miércoles, diciembre 18, 2024

EE.UU amenaza la libertad periodística a través de Julian Assange

Especial por Cristian Carlos

Julian Assange
Ilustración de Cristian Carlos

La reciente decisión del Departamento de Justicia de Estados Unidos de procesar al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, por espionaje y solicitud de piratería informática representa un revés para la supuesta libertad que Estados Unidos dice tener. No es la primera vez que se acusa a WikiLeaks de delitos, pero sí es la primera vez que se presentan cargos contra una organización de noticias. Lo más importante de este caso es que muestra lo fácil que es para los poderosos manipular la ley y silenciar a sus oponentes.

En una democracia, hay dos formas principales de criticar o protestar contra el
gobierno: mediante protestas no violentas o mediante la exposición en los medios de
comunicación. Con la extradición del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, a Estados
Unidos observamos una contradicción con la libertad periodística del país del “In God we trust”. La Primera Enmienda de Estados Unidos protege a los periodistas y a los denunciantes de la persecución del gobierno, y la extradición de Assange socavaría esa protección al enviar un mensaje inequívoco de que, quienes publican información crítica–que debe saberse porque concierne a sus ciudadanos, como su espionaje–, pueden ser silenciados.

En regímenes autoritarios como los de Rusia y China, estos actos se consideran ilegales y pueden llevar a la cárcel o a la muerte. ¿Qué pretende hacer EE. UU., entonces, con Julian Assange en calidad de periodista si es que tiene éxito en su extradición? La persecución de Assange demuestra lo peligrosa que puede ser esta situación. No sólo salió a la luz la corrupción de las altas esferas de la élite estadounidense –empresarial y política– y de otros países, sino que también estaba sacando a la luz la corrupción en los niveles inferiores. En otras palabras, la «justicia» estadounidense quiere vengarse de Assange por «haber dicho cosas» que amenazaban intereses punzantes.

Assange, para quien no lo sepa, es fundador WikiLeaks, una organización mundial que publica información a través de un repositorio en línea que ha sacado a la luz varios escándalos susceptibles de incidentes internacionales.

El grupo comenzó a cimbrar el Internet en 2010 y, desde entonces, ha publicado más de 10 millones de documentos. Por poner varios ejemplos, WikiLeaks sacó a la luz un programa de vigilancia masiva llamado Prisma que daba al gobierno de Estados Unidos acceso a datos de empresas tecnológicas como Google y Microsoft; publicó miles de cables del Departamento de Estado que detallaban las gestiones diplomáticas estadounidenses en todo el mundo; y publicó información sobre la crisis financiera mundial, lo que contribuyó a que la gente pudiese comprender mejor el inicio de la recesión y el papel que desempeñó Wall Street en ella. El trabajo de WikiLeaks ha dado lugar a numerosos casos.

Ese mismo año, el grupo fundado por Assange publicó un vídeo que mostraba imágenes de la matanza de civiles iraquíes a manos de soldados estadounidenses. En 2013, publicó cientos de miles de cables diplomáticos de embajadas estadounidenses de todo el mundo. El escándalo más grande sobrevino con filtración de los Papeles de Panamá en 2016, donde se descubrieron pruebas de evasión fiscal por parte de personas y empresas ricas de todo el mundo.

Su explosiva publicación de miles de documentos secretos ha revelado el funcionamiento interno de algunas de las instituciones más secretas del mundo, como el Pentágono y el Departamento de Estado de EE. UU.. En 2012, tras publicar cables diplomáticos que exponían los programas de vigilancia de Estados Unidos, WikiLeaks obtuvo el derecho a una entrevista con la secretaria de Estado Hillary Clinton por parte del entonces presentador de la cadena de noticias CBS, Charlie Rose. Al año siguiente, publicó más de 250 mil correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata que exponían una amplia gama de acciones poco profesionales y poco éticas por parte de funcionarios del partido.

Como resultado, el Comité Nacional Demócrata tuvo que destituir a varios altos cargos de su equipo directivo por el escándalo de los correos electrónicos. En octubre de 2016, WikiLeaks publicó correos electrónicos del director de la campaña de Hillary Clinton, John Podesta, que mostraban que discutía cómo socavar a su rival Bernie Sanders cuestionando su fidelidad al Partido Demócrata.

WikiLeaks no sólo es sinónimo de filtración de documentos, sino de activismo, pues ha participado en varias campañas políticas. En 2010, por ejemplo, trabajó con activistas en una campaña para liberar a los presos políticos en Islandia. Y en 2011, desempeñó un papel clave en la organización de las protestas contra el anterior presidente de Kazajistán, acusado de corrupción y abusos de los derechos humanos. Sólo en 2017, WikiLeaks publicó más de un millón de documentos relacionados con la investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016, las de Donald Trump.

La persecución de Assange y otros periodistas afiliados a WikiLeaks es una clara violación de sus derechos a la libertad de expresión, la libertad de prensa y la libre asociación. También supone una amenaza directa para la seguridad de los periodistas de todo el mundo.

Si se silencia a Assange y a sus colegas, sólo servirá para envalentonar a los gobiernos que no querrían otra cosa más que silenciar cualquier voz disidente.

Para proteger a Assange y a todos los demás periodistas que tratan de exigir responsabilidades al poder, debemos unirnos ahora. No podemos permitir que un pequeño grupo de individuos con tendencias autoritarias se aprovechen de este momento de la historia y silencien a quienes están dispuestos a decir la verdad al poder. Debemos hacer oír nuestras voces ahora, antes de que sea demasiado tarde.

Como la nación preponderante del continente americano, Estados Unidos tiene una oportunidad única de predicar con el ejemplo cuando se trata de proteger los derechos de los periodistas. Si defendemos a los periodistas de todo el mundo, podemos enviar un mensaje contundente de que, quienes desafían a nuestro gobierno, no serán silenciados.

Cuando los gobiernos retienen información, también están censurando a sus ciudadanos.

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Península 360 Press
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Estudio de comunicación digital transcultural

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