jueves, diciembre 19, 2024

Refugiados de la comunidad congoleña en EE.UU. luchan por sobrevivir al COVID-19

Refugiados de la comunidad congoleña en EE.UU. luchan por sobrevivir al COVID-19

La comunidad congoleña en EE.UU. ha ido en constante aumento en las últimas décadas La mayoría de ellos son refugiados y asilados que están huyendo del conflicto armado en su país, y que deben adaptarse a una nueva cultura impactada ahora por la pandemia de COVID-19.

Las barreras del lenguaje y la segregación, así como un poco o nulo acceso a medios de comunicación, han hecho que muchos dependen de las voces de su comunidad, incluidas las religiosas, de organizaciones sin fines de lucro y cívicas, para obtener información indispensable para su bienestar.

Durante una reunión con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y líderes de la comunidad congoleña en EE.UU, organizada por Ethnic Media Services, relatan sus experiencias, retos y barreras durante la pandemia y su acceso a las vacunas.

La pandemia afectó a comunidad congoleña en Georgia y Washington

Desde Ntumba, presidente de la Comunidad Congoleña en Atlanta (COCOMATL, por sus siglas en inglés) expresó que existe una gran población que trabaja en granjas en Georgia, y cuando la pandemia por COVID-19 inició, muchos de ellos ni siquiera tenían el equipo adecuado para trabajar.

Hasta la fecha, abundó, probablemente existan entre 15 y 20 muertes relacionadas con COVID-19 debido a la negligencia de las compañías, y aunque se hizo un seguimiento para intentar que mejoraran sus condiciones de trabajo, no obtuvieron respuesta. 

Floribert Mubalama, de la Red de Integración Congoleña en Washington (CIN, por sus siglas en inglés), comentó que en 1980 había diez mil inmigrantes provenientes del África subsahariana en EE. UU; sin embargo, hoy hay 2 millones de refugiados a quienes se les está dando un trato inadecuado.

«Las leyes y las políticas han cambiado desde que empezamos a llegar a este país. Anteriormente EE. UU. solía proporcionar dos años de asistencia a todos los inmigrantes y refugiados, pero desde que empezaron a llegar los congoleses, pasó de dos años a tres meses»

Añadió que están llegando de un país desgarrado por la guerra, pero no se les tiene en cuenta, no están bien representados y se les margina, debido a que las políticas en materia de salud y vivienda no están funcionando como deben para  que les permita empoderarse.

Para Aaron Johnson, gerente de la Junta de Salud y del Programa de Defensa de la Familia de CIN, la gran comunidad de congoleses proviene de campos de refugiados, quienes al huir de su hogar a causa de la guerra, llegan a EE.UU. con un miedo constante que les hace vivir en un trauma sostenido.

A ello se suma el estrés de empezar una nueva vida en un país con un idioma diferente, que funciona distinto, lo cual genera el llamado «trauma de la integración», en donde muchos pueden recaer en las drogas o el alcohol.

De igual forma, dijo que a esto se suma el problema del acceso a la información. Muchos tienen que confiar en lo que dicen sus familias, algunos líderes de la comunidad o lo que ven en sus teléfonos, sin embargo, muchos no saben lo que realmente está sucediendo con la Covid-19.

Mujeres refugiadas del Congo, pandemia y vacunación

Anne Marie Wamba, psicóloga y enfermera en Boston, comentó que uno de los retos de la comunidad ha sido la estigmatización de la enfermedad, muchos no buscan ayuda o de plano no quieren hablar con alguien que pueda apoyarles cuando se presenta un problema. 

A ello, añadió, también se ha sumado la violencia doméstica y el abuso de sustancias entre la comunidad por la pandemia; además de las dificultades para conseguir el tratamiento que se requiere en caso de enfermar, y la gente tiene que enfrentarse entonces a sentimientos como miedo, ira, tristeza y frustración. 

De igual forma, coincidió en que la falta de falta de información al respecto ha sido otro de los retos a superar, porque muchas de las personas eran incrédulas y pensaban que la COVID-19 no existía, asimismo, estaban renuentes a hacerse pruebas o ponerse la vacuna. 

En ese sentido, Natacha Nikokeza, del Centro para los nuevos habitantes de Carolina del Norte, dijo que desde el inicio de la pandemia se percató de que mucha gente no se tomaba en serio esta enfermedad; necesitaban que la información viniera de gente de la comunidad y en sus idiomas.

«Fue realmente difícil para nosotros combatir y asegurarnos de que la gente entendiera. Fuimos de puerta en puerta con la información proveniente de los líderes de la comunidad, personas en las que ellos confían, lo cual realmente dio un giro a la educación que estábamos impartiendo». 

Mientras que cuando llegó el momento de vacunarse, compartió fotos y videos para que todos vieran que era algo que estaba bien hacer; lo cual influyó en que estuvieran más abiertos a vacunarse. Sin embargo, mucha gente no tenía transporte para ir a donde estaban las vacunas, así que trabajaron para que fueran llevadas a la comunidad. 

«Definitivamente estamos viendo la luz al final del túnel porque la gente está empezando a recibir la vacuna y ver que está funcionando. Empiezo a tener la esperanza de que seguiremos viendo a la gente abierta a vacunarse a medida que sigamos llevándoles la vacuna y hablando con ellos sobre lo que está pasando». 

COVID-19 y desinformación entre comunidad congoleña en EE.UU.

Bibi Ndala, investigadora del Departamento de Salud e Higiene Mental de la Ciudad de Nueva York, comentó que un asunto importante es tener información veraz sobre la COVID-19 a través de los mismos canales que son importantes para la comunidad congoleña, como las redes sociales.

«La mayoría de estas personas están recibiendo información engañosa que está siendo compartida por familiares y está llegando directamente a su teléfono. Es una oportunidad que no debemos perder, campañas hechas a la medida y adaptadas para ser utilizadas a través de esos canales, vale la pena explorarlo».

De acuerdo con Martha Kabengele, enfermera graduada en la unidad médico-quirúrgica en White Oak Medical Center, en Silver Spring, en la comunidad congoleña la religión es muy importante, por lo que también se debe encontrar una manera de llegar a los líderes religiosos y asegurarse de que ellos sean los primeros que entienden el problema. 

En ese sentido, añadió que la influencia de los líderes religiosos es tan grande que podría asegurar que si un pastor se pone de pie delante de la comunidad y los invita a ponerse la vacuna, muchas personas de la congregación lo harían sin dudarlo. 

En ese sentido el pastor Prince Mundeke Mushunju refirió que en la comunidad congoleña casi el 80 por ciento son religiosos, asisten a la iglesia todos los domingos. Aunque al inicio de la pandemia el pastor también era escéptico de la enfermedad, fue hasta que contrajo la enfermedad y tuvo que estar en cuarentena junto con su familia,  proceso que documentó en un video, cuando realmente se dio cuenta de la realidad. 

«Muchas personas también suelen pensar que las vacunas tienen la marca de la bestia. Muchas de ellas vinieron de los campos de refugiados, no saben escribir o leer, por lo tanto, cuando van a trabajar escuchan historias falsas de gente murió a causa de la vacuna».

Así, es consciente de que debe predicar sobre la necesidad de vacunarse. «No se trata de nosotros, se trata de todos los que nos rodean. Así que vamos a trabajar. Así que discutimos estos temas y todos los días compartimos información con nuestra comunidad», expresó. 

Información oficial, un arduo camino para llegar a la comunidad

Emily Jentes, directora del Centro Nacional de Recursos para Refugiados, Inmigrantes y Emigrantes (NRCRIM, por sus siglas en inglés) tiene un acuerdo de cooperación con los CDC para atender a todas estas comunidades.

El Centro cuenta con diversas iniciativas con relación a las vacunas y la COVID-19, tales como materiales de comunicación, los cuales se centran en sus experiencias específicas, para asegurarse de que esa información es culturalmente apropiada para las comunidades.

Una de las herramientas clave, comentó, es la campaña Makespace,  que permite a las comunidades crear y personalizar su propia campaña en torno a la vacunación.

«Todo esto está realmente diseñado para atraer a los miembros de la comunidad, para hablar de los problemas que está enfrentando, así como ser capaz de diseñar productos que realmente impacten entre sus miembros», puntualizó. 

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