Niños de 9 años han sido afectados de manera particular por la COVID-19, pues más allá de lo que provocó a nivel emocional o, incluso, físico, la educación fue brutalmente afectada en ellos, pues de acuerdo con resultados de una prueba nacional, la pandemia borró dos décadas de progreso en matemáticas y lectura para ese grupo de la población.
Y es que, por primera vez desde que las pruebas de Evaluación Nacional del Progreso Educativo comenzaron a rastrear el conocimiento de los estudiantes en la década de 1970, el rendimiento de los niños de 9 años en matemáticas y lectura cayeron a los niveles de hace dos décadas.
Estos efectos devastadores, abarcó a casi todas las etnias y niveles de ingresos, pero fueron marcadamente peores para los estudiantes con el rendimiento más bajo.
Mientras que los mejores en el percentil 90 mostraron una caída modesta, tres puntos en matemáticas, los estudiantes en el percentil 10 inferior cayeron 12 puntos en matemáticas, cuatro veces el impacto.
En matemáticas, los estudiantes afrodescendientes perdieron 13 puntos, en comparación con cinco puntos entre los estudiantes blancos, ampliando la brecha entre los dos grupos.
El estudio también dio cuenta del profundo efecto que tuvo el cierre de escuelas en los estudiantes de bajos ingresos, especialmente para los afroamericanos y latinos.
El descenso en los puntajes de las pruebas significa que, si bien muchos niños de 9 años pueden demostrar una comprensión parcial de lo que están leyendo, son menos aquellos que pueden inferir los sentimientos de un personaje a partir de lo que han leído.
En matemáticas, los estudiantes pueden saber operaciones aritméticas simples, pero se les dificulta más el poder sumar fracciones con denominadores comunes.
Los contratiempos podrían tener poderosas consecuencias para una generación de niños que deben ir más allá de lo básico en la escuela primaria para prosperar más adelante.
«Los puntajes de los exámenes de los estudiantes, incluso a partir de primero, segundo y tercer grado, son realmente muy predictivos de su éxito más adelante en la escuela y de sus trayectorias educativas en general», dijo Susanna Loeb, directora del Instituto Annenberg de la Universidad de Brown, que se enfoca en desigualdad educativa a The New York Times.
«La principal razón para preocuparse es el menor desempeño de los niños con menor rendimiento», agregó.
En ese sentido, apuntó que dicho atraso, podría conducir a la desconexión en la escuela, lo que haría menos probable que se gradúen de la secundaria o que asistan a la universidad.
La Evaluación Nacional del Progreso Educativo se considera un estándar de oro en las pruebas. A diferencia de las pruebas estatales, está estandarizado en todo el país, se ha mantenido constante a lo largo del tiempo y no intenta responsabilizar a las escuelas individuales por los resultados, lo que, según los expertos, lo hace más confiable.
Si bien los puntajes en lectura y, especialmente en, matemáticas, en lo general han tenido una tendencia al alza o se han mantenido constantes desde que inició la prueba en 1970, que incluyó un período de fuerte progreso desde finales de la década de 1990 hasta mediados de la década de 2000, con la pandemia y el cierre de escuelas que tuvieron que mover a un sistema completamente en línea, los niños tuvieron que luchar por aprender desde casa.
En algunas partes del país, la peor de las interrupciones fue de corta duración y las escuelas reabrieron ese otoño, sin embargo, en otras áreas, particularmente en las grandes ciudades con grandes poblaciones de estudiantes de bajos ingresos y estudiantes de color, las escuelas permanecieron cerradas durante muchos meses y algunas no reabrieron por completo hasta el año pasado.
Cabe destacar que existen indicios de que los estudiantes que han regresado por completo a la escuela, han comenzado a aprender a un ritmo normal, sin embargo, expertos señalan que se necesitará más que un día escolar típico para compensar las brechas creadas por la pandemia.
Con información de The New York Times.
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