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viernes, abril 19, 2024
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COVID-19: Por escepticismo y desconocimiento, madres no vacunan a hijos, expertos

Pamela Cruz. Península 360 Press [P360P].

Si bien en los últimos meses en EE. UU. se ha observado una disminución importante en el número de muertes debido a COVID-19, ha existido un repunte en los contagios del virus SARS-CoV-2. Sí, los mayores de edad se siguen contagiando, pero el sector de la población más joven, o sea, los niños y adolescentes, son ahora los que están en grave riesgo de infectarse y generar síntomas graves, por lo que vacunarlos contra la enfermedad será pieza clave en detener la pandemia.

Sin embargo, hay una fuerte reticencia para que niños y jóvenes sean inmunizados contra uno de los virus más mortales en la historia, el escepticismo y la desconfianza se han vuelto el pan de cada día para mujeres que estén en contra de la vacuna anti-COVID-19 en ellas y en sus hijos, especialmente en las más jóvenes.

Así lo señaló el investigador Matthew Simonson, del Covid States Project y autor del informe «Vacunar a la juventud estadounidense», durante una conferencia de prensa realizada por Ethnic Media Services, en la cual precisó que las madres entre los 34 y 36 años son las más resistentes a la vacunación de sí mismos o sus hijos.

«Encontramos que aproximadamente un tercio de ellas dijo que es muy poco probable que vacunen a sus hijos. Esa es nuestra definición de resistente. En cinco variables que van de lo extremadamente probable a extremadamente improbable de vacunar a sus hijos, eligieron la opción más extrema y poco probable. Así que decimos que aproximadamente un tercio de las madres jóvenes son resistentes y esto no ha cambiado desde febrero», destacó.

En cambio, precisó, los padres de todas las edades son resistentes entre un 10 y 15 por ciento. «De hecho, los padres se han vuelto menos resistentes en los últimos meses. La resistencia ha bajado del 14  al 11 por ciento en febrero». 

«Esta diferencia de género es especialmente importante porque las madres son las que más participan en la toma de estas decisiones sobre la salud de sus hijos», subrayó el experto.

Dichos forman parte de un estudio realizado tras una encuesta en 25 mil estadounidenses que se realiza mensualmente desde que la pandemia comenzó en la primavera de 2020, y donde se monitorea las actitudes de las personas hacia las vacunas y otras áreas de la salud pública, explicó Simonson.

Si bien el escepticismo a la vacunación infantil, antes de la pandemia, era de entre un 4 y 5 por ciento, no se ha registrado igual en el caso de la vacuna contra COVID-19. «Estamos viendo, de nuevo, alrededor de un tercio de las madres diciendo, de ninguna manera, mi hijo no recibirá la vacuna».

Pero, esté tipo de pensamientos se vive en gran medida en personas caucásicas, ya que de acuerdo con el análisis que mencionó el investigador, ya que por primera vez no se observa a las familias afroamericanas y latinas con rezagos, mientras los que encabezan las listas de aquellos que vacunan a sus hijos, son las familias asiático-americanas.

«En este punto en el tiempo, los padres de todas las razas, excepto para los estadounidenses de origen asiático, que son los más pro-vacuna, parecían estar más o menos el mismo lugar por la raza. Sin embargo, las diferencias socioeconómicas siguen siendo muy importantes».

En ese sentido, abundó que entre los que se vacunan y los que no, hay grandes brechas en su ingreso familiar, pues aquellos que ganan por debajo de 25 mil dólares al año son los más resistentes a las vacunas, en tanto que aquellos que superan los 150 mil dólares al año son los más pro-vacunas. 

Eso también se refleja en el nivel educativo, pues los que tienen sólo la escuela secundaria, son los más resistentes a la vacuna y los que tienen un título de grado son los más pro-vacuna cuando se trata de vacunar a sus hijos. 

Finalmente, Simonson recordó que la edad de los menores también es importante en la toma de decisiones de sus padres al momento de decidir si inocularlos o no, pues se observó que los padres de adolescentes son ligeramente menos resistentes que los padres de niños pequeños. 

«Esto es bastante alentador porque sabemos que este es el orden en el que la gente tiene acceso a la vacuna ahora mismo. Los adolescentes pueden obtenerla junto a la que probablemente sea la escuela primaria, la edad de los niños, y finalmente, serán los más pequeños. Y así esperamos que pueda haber un impulso a la baja».

Pero, ¿de dónde obtienen los padres su información y hasta qué punto eso influye en sus decisiones para vacunarse y vacunar a sus hijos? 

Simonson dejó en claro que muchas de las personas que optan por la no vacunación obtienen su información de redes sociales, y de acuerdo con estudios, tan solo el 44 por ciento de los padres consideran que los beneficios de las vacunas superan a los efectos secundarios, en comparación de un 55 por ciento de aquellos que no tienen hijos.

Sin embargo, el fenómeno de las madres jóvenes que son antivacunas se resalta cuando se observa que son mucho más propensas a interactuar con otras mujeres igual que ellas, que no trabajan y cuyo círculo social es muy cerrado.

Lo anterior, aunado a que pertenecen o están en grupos de redes sociales que forman parte de asociaciones de padres que no obtienen información real, verídica y formal sobre temas de salud, específicamente las vacunas.

«Creo que ‒la desinformación‒ puede venir originalmente de los medios de comunicación social, pero no sólo es la desinformación, es escuchar lo que sus amigos repiten. Es lo que realmente lo refuerza, te hace creerlo. No es sólo que hayas visto algo en algún lugar en línea. Es lo que tu amigo cree también ahora, es realmente refuerza las cosas».

Cabe destacar que entre las respuestas más comunes sobre la vacunación, de acuerdo con dicho estudio, son: los efectos secundarios a largo plazo. No estoy seguro de que vaya a funcionar y no confío plenamente en el proceso de aprobación de la vacuna, refirió Simonson.

La importancia de una vacuna

Para la Dra. Grace Lee, profesora de Pediatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford y directora Médica Asociada de Innovación en la Práctica en Stanford Children’s Health, es importante vacunar a los niños y adolescentes contra COVID-19 debido a la carga de infección.

Durante su intervención, la médica detalló que se ha prestado mucha atención a los mayores, no así a los niños y lo que ocurre con ellos respecto a esta enfermedad. 

De acuerdo con la Academia Estadounidense de Pediatría ‒AAP‒, casi 4 millones de niños han dado positivo en la prueba del COVID-19 desde el inicio de la pandemia, sin embargo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades ‒CDC‒, estiman que, tras ajustes, tal vez, hasta 22 millones de niños y adolescentes de 5 a 17 años se han infectado en los EE. UU., dijo.

De tal forma, detalló que los niños están siendo responsables de casi una cuarta parte de los nuevos casos reportados de COVID-19 en las semanas más recientes.

Lo anterior, explicó, está relacionado con que los niños y adolescentes están regresando a clases presenciales, sin embargo, también se debe a que «las vacunas han sido tan efectivas en la protección de la población adulta que, en general, la proporción de hospitalizaciones reportadas parece estar aumentando en los niños, pero eso se debe principalmente a la protección que estamos viendo entre nuestros adultos, y así, la carga de la enfermedad puede ser significativa».

Lee refirió observar, personalmente, a niños ser hospitalizados y algunos que han muerto debido a la enfermedad.

«Aunque no es tan común que ocurra en niños pequeños en comparación con nuestra población adulta mayor, los niños también están en riesgo. Sabemos que entre las hospitalizaciones que hemos visto en los EE.UU. mientras 60 por ciento tiene una condición de alto riesgo, incluyendo la obesidad, el asma, el retraso en el desarrollo, inmunocomprometidos y la diabetes. También sabemos que el 40% de los niños que son hospitalizados no tienen condiciones de alto riesgo».

A ello, sumó que en los niños hospitalizados en los EE. UU. ha habido un número desproporcionado de aquellos pertenecientes a las comunidades afroamericana y latina, algunos de los cuales ha generado un síndrome hiperinflamatorio severo.

 Agregó que, hasta el momento, se sabe que los niños son menos sintomáticos, pero pueden transmitir la enfermedad a los demás miembros de su familia. «Y por eso, ha sido realmente importante para nosotros asegurarnos de que no sólo estamos protegiendo a los niños de la carga de la enfermedad, sino también seguir siendo capaces de proteger a los miembros de nuestra familia». 

Recordó que, basado en un ensayo clínico, la vacuna demostró ser 100 por ciento efectiva y producir una respuesta inmune robusta entre personas de 12 a 15 años, asimismo ser tan segura y tener un perfil similar al que se ve en los adultos.

Explicó además que algunos niños presentan reacciones locales a la vacuna como un brazo dolorido, enrojecimiento o sensibilidad en el sitio de la inyección, así como los síntomas sistémicos, tales como dolores de cabeza, músculo, dolores, fiebre y cosas por el estilo, que al igual que en adultos, son de corta duración.

Ser latino en tiempos de COVID-19

El Dr. José Pérez, director médico de South Central Family Health Center en Los Ángeles, ve con claridad que para las familias latinas no es nada fácil vacunar a sus hijos, principalmente por el tiempo. 

Y es que, «una de las principales razones de la falta de vacunación es el acceso al tiempo libre del trabajo. La mayoría de nuestros pacientes tienen trabajos de bajos ingresos, como restaurantes y jornaleros, y por lo tanto es una carga para ellos también. Para tomar un día libre, acaban de volver al trabajo y ahora tienen que hacer malabares para volver a trabajar, tener a sus hijos en casa porque no están asistiendo a la escuela en este momento, y tener que hacer malabares para tener un día extra o medio día extra con el fin de venir a la clínica y vacunar a sus hijos».

En ese sentido, el especialista señala que el condado de Los Ángeles ha hecho un tremendo trabajo en la colocación de la vacuna masiva, pero se requiere un coche para acceder a ella, y «la mayoría de nuestros pacientes utilizan el transporte público. Así que eso es una barrera añadida».

«Cuando usted puede tomar tiempo libre del trabajo y luego tiene que saltar en un autobús para ir, conseguir a su hijo y luego traer de vuelta a su hijo a casa y luego establecer e ir a trabajar. Eso suele llevar un día entero. Así que a nuestros pacientes se les pide básicamente que elijan entre ganarse la vida durante el día o vacunar a sus hijos», subrayó.

A lo anterior se suman barreras como la del lenguaje, el estatus migratorio y el miedo a ser deportados, así como aquellos que hacen caso a lo que leen en redes sociales y la mala información en Internet.

De acuerdo con el Dr. Pérez, los niños van a seguir a sus padres ‒en materia de vacunación‒porque después de todo los padres tienen que estar de acuerdo en vacunar a los niños, ya que no pueden ser inmunizados sin su permiso.

«Lo que he encontrado, especialmente en los adolescentes latinos de hoy en día, es que están conectados a las redes sociales, pero parecen estar más en sintonía con la vacunación. Parecen tener mucha más y mejor información que sus padres y, la mayoría de las veces, son nuestros niños y adolescentes los que realmente están ayudando a educar a sus propios padres», apuntó. 

Finalmente, llamó a los padres a no tener miedo a las vacunas, pues hay mucha experiencia con ellas. 

«Tenemos mucha experiencia con la vacuna, no vemos a los niños sufriendo de polio o muriendo de varicela o muriendo de paperas, y la razón es que llevamos mucho tiempo vacunando a nuestros hijos».

Y para aquellos que dudan de la vacuna contra COVID-19, puntualizó que «se sometió a las mismas pruebas rigurosas y a la misma evaluación científica rigurosa que todas las demás vacunas. La única diferencia es que el científico dejó todo lo que estaba haciendo para concentrarse en esto, y la línea de tiempo es lo que terminó siendo reducida».

Pamela Cruz
Pamela Cruz
Jefa de Redacción de Península 360 Press. Comunicóloga de profesión, pero periodista y escritora por convicción, con más de 10 años de experiencia en medios. Especializada en periodismo médico y científico por Harvard y ganadora de la beca International Visitors Leadership Program del gobierno de EE. UU.

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