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jueves, abril 25, 2024
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Shirley Jackson, la escritora de terror más grande en la Bahía de San Francisco

Rober Díaz. Península 360 Press [P360P].

Nacida el 14 de diciembre de 1916 en San Francisco, California, como su literatura, la infancia de Shirley Hardie Jackson estuvo llena de aberraciones y contradicciones que marcarían profundamente a la escritora. Su madre, Geraldine llegó a decir que no había tenido que nacer. La razón que dio fue porque necesitaba pasar más tiempo con su apuesto esposo. Frente a la personalidad de su madre, la pequeña Shirley tuvo problemas para sociabilizar con sus compañeros. Prefería para disgusto de su mamá aislarse para escribir. Se hacía preguntas como su personaje, la adolescente Merricat de The Road Through the Wall (1948): «¿Quién nos quiere allá afuera? El mundo está lleno de gente mala».    

            Su adolescencia, igualmente estuvo rota por no encajar con los estándares de belleza imperantes en la época, padecía sobre peso. Su actividad literaria crecería en la medida que Jackson terminó la universidad, colaborando con revistas literarias como Harper’s, The New Republic, The New Yorker, entre otros. Al poco tiempo se casó con el crítico literario Stanley Edgar Hyman con el que tendría, «cuatro hijos, cuatro gatos, un perro y un hámster» como ella misma escribiría.

            Su literatura está salpicada por un tufo a extrañeza y vileza; un misterio imperante que le tocó vivir o más bien dicho padecer en el pueblo de North Bennington, en Nueva Inglaterra, en donde viviría un pequeño infierno gracias a la acusación que hizo, junto a otros padres de familia, a un profesor de la localidad por maltratar físicamente a los alumnos. Loa habitantes del pueblo se le fueron encima y a menudo recibió ofensas por esta acción, situación que agudizó ya su de por sí tendencia al aislamiento y que bien reflejó en su novela The Road Through the Wall donde un par de mujeres son acosadas por todo un pueblo obligándolas a permanecer encerradas o a salir muy poco, ante una matanza ocurrida en su casa poco clara.

            La voz que predomina en Shirley está luchando con sus espacios inmediatos a los cuales los llena de misterios y de situaciones cotidianas que por su simpleza hace girar con una gran precisión narrativa, digamos que sin ensuciarse, pero sí, transformándolo, convirtiendo lo común en algo anormal y hasta terrorífico. 

            Shirley, padeció los Estados Unidos posteriores a los años 50, los de la guerra fría, una sociedad pueblerina, hostil y conservadora donde el papel de la mujer estaba relegado a las tareas domésticas. Jackson, revivía con su esposo el rechazo que su madre Geraldine le había manifestado; Stanley la llamaba: «esa idiota con talento» controlaba sus finanzas (a pesar de que ella ganaba mucho más que él) y la obligó, además, a soportar sus infidelidades.

            Vivía en un estado de excitación continua de donde alimentaba sus temas preferidos: la angustia y la claustrofobia. Las protagonistas de sus obras se ven arrastradas por la fuerza de las circunstancias y sus fantasmas personales: lo monstruoso se encuentra en las relaciones de familia, los círculos de amistades, los vecinos, las casonas y las aldeas.

         Murió el 8 de agosto de 1965, además del sobre peso, sufría de alcoholismo. Su salud se fue debilitando por el constante uso de barbitúricos para controlar su creciente ansiedad. Pasó sus últimos días en casa presa de una terrible agorafobia: su vigencia ha tenido un realce que en la actualidad ha llevado a los estudiosos a rescatar obras como la The Haunting of Hill House que ha sido adaptada en Netflix y dirigida por Mike Falanagan. 

Su cuento The Lottery fue la que la llevó a la fama, también la hizo recibir más de diez cartas al día donde la felicitaban y hasta la amenazaban de no acercarse a lugares pues el cuento, una normalización del mal, les parecía grotesco y aterrador.

         Jackson llegó a firmar que no soportaba a la gente, «que cree que empiezas a escribir en el momento en que te sientas en el escritorio y coges la pluma y terminas de escribir cuando lo dejas; un escritor siempre está escribiendo». Aislada del mundo tuvo que lidiar con sus hijos y la vida familiar que no pocas veces se convirtieron en un obstáculo.

         Gracias a los temas que abordó, los editores de su época asociaron sus novelas a una autora que practicaba la brujería, cosa que molestaba profundamente a la escritora y que sin embargo ella estaba convencida de haber sufrido ataques «mágicos» de clarividencia. Algunos de sus personajes hablaban con gatos y tenían grandes conocimientos de herbolaria. Aunque no le gustaba el apelativo su literatura sublimó su vida, le dio la oportunidad de escapar al continuo encierro que le trajo la vida familiar desde donde peleó por escapar a través sus letras. Murió de un ataque al corazón cuando tenía 48 años.

Península 360 Press
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Estudio de comunicación digital transcultural

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