Opinión. Anna Lee Mraz Bartra Península 360 Press [P360P]
Primero vinieron por los socialistas, y no dije nada…
Pastor Martin Niemöller
porque no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas, y no dije nada…
porque no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos, y no dije nada…
porque no era judío.
Luego vinieron por mí…
y ya no había nadie que dijera algo por mí.
Esta obra de arte creada en 1970 denuncia el odio racial contra asiáticos que, hasta la fecha, no para de matar gente inocente.
Se vio venir de lejos. Siempre empieza igual: una broma hiriente, un desprecio, una connotación negativa. Luego vienen los insultos, la humillación. Hubo señales de alerta. La comunidad asiática en Estados Unidos prendió las alarmas.
Se advirtió sobre el uso del “Kung Flu”, el “China Virus”, el “China plague” y comenzaron los ataques.
Mientras que en 2019 se reportaron 49 crímenes de odio contra asiáticos en las 16 ciudades más importantes de Estados Unidos; entre marzo y diciembre del 2020 se registraron 2808 crímenes de odio reportados en la página Stop AAPI Hate, sitio creado por el departamento de Asian American Studies de la Universidad de San Francisco State como respuesta ante la escalada de ataques en contra de asiáticos.
El 27 de febrero de 2021, durante la caminata en protesta por los recientes crímenes de odio, relata el consejero Jeff Gee de Redwood City durante la junta de consejo del 22 de marzo 2021, un automóvil se aproximó para bajar la ventanilla y gritó F**k you contra las familias con niños que marchaban por la calle.
«No se esconde. Es claro como el agua. El odio y la intensidad dirigidos al grupo no se pueden malinterpretar»
Jeff Gee, consejero de la ciudad de Redwood City.
La obra de arte en cuestión es de Liliana Porter. Esta pieza colgaba en la pared en casa de mis padres y siempre me impresionó. Es especialmente conmovedora porque lleva al espectador de lo macro a lo micro, de lo genérico a lo personal. Ella eres Tú. Ella soy Yo. Ella somos nosotras.
El racismo anti-asiático no es nuevo. Es producto de una construcción histórica que ha cimentado el hombre blanco estadounidense contra todo aquel que es diferente.
«A pesar del importante papel que han tenido los inmigrantes para la economía de los países receptores. El rechazo hacia este sector es una constante en casi todos los procesos migratorios. El rechazo es mayor contra las personas de etnia, idioma, religión o apariencia marcadamente diferente de los habitantes del lugar de destino»
Manuel Ortiz.
El odio contra los asiáticos comenzó, de acuerdo con documentos históricos, con la llegada de trabajadores chinos para la construcción de las vías férreas que conectaron la Union Pacific y la Central Pacific a la localidad de Promotory, Utah en el periodo de 1860 a 1869.
De acuerdo con trabajos de Manuel Ortiz: «Una vez terminada la unión de los tramos ferroviarios, comenzó a incrementarse una ideología de rechazo hacia esta población animada principalmente por las distintas cúpulas de poder norteamericanas: los legisladores, grandes empresarios y la Federación Americana del Trabajo. Describían a los chinos como depravados, viciosos, sanguinarios e inhumanos. Se les conocía como el peligro amarillo».
Durante la Segunda Guerra Mundial se catalizó un sentimiento antijaponés profundo por todo el país a través de propaganda racista en la que se mostraba al enemigo como un monstruo deshumanizado y «110 mil personas de ascendencia japonesa fueron encerrados en campos de concentración en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial» como se puede leer en el artículo El fantasma de Manzanar.
La guerra de Vietnam fue otro punto de quiebre en la estructuración del odio racial anti-asiático en Estados Unidos. Según Kathleen Belew en su libro Bring the War Home: The White Power Movement and Paramilitary America; Las guerras en el extranjero, al igual que la violencia racial en el país, son rasgos recurrentes –incluso podría decirse que definitorios– de la historia de Estados Unidos, y Belew señala que los picos de terrorismo supremacista blanco doméstico han seguido regularmente al cierre de las principales hostilidades militares.
«A diferencia de la violencia racista anterior, después de Vietnam surgió una nueva corriente de militancia blanca… Esta nueva ideología resultó ser tan eficaz a la hora de atraer adeptos y fomentar coaliciones que puede considerarse que constituye un nuevo movimiento social: el poder blanco. Más allá de las actitudes y posiciones designadas por los términos “nacionalismo blanco”, “supremacía blanca” o incluso “derecha racista”, el “poder blanco” pasó a representar algo mucho más específico: un movimiento radical y bien organizado de militantes duros con una misión».
Patrick Blanchfield
Este odio racial se propaga hoy en día por nuevas vías –las redes socio digitales– más rápidamente, más eficaces. Un video corto, una sola imagen, un meme, un tweet es suficiente para generar repudio sin razón e inconsecuente.
Se conjuga con la facilidad de obtener armas de fuego en este país; tan a la mano y accesibles para cualquier individuo hostil con ideas despreciables legitimadas por un expresidente racista.
Si no se nombra no se puede combatir. Y aquí se nombra: los ataques de la semana pasada en Atlanta donde un hombre blanco asesinó a sangre fría a 8 personas, 6 mujeres asiáticas es un crimen racial, es un crimen de odio, y es un crimen misógino. Deben ser castigados quienes los cometen y quienes los fomentan y, debe asegurarse que nunca vuelvan a ocurrir.
Debe legislarse urgentemente el control de armas en este país. Debe garantizarse una educación y una cultura integral, anti-racista, anti-misógina y por la justicia social. Apoyo vehemente las protestas contra el odio racial en Estados Unidos y que esta lucha no pare hasta que así suceda.