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jueves, noviembre 21, 2024
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El grave problema del acoso sexual en la industria de los videojuegos

Por Andrea Hernández.

La industria de los videojuegos tiene problemas: el acoso y la violencia sexual son constantes dentro de las compañías desarrolladoras más grandes del mundo. Rige dentro de ellas la bro-culture –hombres que solapan a hombres–, reuniones de trabajo en clubes de estriptís y el constante miedo a denunciar tales actos.

En 2018, un grupo de exempleadas de Riot Games comenzó un proceso en contra de la empresa en el que denunciaron la diferencia salarial por género y la discriminación que padecieron al tener que demostrar que son verdaderas gamers para obtener el empleo, hacer más de sus funciones con la promesa de un ascenso que no llega, convivir con hombres que las califican por su aspecto físico y los chistes misóginos a su costa.

Además, en enero de este año, su director ejecutivo, Nicolo Laurent, fue denunciado por acoso sexual hacia su exasistente; sobre lo cual, Riot Games declaró que no se encontraron evidencias de lo que se le acusa a Laurent por lo que no se deben tomar medidas contra él.

Compañías como Rockstar y Ubisoft también han sido señaladas por comportamientos similares, lo cual parece ser un patrón de comportamiento que responde a la creencia de que el mundo de los videojuegos es por y para hombres. 

Tras las declaraciones hechas en contra de Ubisoft, su director ejecutivo, Yves Guillemot, emitió un video en el que pidió disculpas a las víctimas de acoso y también declaró que la empresa se enfocaría en incrementar la diversidad y la inclusión; con ello, se anunció el nombramiento de Anika Grant como la nueva directora de recursos humanos de la compañía.

Colocar a una mujer en un puesto importante dentro de la logística de una empresa parece ser apenas el primer paso en la búsqueda de equidad de género, y no garantiza que el ambiente sexista que impera en esta industria cambie, pero, al menos, demuestra la preocupación de Ubisoft por tomar cartas en el asunto y transformar la compañía, contrario a lo que otras empresas que solo niegan cualquier acusación. 

¿Pero qué pasa cuando un empleado decide enfrentarse a los magnates de esta industria? En primer lugar, se enfrentan con los procesos de recursos humanos que, lejos de buscar la verdad, quieren mitigar el escándalo al pretender que simplemente no ocurrió y que no hay pruebas suficientes para sancionar a quien cometió la falta. 

Tal como sucedió con el exempleado de Rockstar, Colin Bundschu, quien es muestra de que no sólo las mujeres se enfrentan a situaciones de vulnerabilidad en estas empresas. Bundschu denunció ser acosado en 2014 por uno de los que, en ese entonces, figuraba en un alto cargo de la compañía y, a pesar, de comunicarlo a su área de recursos humanos, la respuesta que obtuvo fue que no se encontraron pruebas suficientes, además de que el acusado negó tales hechos. 

Tras su paso por Rockstar, y a pesar de que trabajar videojuegos era el sueño para Bundschu, decidió abandonar completamente la industria, mientras que su agresor continuó con su carrera, actualmente como vicepresidente de Nimble Giant Entertainment.

Es común que, dentro de esta industria tan cerrada, los empleados prefieran silenciar los abusos de poder de los que son víctimas ante el miedo de perder sus empleos, quedar marcados como indeseables y no poder continuar con su vocación.  

Pero perder su carrera sólo es uno de los niveles infernales a los que se enfrentan los denunciantes, pues estos titanes de los videojuegos tienen todo el poder adquisitivo para comprar la ley, así abogados y jueces pueden fallar a su favor. 

Para ejemplificarlo, retomemos la denuncia colectiva que existe hacia Riot Games, la cual en un inicio parecía tener una solución rápida al compensar con 10 millones de dólares repartidos a las mil denunciantes, pero que en 2020 esta cifra alcanzó los 400 millones de dólares. 

Esto sucedió después de que el Departamento de Equidad de Empleo y Vivienda –DFEH por sus siglas en inglés– interviniera y además señalara irregularidades en el proceder de la representación legal de las demandantes, Rosen Saba, que señalaron no buscó una compensación justa desde el inicio. 

Por lo que, se puede entender que Riot Games siempre tuvo el total control sobre la cantidad de dinero que estaban dispuestos a dar a cambio de terminar este capítulo. 

Al respecto, tanto Rosen Saba como Riot Games declararon que no existió dicho complot. 

Todas estas denuncias parecen pasar desapercibidas ante la poca cobertura que se les da, su mercado de consumo no parece tan interesado en los medios que usen los desarrolladores siempre y cuando el producto final cumpla con sus expectativas. 

Estas son sólo algunas instancias en las cuales se ha demostrado el abuso en contra de los trabajadores, pero es claro que el problema se encuentra profundamente arraigado en las empresas. Los abusadores se creen inmunes –y en muchos casos lo son– a cualquier represalia, respaldados por el poder que las compañías les otorgan. Esto forma un ambiente propicio para el acoso sexual y el abuso de los derechos de los trabajadores de todo tipo. 

Es claro el interés de toda la industria por evitar a toda costa la sindicalización y organización de las personas que hacen realidad los videojuegos porque, de ser así, no podrían usar el miedo para silenciar las voces de mujeres y hombres que han sido abusados.

 

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