Por Mateo Diaz-Magaloni y Ben Fry
Aunque las mascarillas se han quitado, los mandatos se han levantado y las vidas están comenzando a volver a la normalidad, todavía hay temores persistentes y mitos sobre COVID-19. Uno de los mitos más extendidos es sobre la vacuna COVID-19. Mateo Diaz-Magaloni y Ben Fry con Península 360 Press entrevistaron a varios adolescentes y jóvenes adultos en el Área de la Bahía para ver cómo estos mitos han afectado la percepción de los jóvenes sobre la vacuna y los rumores sobre sus efectos.
Durante la primera distribución de la vacuna COVID-19, iniciar sesión en varios sitios de redes sociales resultaba fácil para encontrar información sobre la vacuna. Varios «influencers» e individuos compartieron sus opiniones sobre la vacuna en Instagram y Twitter. Algo de esto ocasionó que se difundiera información errónea en la plataforma, con mitos sobre la vacuna convirtiéndose en un problema generalizado en redes sociales.
Esta información errónea se consideró peligrosa ya que difundió miedo innecesario. Por esta razón, Instagram consideró beneficioso proporcionar un servicio de verificación de hechos COVID-19 en publicaciones relacionadas con el tema, mientras que Twitter vigilaba las cuentas que buscaban diseminar mitos.
Esto es importante porque incluso antes del COVID-19, se descubrió que la información errónea, especialmente en los mensajes políticamente cargados, se difundía a una tasa aún mayor que la información veraz (Langin 2018).
Mientras que Instagram ha mantenido sus capacidades de verificación de hechos, colocando una bandera en las publicaciones que difunden falsedades, Twitter ha dejado de vigilar las cuentas e incluso ha restaurado algunas que difunden mitos sobre la vacuna después de la reciente adquisición de Elon Musk. Considerando cómo las redes sociales han difundido mitos sobre la vacuna, ¿Qué han escuchado las personas, cómo lo escucharon y por qué es importante?
Cuando preguntamos a los jóvenes por qué se vacunaron, la razón principal que señalan es que fue para proteger a sus familias. La mayoría lo hizo por los valores de su familia, incluso si tenían diferentes niveles de confianza en su efectividad. Un estudiante de último año en Palo Alto High School, dijo: «me vacuné tan pronto como pude, con refuerzos también, lo hice porque todos a mi alrededor lo hicieron y era importante para mis padres».
Además, cuando se les preguntó si temían a la vacuna, un residente de Mountain View declaró que tenía «más miedo de contraer COVID… que el miedo a la vacuna en sí». Esta no es la misma experiencia que todos tienen con respecto a la vacuna.
Al hablar con un estudiante de segundo año de Mountain View High School, dijo tener miedo respecto a los efectos de la vacuna. Explicaron que muchos de estos miedos provenían de sus amigos y de lo que les decían. Señalaron que muchos de sus amigos no se vacunaron debido a miedos, sin embargo, eligieron ir en contra de esos miedos porque era importante para sus familias.
El mismo entrevistado explicó que este miedo provenía de la creencia de que había «un chip que te ponen para que el gobierno pueda espiarte». Esta creencia fue corroborada por un estudiante de último año de Palo Alto High School que también afirmó tener la misma creencia, sobre microchips en la vacuna. Preguntamos en dónde habían escuchado estos mitos y ambos respondieron que se originaron a través de plataformas de redes sociales como TikTok, Twitter e Instagram.
El segundo mito importante con la vacuna COVID-19 fue la creencia de que después de vacunarse se puede desarrollar autismo. Un estudiante de Stanford al que entrevistamos explicó que había escuchado a través de las redes sociales que recibir la vacuna causaría autismo. Y es que, dicen, difundir mitos sobre el autismo es perjudicial para las personas en el espectro autista.
Ambos mitos parecen estar generalizados, esto a pesar de sus diferentes posturas, algunos considerándolos como bromas y otros con una sensación de miedo respecto a ellos. A pesar de la sensación de que estos mitos asemejan más a bromas, son peligrosos ya que crean miedos sobre la vacuna y un estigma innecesario hacia los demás.
El consenso abrumador de nuestros entrevistados fue que la difusión de información falsa sí tiene un impacto perjudicial en cuanto a seguridad, confianza y transparencia de sus comunidades. Dado que los jóvenes de hoy dedican una cantidad significativa de tiempo a las redes sociales y están fuertemente influenciados por sus compañeros, es lógico que aquellos en el Área de la Bahía que están rodeados de amigos, que creen en estas falsedades, sean más propensos a aceptarlas como verdades.
Por ejemplo, cuando preguntamos a nuestros participantes sobre sus creencias en los mitos sobre la vacuna, todos expresaron escepticismo hacia tales afirmaciones. Curiosamente, ese individuo era parte de un círculo social donde la mayoría de las personas no estaban vacunadas. Resulta crucial que los jóvenes de hoy puedan discernir las noticias falsas y navegar por las redes sociales sin creer ciegamente todo lo que encuentran.
Con el creciente uso de las redes sociales, cada vez más personas hacen uso de sitios como Twitter e Instagram para mantenerse al tanto. El problema es que las tasas de mitos y desinformación que se difunden en estas plataformas son alarmantemente altas. Si bien algunas personas pueden discernir el hecho de la falsedad, la difusión de información errónea sigue siendo peligrosa como se ve con la COVID-19.
La difusión de estos mitos representa un gran peligro para nuestra sociedad ya que crea miedo y desconfianza. Este punto fue señalado excelentemente por un entrevistado que dijo: «La difusión de mitos da pie al miedo donde no necesita haber miedo». Es esencial erradicar estos mitos y proporcionar solo la verdad cuando hay muchas dudas y preguntas sobre un nuevo tema.
Mateo Diaz-Magaloni:
Tiene 18 años y es estudiante de último año en Palo Alto Highschool. Ha escrito extensos trabajos de investigación sobre temas relacionados con la justicia social en América Latina y los Estados Unidos. Ha sido pasante en una empresa de consultoría en Berlín, Alemania, para antropólogos alemanes en México y para el laboratorio del Centro Stanford sobre la Economía e Instituciones de China. Ayudó a escribir un artículo académico para dicho laboratorio.
Benjamin Fry:
Es estudiante de 18 años de Palo Alto High School. Es nativo del Área de la Bahía y ha vivido en Fremont toda su vida. Durante los últimos años, ha escrito trabajos principalmente relacionados con la psicología, a menudo relacionados con adolescentes y adultos jóvenes. Estos temas van desde la adicción al juego hasta el estrés por migración. Actualmente lleva a cabo su propio proyecto de investigación para una clase que profundiza en la psicología de los adultos jóvenes adictos al juego.
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