dos o tres horas para recibir su dosis o realizarse un examen.
En ese sentido, apuntó que las iglesias también son un punto de distribución adecuado, pues la comunidad confía en ellas.
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