Por Andrea Hernández. Península 360 Press [P360P]
La pandemia por COVID-19 afectó al mundo, lo transformó, tocó la vida de todos: nadie ha vuelto a ser el mismo.
Fue en febrero de 2020 cuando se reportó el primer caso de la enfermedad en Estados Unidos, y aún era incierto lo que le esperaba a la sociedad entera. «Esta enfermedad afecta sobre todo a personas de la tercera edad», se decía en aquellos primeros meses en las noticias, por lo que este sector de la sociedad enfrentó antes que nadie el miedo a un contagio.
En una transmisión en vivo titulada «Latinas mayores sobrevivientes de la pandemia», organizada por Ethnic Media Services, el departamento de envejecimiento de California y Península 360 Press, Verónica Escámez, fundadora y directora de Casa Círculo Cultural acompañada por María Orellana asistente de familias en Union City Family Center y Estela Calápiz, terapeuta familiar y especialista en constelaciones familiares, hablaron desde su experiencia cómo su vida se transformó y evolucionó en medio de la pandemia que azotó al mundo entero.
Entre aislamiento, adaptación digital y emociones de tristeza y soledad, estas mujeres encontraron la oportunidad de reinventarse y no quedarse con los brazos cruzados para poder extender la ayuda a todas las personas de la comunidad del Área de la Bahía.
Verónica Escámez narra cómo su querida Casa Círculo tuvo una transformación, pues debido al apoyo que brinda a padres de familia que no tienen en dónde dejar a sus hijos mientras trabajan, no podían cerrar sus puertas, así que con todos los protocolos para evitar la propagación del virus continuó su labor.
Además, durante la pandemia, Casa Círculo Cultural se enfrentó a un nuevo reto: realizar pruebas COVID-19 gratuitas, y así, con el miedo de exponerse a un contagio, Escámez no dudo en reunir las fuerzas necesarias para que ella y profesores de Casa Círculo aprendieran a realizarlas.
Por su parte, María Orellana se enfrentó a otra realidad, al cerrar el distrito escolar para el que labora e implementar planes de estudio a distancia se encontró con que muchas familias no tenían la forma de apoyar en la educación de sus hijos, pues no contaban con internet ni computadora.
Lo que la llevó a aprender a usar herramientas digitales que hasta entonces no conocía para poder brindarle el apoyo a cada familia de su distrito y que a su vez la educación no se viera entorpecida ni frenada ante esta contingencia.
Estela Calápiz también tuvo que sumergirse en el mundo digital para poder continuar con la ayuda terapéutica que brinda, para ella «zoom» fue la herramienta predilecta, y a pesar de que le fue difícil, aprender a usar estas herramientas le ha dado la motivación de volver a aprender cosas nuevas y salir de la zona de «confort» en la que considera que se encontraba.
Pero no solamente su vida profesional se vio transformada, sino que también atravesaron por emociones muy fuertes de soledad, incertidumbre y miedo, Calápiz lo describe como «una nube depresiva» que invadió todo durante los días en los que escuchaban sobre personas que se contagiaron y no sobrevivieron a la enfermedad.
Fueron esas emociones lo que mencionan que las llevó a plantearse qué sucedería si se contagiaban y no sobrevivían.
A pesar de todo, ellas ven y dan cuenta de que no todo lo que trajo consigo el COVID-19 fue negativo, pues no solo ellas se vieron transformadas, sino que descubrieron la solidaridad que existe en muchas personas, fueron testigos de cómo la sociedad sacó lo mejor para dar y compartir con aquellos que más lo necesitaban.
Y es justamente eso, lo que esperan se quede de esta experiencia, el apoyo mutuo y solidaridad.
A casi un año de recibir su primera dosis, y con su esquema completo, además de la vacuna de refuerzo, estas mujeres hacen un llamado para que todos acudan a vacunarse, resaltan la importancia de hacerlo no solo por uno mismo, sino para todos los demás, para no contagiar y estar más cerca de acabar con la pandemia.
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