Por: Raúl Romero
El viernes 18 de marzo de 2011, más de media centena de sicarios del grupo criminal Zetas, aterrorizaron a la población del municipio de Allende, en el norteño estado de Coahuila, México. Los hechos son inenarrables. Pareciera que aún no se han inventado las palabras para describir lo que ahí sucedió. Los datos oficiales registran 42 personas desaparecidas, sin embargo, investigaciones independientes relatan que pudieron ser al menos 300.
¿Cómo dimensionar lo que pasó en Allende?
En este país llamado México, en donde 43 estudiantes fueron desaparecidos en 2014 en Ayotzinapa, Guerrero; en donde 72 migrantes fueron asesinados en 2010 en San Fernando, Tamaulipas; 45 personas fueron masacradas en 1997 en Acteal, Chiapas; en donde más de 95 mil personas permanecen desaparecidas y donde 10 mujeres son asesinadas diariamente por el hecho de ser mujeres, la barbarie parece habernos roto todas las fronteras para imaginar lo peor. La tentación de escribir el “hecho más terrible” se diluye, no sólo porque sería absurdo buscar escalas para describir el terror, sino porque tantas y tan brutales son las tragedias que sería dolorosamente complicado e injusto.
Cada muerte, cada desaparición, cada feminicidio, cada transfeminicidio duele y cercena a esta sociedad que somos.
Pero, aunque algunos nos negamos a normalizar el terror, aunque muchos y muchas siguen indignándose y nos convocan a alzar la voz, también hay quienes lo han vuelto un atractivo turístico o utilizan la tragedia para “burlarse” de otras personas.
Apenas hace unas semanas, desde una página de Facebook, se convocó a recorrer, con motivo de Halloween, el municipio de Allende. En una de las publicaciones en esta misma red social se invitaba: “Iniciaremos en la #Textil, luego El #Rastro, #Panteón y las Casas Abandonadas en donde murió mucha gente en la Masacre de Allende”. Los vídeos del recorrido todavía hoy pueden ser vistos.
Algo similar pasó con la derechista diputada América Rangel, quien en su golpeteo mediático contra la jefa de gobierno de la Ciudad de México, elaboró, a manera de meme, una ficha de persona desaparecida de las que suelen usar las autoridades y familias para reportar casos de desaparición.
¿En qué momento la tragedia de un pueblo se convirtió en atractivo para otros? ¿Qué pasa por la mente de una “representante del Estado” que utiliza como meme lo que para muchas familias es una herramienta clave en la búsqueda de sus familiares desaparecidos?
No debemos dejar de indignarnos y alzar la voz ante la tragedia y el dolor. Si el terror y la barbarie se imponen como algo normal, habremos perdido todo.
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