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martes, noviembre 5, 2024
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Envejecer es fabuloso

envejecer es fabuloso

Es solo una tarjeta de cumpleaños bastante chistosa, que me mandaron con mucho cariño. En el frente dice: “Envejecer es fabuloso” y adentro continúa, “…no lo dijo nunca nadie. De todos modos, feliz cumpleaños”. (“Getting old is awesome…said no one ever. Anyway, happy birthday!”) Tomando en cuenta la alternativa, envejecer es seguramente más lindo que morir. De cualquier manera, nunca he visto una tarjeta que diga, “Morir es fabuloso”, y es difícil imaginar a quién se le podría enviar un mensaje así. Seguramente, los familiares de la persona difunta la encontrarían, por decir lo menos, confusa.

A pesar de la risa que provoca, la tarjeta expresa la ideología de “edadismo” que predomina en la cultura occidental, particularmente en Estados Unidos. La sede de la cultura de las celebridades –un fenómeno que sólo existe gracias a la fotografía, el cine, la televisión y el Internet – Estados Unidos encarna el culto a permanecer siempre joven sea como sea: gracias a la cirugía plástica, los ejercicios extremos y la alteración de las imágenes a través de PhotoShop o cualquier otra tecnología que haga ver más joven. Se espera que la gente tenga el cuerpo perfecto, cueste lo que cueste. El lema de “Mente perfecta, cuerpo perfecto” (“Perfect mind, perfect body”) es un sitio de Internet para vender los suplementos “naturales” que han proliferado enormemente en Estados Unidos y que son los anuncios que financian las redes de la derecha. Sin embargo, para mí, ese lema me hace recordar a los Smothers Brothers, unos cómicos de televisión que fueron censurados en los años 60 por oponerse a la Guerra de Vietnam, “Mente perfecta, cuerpo perfecto…escoge” (“Perfect mind, perfect body….take your pick”).

La esencia de la cultura de lo joven es que lo NUEVO es siempre mejor. Quienes recordamos que podíamos contar con productos que ya conocíamos y en los cuales confiábamos, nos sentimos constantemente frustrados y defraudados cuando encontramos que lo que sabíamos ya no es útil, trátese de comida, de ropa o de la tecnología. El viejo cliché, “si no está roto, no lo compongas” (“If it ain’t broke, don’t fix it”), ha naufragado por la marejada de la necesidad capitalista de crear mercados. Podemos estar totalmente aburridos, hartos, saciados y atiborrados de comida, bebida, anuncios y los frutos violentos y amargos de la industria cultural, pero muchas de las mentes más creativas de nuestro tiempo están entregadas a mantenernos como consumidores perpetuos para prevenir la sobreproducción al crear una demanda de productos innecesarios.

El flujo constante de las nuevas tecnologías es particularmente disruptivo para mucha gente con más de 70 años. Se inventan continuamente nuevos aparatos y aplicaciones, por jóvenes para jóvenes. El efecto en nosotros es de frustración causada por la necesidad de adaptarnos incesantemente a nuevas tecnologías. Creo que el objetivo hacia la juventud es el de distraerla de pensar seriamente sobre el mundo en descomposición en el cual vivimos mientras ellos descargan cualquier cosa que creó un nuevo millonario. La juventud sufre de un empacho de “información”y de distracciones causadas por centrarse en bagatelas innecesarias y sin sentido.

Me han dicho que quienes tenemos alrededor de 70 u 80 años estamos “atrapados en el pasado” (“stuck in the past”), pero tengo la tentación de afirmar que los que no vivieron durante los últimos años de los 60 y los primeros años de los 70 probablemente tienen dificultades para entender a las experiencias concretas y a las elecciones personales que pueden cambiar la forma de ver y de actuar en el mundo. Sospecho que alguien que no vivió ese periodo está “atrapado en el presente perpetuo” que no les permite imaginar alternativas al capitalismo, al imperialismo y al neoliberalismo. Sus limitaciones de pensamiento se reflejan en la música moderna, en la cual el rango tonal ha sido muy reducido, hasta llegar a la no-música cómo el rap. Quienes experimentamos y participamos en los últimos grandes movimientos anti-imperialistas veíamos posibilidades que hoy son inimaginables, a pesar del desastre ecológico y el colapso extraordinario de la democracia liberal y políticas sociales como sistema de impuestos progresivo, salarios decentes, guarderías accesibles y educación gratuita.

Quienes vivimos en esos momentos y participamos en los movimientos que redefinieron nuestra cultura, envejecimos. Nos ven como si compartiéramos algunos atributos negativos, como la senilidad, un pensamiento y creencias rígidas. Por supuesto, nuestros cerebros ya no son tan rápidos como en la juventud. Sin embargo, según una investigación publicada en la New England Journal of Medicine, gana en flexibilidad. El pico de la actividad intelectual humana ocurre alrededor de los 70 años, cuando el cerebro funciona con toda su fuerza porque la interacción de los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro se vuelve armoniosa, lo que amplía nuestras posibilidades creativas. Por lo tanto, con la edad, es más probable que tomemos las decisiones correctas y estemos menos expuestos a las emociones negativas. El cerebro del anciano o anciana elige el camino que consume menos energía, elimina lo innecesario y deja solo las opciones adecuadas para resolver el problema. Se realizó un estudio en el que participaron diferentes grupos de edad. Los jóvenes se confundían ante las múltiples posibilidades de las pruebas, mientras los mayores de 60 años daban las respuestas correctas. 

La feminista, Anna Freixas, autora del libro, Yo vieja: apuntes de supervivencia para seres libres (2021) afirma: “somos unos viejos interesantes, lo que pasa es que hay que saber escuchar y estar cerca para saber aprovecharse de esta riqueza. No somos analfabetos, hemos ido a la universidad, hemos sido pioneros en todos los movimientos sociales con una enorme experiencia, y hemos conseguido todos los derechos de los que ahora otros hacen gala”. 

El problema, por supuesto, es que mucha gente joven está tan enchufada en sus bagatelas de innovación constante que no tienen tiempo para escuchar.

Se trata a la vejez como si fuera una enfermedad o un problema. De hecho, se la debería de entender como una de las tres etapas fundamentales de la vida y podría ser la más larga, la más compleja y la más variada para algunas personas. El edadismo causa que la gente joven nos vea como si fuéramos menos humanos o nos infantiliza, pero salvo una muerte prematura, la vejez es el destino que todo el mundo va a experimentar, aunque pocos la vivirán de manera entusiasta. Sin embargo, para algunas personas, la vejez puede ofrecer nuevas oportunidades de trabajo, divertimiento, familia, tiempo libre, educación y contribuciones, en lugar de la conocida superficialidad de imágenes de calvicie y pelo canoso, postura encorvada y pasos lentos, arrugas, bastones y audífonos y una vida que transcurre frente a la televisión.

Para quienes han tenido la suerte de descubrir lo que les gusta hacer y la tenacidad para llevarlo a cabo, la vejez ofrece la satisfacción de haber realizado los sueños por los cuales se ha vivido y a los cuales se han entregado. Dime cómo envejeces y te diré cómo has vivido. Haber llegado al fin de nuestra temporada de vida, nos podemos liberar de las ambiciones y las vanidades huecas del reconocimiento social porque somos quienes nos hemos hecho, aunque eso no niega las posibilidades de proponerse nuevas metas fascinantes, dada la libertad de la que mucha gente vieja goza al no tener que preocuparse por la crianza de los hijos o tener el estrés de ganarse la vida.

En fin, la vejez puede ser fabulosa si emprendemos el viaje conscientemente, al mantener nuestra salud física por medio del ejercicio, nuestra salud mental al utilizar nuestros cerebros y nuestra salud existencial al saber exactamente cómo queremos pasar el tiempo que nos queda.

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