
Símbolo del sincretismo, que es la unión y fusión de creencias, pero también de la resistencia del pueblo nativo a la colonización religiosa, en Cholula (Puebla) está la iglesia de Santa María Tonantzintla. Está dedicada a la asunción de la virgen María pero lleva el nombre de la diosa madre de los aztecas, Tonantzin, que era adorada –y siguió siéndolo después de construido el templo– en ese lugar.
La celebración del Día de Muertos en Redwood City, organizada por Casa Círculo Cultural (CCC), tenía como tema central en este 2025 precisamente a Tonantzintla, y en torno a esta idea se desarrollaron las actividades.
Como resistencia a un gobierno federal que no solo es hostil, sino que persigue a los latinos, una especie de “protesta pacífica” estuvo en la mente de los planificadores de la jornada, que comenzó el pasado domingo 2 a las 15:30 horas y finalizó después de las ocho de la noche.
Como en años anteriores, se hizo en la plaza central de la ciudad, Courthouse Square, frente al Museo Histórico del Condado y ex Palacio de Justicia.

La que se refiere a la “protesta en paz” es la fundadora y directora de CCC, Verónica Escámez: “Se está dando esta cosa política, y además las guerras, entonces el tema elegido fue creciendo. No nada más hacia Puebla, donde está la iglesia, sino hacia lo que nos está pasando como hispanos, y como seres humanos en el mundo”.
La también líder comunitaria contó a Península 360 Press que quien había elegido ya desde el año pasado a Tonanzintla como motivo central es su hijo, el artista plástico Fernando Escártiz.
Junto a varios altares que adornan la calle que está frente a la plaza, se destacaba este año una escultura del Estudio Escártiz: un niño-calaca en bicicleta, representando la inocencia robada a todos los chiquitos muertos por las guerras.

Por la misma circunstancia política y social, existía el temor que muchos latinos se quedaran en casa, temerosos de mostrarse en un lugar público.
“Uno que otro me comentó que no pensaba ir, ¡pero estaba llenísimo!”, acotó Escámez, y confirma que en la calle transversal, donde estaban los puestos de comida, “no se podía ni caminar”.
“Honestamente, creo que había la misma cantidad de gente (que en años anteriores)” , dijo Verónica. Y prometió hablar con la gente del Museo, donde se exhiben altares de muertos como parte de la celebración, y el cual registra el número de personas que lo visita.
“Siento que a pesar del miedo, nos sentimos seguros en California. Bueno, aparentemente… Pero creo que estamos seguros en un lugar público, porque tenemos esa conciencia de que si algo pasa, somos muchos”, agregó la directora de CCC, al tiempo que compartió que este año se preparó un plan de contingencia con autoridades gubernamentales que “no puedo nombrar, pero que se mostraron muy atentas y muy de acuerdo con lo que estábamos haciendo. Afortunadamente, el plan no tuvo que usarse”.
El Ballet Folklórico Mexicano de Casa Círculo Cultural presentó lo que puede considerarse como el atractivo central de la velada: bailes en la tradición del estado de Puebla. Y uno de los responsables del Ballet es –además de la poblana Belén Ramírez– el veracruzano Octavio Sorcia Morales.

Sorcia llegó a Estados Unidos hace unos dos años, trabajó en la construcción, pero su espíritu artístico lo llevó a buscar un lugar donde pudiera ejercer su pasión: bailar y enseñar danzas folklóricas. Lo encontró en CCC.
“Recibí un grupo de gente joven muy talentosa, y la confianza de la directora”, dice Octavio, que fue parte del ballet de las universidades Veracruzana y Eurohispanoamericana, y que a los 17 años ya daba clases en México a niños de escuelas primarias.
Según Sorcia, plasmar un trabajo como el que se vio en Courthouse Square exige investigación “para que se vea auténtico”. Y esa es una de las cualidades de lo que presenta año tras año CCC en esta fecha, no solamente la autenticidad sino también la innovación, a diferencia de otros grupos que se especializan en una determinada región de México y continúan realizando los mismos bailes a través del tiempo sin renovarse.
Su mayor desafío son los jóvenes, porque con ellos siente Sorcia que él se tiene y a la vez les tiene que exigir más.

“Tenemos que seguir avanzando siempre como grupo y como organización. No la perfección, pero sí tener gente muy preparada, muy capaz… en suma, formar profesionales”, contó a Península 360 Press.
Pero los que más le roban el corazón a Octavio, como a la gente que concurrió a juzgar por los aplausos y vivas, son los más pequeños, que arrancan de preescolar: “Es un orgullo, una satisfacción enorme. Te llenan de ternura, de emoción, ver cómo se apasionan y les gusta. Ellos toman mucho el ejemplo que le damos los ‘grandes’, tanto yo como maestro como la agrupación. A mí no se me hace difícil trabajar ni con los adultos ni con los chiquitos, porque se me da la satisfacción que fluyo con todos”.
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