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viernes, noviembre 22, 2024
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El ladrón de los mil colores

Por Manuel Ortiz y Anna Lee Mraz. Península 360 Press [P360P]

Había una vez, entre dos grandes montañas, un pequeño pueblecito llamado Montañesco. Y Montañesco era tan pequeño que todo mundo se conocía entre sí. Un día llegaron unos viajantes en caballos. Eran personas que se dedicaban a ir de pueblo en pueblo vendiendo cosas para poder vivir. A una señora, que vestía siempre de azul, como es debido por supuesto, no le gustó que llegara gente de fuera a su pueblo y comenzó a decir que pasarían cosas malas con la llegada de aquellos ambulantes.

-No son como nosotros -decía la señora-, visten diferente. Ellos traen negro: ¡ese color ni se debería usar para vestir!, seguro que son malas noticias.

Justo cuando la señora dijo eso, se empezaron a perder las cosas de manera misteriosa. Los habitantes del pueblo se preguntaban, ¿quién será? Aquí nos conocemos entre todos. Entonces, la gente del pueblo pensó que quien estaba robando o escondiendo las cosas, eran los de negro.

La señora de azul comentó a su vecina que también vestía de azul: “yo creo que son esos que vienen a vender cosas al pueblo, no me dan buena espina, ¿ya vio de qué color se visten?, por el color yo puedo pensar que ellos son los rateros”.

-¿De qué color se visten? -preguntó la vecina.

– Imagínese, visten de negro. Ellos deben ser.

-Bueno, bueno -respondió la vecina-. Vamos a tenderles una trampa. Dejemos este dinero en el centro de la plaza y observémoslos sin que se den cuenta.

Los vendedores ponían sus puestos por las mañanas, y esa mañana todo el pueblo se sentó a observarlos durante todo el día. Mientras los observaban, una persona gritó:

-AAAHHHHH! Alguien se ha robado mi planta. Estaba aquí hace un momento y desapareció.

Pero los viajeros habían sido observados todo el día, no podían ser los que vestían de negro. Así que un hombre de gris dijo:

-Usted está mal, señora. No pudieron ser los viajeros, los estábamos observando. Quienes están robando no son los de color negro. Son los del lado Este del pueblo que se visten de rojo. Ayer pasaron por aquí.

-Pero esos de rojo llevan siglos en el pueblo. Llegaron mucho antes que usted.- Le contestó una de las vecinas de azul.

-No, porque los ladrones siempre visten con un patrón de negro con rayas blancas- se escuchó decir a un niño pequeño entre la muchedumbre.

-Bueno, bueno -respondió una vecina de también de gris- Vamos a observar a los de rojo. Ellos pueden ser.

Para entonces, ya se había juntado más gente del pueblo. Unas personas observaban a los de negro y otros a los de rojo. Y mientras todo mundo tenía los ojos fijos en los sospechosos, alguien gritó:

-¡Ahhhhh! Desapareció el dinero del centro de la plaza.

-No fueron los de rojo, yo los estaba viendo sin parpadear- comentó una niña de lila con su mamá de morado.

-No fueron los de negro tampoco, yo no les quité el ojo de encima- dijo una señora de verde.

-Los ladrones siempre visten con un patrón de negro con rayas blancas- comentó nuevamente un niño pequeño entre la muchedumbre.

-¡Ahí va uno de negro con rayas! ¡Alcáncenlo!

Así, toda la muchedumbre se echó a correr para alcanzar a la persona que vestía con un patrón de negro con rayas blanco. Cuando lo alcanzaron, lo agarraron y lo empezaron a cuestionar.

-Yo no fui, se los prometo -imploraba el sujeto vestido de negro con rayas blancas. Lo revisaron y, en efecto, no traía nada.

-¿Quién puede ser, entonces? -preguntó asustada la señora de morado, mientras abrazaba a su hija de lila.

El carpintero alzó la voz: -No, no, no. Aquí el problema del pueblo siempre lo han causado los amarillos. Ellos sí que llegaron dizque a trabajar, pero sólo han causado problemas en Montañesco.

-¿Los de amarillo? –preguntó la niña de lila.

-¡Esos son!- dijo la señora de azul. A mí nunca me han gustado.

-¡Ei! ¡Pueblo entero! -gritó el señor de gris. ¡Los de amarillo nos han engañado! ¡Nos han estado robando! Causan el caos. ¡Vamos por ellos!

Los de amarillo que estaban trabajando -siempre trabajaban mucho haciendo muy ricas bolitas de arroz para el pueblo- se asustaron. El pueblo entero había ido a observarlos, claro, sin descuidar ni al de negro con rayas blancas, ni a los de rojo, ni a los de negro.

Pero mientras todos estaban tratando de culpar a los de amarillo, hubo un robo espectacular ¡Había desaparecido todo el dinero del banco del pueblo!

-Auxilio, compañeros. Todo el dinero de nuestro banco local ha desaparecido. Lo revisé esta mañana y estaba intacto. Y ahora, hace minutos, desapareció todo.

¿Quién podría ser? No eran los de negro, ni los de rojo, no podían ser los de amarillo, ni los de negro con rayas blancas porque habían estado siendo vigilados al momento en que ocurrió el robo

-¿Serán invisibles los ladrones? -preguntó una niña pequeñita.

-Hagamos una junta -dijo el hombre de gris. -Reunión del pueblo entero en el quiosco de las asambleas, traigan lo más valioso que posean.

Así fue como todos, los de todos los colores se reunieron aquella tarde para intentar averiguar quién se estaría robando las cosas y el dinero en el pueblo. Todo mundo colocó sus valiosas pertenencias al centro de la sala. -¡Apaguemos la luz! -fue el acuerdo común.

Apagaron la luz.

-1, 2, 3.- Contaron al unísono y cuando encendieron la luz… ahí estaban todas las cosas, nada se había perdido.

Entonces, -¿de qué color son los ladrones? -preguntó un joven.

En ese momento tocaron a la puerta. Toc, toc, toc.

Al abrir la puerta de la sala se encontraron con el viejo sabio del pueblo que todo mundo conocía bien.

-Los he estado observando. ¿Y saben qué? Este pueblo se ha convertido en un pueblo muy prejuicioso.

-¿Qué es prejuicioso? -preguntó un niño pequeño.

-Prejuicioso es cuando una persona piensa mal de otra solo por su aspecto o por cómo viste. Prejuicioso es cuando le echas la culpa de algo a alguien sin tener las pruebas de que hizo por lo que lo culpas, cuando lo juzgas por su color, por cómo se ve y no por cómo es en realidad. Y ¿qué creeeeeen? Yo les robé todo.

-¿Usted? Tan viejito y ¿nos robó todo?

-Así es. Encontrarán todo aquí afuera. Todo lo pueden recuperar. Sólo se los escondí para darles una lección: los ladrones no tienen color. Los ladrones pueden ser blancos, azules, amarillos, verdes, negros. Ustedes no tienen que juzgar por el color. Nunca se les ocurrió hacer preguntas. Todos estaban tan preocupados culpando a otros por su color que no ponían atención en mí. Yo pasaba atrás de ustedes, hasta les hacía señas ¡eeeeiiii, me voy a robar su planta!! Pero nunca voltearon a verme. No pensaron que un viejecito blanco les robara algo. Porque ustedes estaban pensando en los otros colores. Salgan. Encontrarán todas sus cosas afuera, no se les ha perdido nada. Espero hayan aprendido la lección. Es muy tarde para mí y hace frío. Me espera mi chimenea, mi gato y un chocolatito en la casa. Con permiso y adiós.

El viejito se fue y los del pueblo salieron para encontrar todas las cosas que se habían perdido. Nadie se las había robado.

Aquel viejito les había dado una buena lección: no hay que juzgar a nadie por el color. Colorín colorado este cuento se ha acabado.

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